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domingo, 18 de junio de 2017

Oracion Del Oficio Divino - Nona

Poco a poco, iré compartiendo y iremos aprendiendo, las Oraciones del Oficio Divino.
Compartidas y escritas por Carlos Carrero en el Libro, (Un Día De Oración Con San Francisco).
En este caso, comparto y aprendemos la Oración llamada Nona, es la de las 15:00 <Hora Santa> . También lleva una lectura, en este caso la lectura elegida es la de Las Florecillas... 
Espero les guste el Vídeo y dejen sus comentarios y ideas para ir trabajando y aprender juntos.

Fraterno abrazo de Paz y Bien

sábado, 17 de junio de 2017

DOMINGO DE SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI,

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI

 

18 de Junio del 2017

“El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”

 

LA PALABRA DE DIOS

Dt 8,2-3.14-16: “Te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres”

Moisés habló al pueblo, diciendo:

— «Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho reco­rrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus mandamientos o no.

Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios.

No te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con serpientes venenosas y alacranes, que en un lugar de sed, sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca más dura; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres».

Salmo Responsorial 147,12-15.19-20: 

“Glorifica al Señor, Jerusalén”

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.

Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

1Carta a los Corintios  10,16-17: “El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”

Hermanos:

El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?

El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan.

Evangelio de Nuestro Señor Según San Juan  6,51-59: 

“Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

— «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Los judíos se pusieron a discutir entre sí:

— «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».

Entonces Jesús les dijo:

— «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del cielo: no es como el maná que comieron sus padres y murieron; el que come de este pan vivirá para siempre».

APUNTES

En la sinagoga de Cafarnaúm el Señor Jesús hace una afirmación tremenda: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Por el contexto sabemos que hacía referencia clara y directa al maná con que Dios alimentó a su pueblo por el desierto en su camino a la tierra prometida. Es lo que leemos en la primera lectura. Moisés invita al pueblo de Israel a recordar cómo Dios había conducido a su pueblo por el desierto de la purificación, proveyéndole siempre del agua y del alimento necesario para su subsistencia. En aquel periodo hizo “llover pan del cielo” para mostrarle a su pueblo que «no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios» (Dt8,3).

Aquel pan no era sino una prefiguración de otro pan que Dios daría a todo aquel que quisiese alcanzar la vida eterna. El Señor Jesús anuncia que Él es ese nuevo «pan que ha bajado del cielo» (Jn 6,58) y junto con la similitud establece también una diferencia sustancial entre uno y otro pan enviado por Dios. A diferencia del maná, un alimento inerte que servía para sostener en la vida física a quienes comían de él, el Señor afirma que Él es el pan vivo o pan viviente, un pan que en sí mismo es vida. Ya en otras circunstancias el Señor afirma que Él mismo es la vida (ver Jn 14,6). Trasformándose en pan para ser comido por el hombre llega a ser pan que da vida a todo aquel que lo coma: «El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí» (Jn 6,57).

Es claro que no se refiere el Señor a que no morirán en la vida presente quienes coman de este pan. La vida a la que se refiere el Señor es la vida eterna, la vida resucitada que Él garantiza a todo aquél que en el peregrinar de esta vida permanece en comunión con Él al comer su carne y beber su sangre: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día». Quien rechaza comer su carne y beber su sangre, se priva a sí mismo de esta vida que Él ofrece, vida que sólo Dios puede dar al ser humano, vida que se prolongará por toda la eternidad en la plenitud de la felicidad: «si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes».

La afirmación del Señor causó estupor entre quienes lo oían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» ¿Comer carne humana? ¿Comer la carne de Cristo? ¿Cómo es esto posible? ¿No había que entender de modo figurativo aquellas palabras? ¿Pero cómo?

Sin embargo, ni los desconcertados discípulos ni los demás estupefactos oyentes escuchan una explicación o mitigación de tal afirmación. Al contrario, el Señor reafirma vigorosamente sus palabras, dando a entender que deben ser comprendidas de manera literal: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes» (Jn 6,53).

 En su respuesta el Señor añade ya no sólo la necesidad de comer su carne sino también de beber su sangre, haciendo más difícil aún para los judíos aceptar las palabras del Maestro. En efecto, para los judíos la sangre contenía la vida que sólo pertenece a Dios, y por lo mismo tenían prohibido beber cualquier sangre. El desconcierto ante las primeras palabras, que hasta ese momento acaso podían tener una interpretación simbólica, dan pie a la repugnancia total que muchos de sus discípulos y seguidores incluso experimentaron ante la dureza de tales afirmaciones: «desde entonces… se volvieron atrás y ya no andaban con Él» (Jn6,66).

Así pues, no puede entenderse que se trate de una comida puramente espiritual, en que las expresiones «comer la carne» de Cristo y «beber su sangre», tendrían un sentido metafórico. No. Sus palabras quieren decir lo que dicen. El pan que Él dará es en verdad su carne, la bebida que Él dará es en verdad su sangre, porque «mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida» (Jn 6,55). Él no estaba dispuesto a cambiar o matizar ninguna de sus afirmaciones. Quien quería seguir siendo su discípulo debía aceptar sus palabras por más duras que fueran. Es por ello que a sus mismos apóstoles les pregunta: «¿También ustedes quieren marcharse?» (Jn 6,67).

Es importante tener en cuenta que la expresión “cuerpo y sangre” es un semitismo que quiere decir lo mismo que la totalidad de la persona humana. Por tanto, al decir que dará de comer su cuerpo y de beber su sangre, el Señor Jesús afirma que no es “simplemente” un pedazo de carne o un poco de sangre lo que dará, sino que se dará Él mismo, íntegramente, en toda su Persona.

Sólo la noche de la Última Cena los discípulos comprenderían que la literalidad de la afirmación del Señor no consistía en que se cortaría en pedazos para darles de comer su carne o se cortaría las venas para darles de beber su sangre, sino que eran un anuncio del gran milagro de la Eucaristía. La Eucaristía es una actualización incruenta del sacrificio cruento del Señor en la Cruz, Altar en el que Él realmente ofreció su cuerpo y derramó su sangre «para la vida del mundo», para reconciliar a los hombres con Dios.

Esa carne y sangre ofrecidas en el Altar de la Cruz se convierten en verdadera comida y bebida cada vez que un sacerdote, haciendo memoria de la Última Cena y en representación de Cristo, realiza lo que Él mismo realizó aquella memorable noche: «Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: “Tomad, comed, éste es mi cuerpo”. Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: “Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados”» (Mt 26,26-28).

La Eucaristía es precisamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo, Cristo verdadera y realmente presente, todo Él, bajo el velo y la apariencia del pan y del vino. Una vez consagrados el pan y el vino, se han transformado substancialmente en Cuerpo y Sangre de Cristo. Esta es la comida y la bebida que transforma la vida del hombre y le abre el horizonte de la participación en la vida eterna. Al comulgar el Pan eucarístico el creyente come verdaderamente el Cuerpo y bebe la Sangre de Cristo, es decir, recibe a Cristo mismo y entra en comunión con Él. De ese modo Cristo, muerto y resucitado, es para el creyente Pan de Vida.

La Eucaristía, en cuanto que une íntimamente a Cristo por la recepción de su Cuerpo y Sangre, ha sido siempre considerada en la tradición de la Iglesia como sacramento por excelencia de la unidad entre los creyentes: «El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan» (2ª. lectura). Quien come de este Pan, se hace uno con Cristo y en Él con todos aquellos que participan de este mismo Pan.

Fraterno abrazo de Paz y Bien.

jueves, 1 de junio de 2017

Domingo 4 de Junio - Solemnidad de Pentecostés

Solemnidad de Pentecostés

Hechos 2,1-11.

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. 
De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. 
Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. 
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. 
Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. 
Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. 
Con gran admiración y estupor decían: "¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? 
¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? 
Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, 
en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, 
judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios". 

Salmo  Responsorial 104(103),1ab.24ac.29bc-30.31.34.

¡Bendice al Señor, alma mía:
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
¡Qué variadas son tus obras, Señor!
la tierra está llena de tus criaturas!

Si les quitas el aliento,
expiran y vuelven al polvo.
Si envías tu aliento, son creados, 
y renuevas la superficie de la tierra.

¡Gloria al Señor para siempre, 
alégrese el Señor por sus obras!
que mi canto le sea agradable, 
y yo me alegraré en el Señor. 

Primera Carta a los Corintios de Roma 12,3b-7.12-13.

Hermanos: 
Nadie puede decir: «Jesús es el Señor», si no está impulsado por el Espíritu Santo.
Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu.
Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. 
Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. 
En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. 
Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. 
Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo  Espíritu. 

Evangelio de Nuestro Señor Según San Juan 20,19-23.

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". 
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. 
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". 
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo. 
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan". 

Oración para obtener los siete dones del Espíritu Santo
El árbol de la vida, 49 (rev.)
Rogamos, pues, al clementísimo Padre por medio de ti, su Unigénito, hecho hombre por nuestro amor, crucificado y glorificado, que de sus tesoros envíe sobre nosotros el Espíritu de la gracia septiforme, el cual descansó en ti en toda su plenitud. El espíritu de Sabiduría para que gustemos el fruto del árbol de la vida que eres Tú y los sabores que recrean la vida. El don del Entendimiento con que sean esclarecidos los ojos de nuestra mente. El don del Consejo para caminar, siguiendo tus pisadas, por las sendas de la rectitud. El don de la Fortaleza para triunfar de la violencia de los enemigos que nos combaten. El don de la Ciencia para que, alumbrados con los fulgores de la sacra doctrina, hagamos juicio recto del bien y del mal. El don de la Piedad para vestimos de las entrañas de misericordia. El don de Temor con que, apartándonos de todo lo malo, dulcemente reposemos en la sujeción reverencial a tu eterna Majestad. Estas cosas nos enseñaste a pedir en esa santa oración, y éstas te suplicamos ahora, por tu cruz, nos alcances para gloria de tu santísimo nombre, al cual con el Padre y el Espíritu Santo sea todo honor y gloria, el hacimiento de gracias, el loor y el imperio por infinitos siglos de siglos. Amén

Fraterno Abrazo de Paz y Bien.