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domingo, 24 de septiembre de 2017

Comienza Novena a San Francisco De Asís

Aquí el enlace a la Novena de San Francisco De Asís 

LA VÍA DE LA CONVERSIÓNEN SAN FRANCISCO DE ASÍS
«El Señor me llevó entre los leprosos»
por Lázaro Iriarte, OFMCap
LA EXPERIENCIA SUPREMA (y II)
La Vida I de Celano nos describe a Francisco, ebrio de gozo por la libertad nueva que ahora [después de la renuncia hecha ante el obispo] gustaba su espíritu, pregonando su dicha en francés bosque adelante; los ladrones lo arrojan en una hoya de nieve; se levanta y sigue cantando con mayor gozo las alabanzas del Creador. Va a pedir trabajo a una abadía, y allí tiene que probar desnudez y hambre, en tal grado, que se ve precisado a tentar mejor acogida en otra parte. En Gubbio un amigo le proporciona el vestido indispensable; por fin, sigue el biógrafo, «se trasladó a los leprosos; vivía con ellos, sirviéndoles a todos con suma diligencia por Dios; lavábales las llagas pútridas y se las curaba» (1 Cel 17; LM 2,6).
Fue su noviciado. Y sería también el noviciado de sus primeros seguidores. Persuadido de que Cristo acaba por revelarse siempre a quien le busca en el pobre, en el humilde y paciente, les ofrecerá como un regalo esa experiencia tan rica para él de dulces consecuencias. «Durante el día trabajaban con sus manos, los que sabían hacerlo, morando en las leproserías, o en otros lugares honestos, sirviendo a todos humilde y devotamente» (1 Cel 39).
El Espejo de Perfección (EP 44) nos ofrece un notable testimonio de la pedagogía evangélica empleada por el joven fundador con los novicios: «En los principios de la orden quiso que los hermanos moraran en los hospitales de los leprosos para servir a éstos, con el fin de que allí se fundamentaran en la santa humildad. Y así, cuando pretendían entrar en la orden, fuesen nobles o plebeyos, entre otras cosas se les comunicaba sobre todo que debían consagrarse al servicio de los leprosos y vivir con ellos en los lazaretos». El fruto que Francisco pretendía era la conversión mediante la convivencia fraterna con los leprosos.
Los primeros franciscanos establecidos en tierras germánicas comenzaron asimismo morando en las leproserías. Salimbene conoció todavía religiosos que servían a los enfermos en los hospitales. Y san Buenaventura, en uno de sus sermones sobre san Francisco, dice: «Él y sus hermanos socorrían y servían a los enfermos, mendigaban el alimento para ellos o lo procuraban trabajando con sus manos; moraban en los hospitales y en las leproserías, y compartían su suerte con los indigentes que no podían proporcionarse el sustento, sirviéndoles y ayudándoles».
Pero parece que no todos estaban para llevar con alegría semejante heroísmo. Por un recuerdo de fray Conrado de Offida sabemos de una «tentación» de fray Rufino -¡le proporcionaba tantas su timidez!-, quien no podía hacerse a la idea de que los hermanos anduvieran recorriendo de aquella manera las leproserías, sin sosiego para la oración; ¿no era más seguro el género de vida de san Antonio y demás anacoretas? Y le asaltaban dudas sobre la sensatez del fundador.
Por lo que hace a san Francisco, sabemos por Celano que, al final de su vida, gastado el cuerpo de fatigas, maceraciones y vivencias místicas, sentíase aún con arrestos de conversión y añoraba el primer sabor de su donación juvenil a los necesitados: «Pensaba siempre en nuevos arranques de mayor perfección..., en acometer nuevas empresas al servicio de Cristo... Anhelaba ardorosamente volver a la humildad de los comienzos... Quería volver otra vez al servicio de los leprosos y verse despreciado como en otro tiempo» (1 Cel 103). 


PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

En la última Cena, después que Jesús lavó los pies a los apóstoles, les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis» (Jn 13,12-15).

Pensamiento franciscano:

De las Admoniciones de san Francisco: «No he venido a ser servido, sino a servir, dice el Señor. Aquellos que han sido constituidos sobre los otros, gloríense de esa prelacía tanto, cuanto si hubiesen sido destinados al oficio de lavar los pies a los hermanos. Y cuanto más se turban por la pérdida de la prelacía que por la pérdida del oficio de lavar los pies, tanto más acumulan en la bolsa para peligro de su alma (cf. Jn 12,6)» (Adm 4).

Orar con la Iglesia:

Presentemos nuestras súplicas al Padre, recordando el momento en que el Verbo de Dios se abajó, se hizo carne y habitó entre nosotros.

-Por la Iglesia santa de Dios: para que reciba en su corazón y en su mente al Verbo divino a ejemplo de María, la Virgen creyente.

-Por todos aquellos a los que todavía no ha sido anunciado el Evangelio: para que Dios les envíe mensajeros de su palabra.

-Por los enfermos y los que sufren por cualquier causa: para que reciban con esperanza el anuncio de la encarnación y cercanía del Hijo de Dios.

-Por todos los creyentes: para que, atentos a la palabra de Dios, estemos siempre decididos a hacer su voluntad.

Oración: Dios Padre nuestro, acuérdate con bondad de tu Iglesia y de cuantos confiamos en la intercesión de aquella que fue anunciada como Madre virginal de tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


PIEDRAS DEL EDIFICIO ETERNO
De los escritos de san Pío de Pietrelcina

Mediante asiduos golpes de cincel salutífero y cuidadoso despojo, el divino Artífice busca preparar piedras para construir un edificio eterno, como nuestra madre la santa Iglesia Católica, llena de ternura, canta en el himno del oficio de la dedicación de una iglesia [«¡Oh hermosas piedras bien labradas, / prueba tras prueba, golpe a golpe! / Cómo se ajustan en sus puestos / bajo la mano del artífice, / y permanecen duraderas / en los sagrados edificios»]. Y así es en verdad.

Toda alma destinada a la gloria eterna puede ser considerada una piedra constituida para levantar un edificio eterno. Al constructor que busca erigir una edificación le conviene ante todo pulir lo mejor posible las piedras que va a utilizar en la construcción. Lo consigue con el martillo y el cincel. Del mismo modo el Padre celeste actúa con las almas elegidas que, desde toda la eternidad, con suma sabiduría y providencia, han sido destinadas para la erección de un edificio eterno.

El alma, si quiere reinar con Cristo en la gloria eterna, ha de ser pulida con golpes de martillo y cincel, que el Artífice divino usa para preparar las piedras, es decir, las almas elegidas. ¿Cuáles son estos golpes de martillo y cincel? Hermana mía, las oscuridades, los miedos, las tentaciones, las tristezas del espíritu y los miedos espirituales, que tienen un cierto olor a enfermedad, y las molestias del cuerpo.

Dad gracias a la infinita piedad del Padre eterno que, de esta manera, conduce vuestra alma a la salvación. ¿Por qué no gloriarse de estas circunstancias benévolas del mejor de todos los padres? Abrid el corazón al médico celeste de las almas y, llenos de confianza, entregaos a sus santísimos brazos: como a los elegidos, os conduce a seguir de cerca a Jesús en el monte Calvario. Con alegría y emoción observo cómo actúa la gracia en vosotros.

No olvidéis que el Señor ha dispuesto todas las cosas que arrastran vuestras almas. No tengáis miedo a precipitaros en el mal o en la afrenta de Dios. Que os baste saber que en toda vuestra vida nunca habéis ofendido al Señor que, por el contrario, ha sido honrado más y más.

Si este benevolentísimo Esposo de vuestra alma se oculta, lo hace no porque quiera vengarse de vuestra maldad, tal como pensáis, sino porque pone a prueba todavía más vuestra fidelidad y constancia y, además, os cura de algunas enfermedades que no son consideradas tales por los ojos carnales, es decir, aquellas enfermedades y culpas de las que ni siquiera el justo está inmune. En efecto, dice la Escritura: «Siete veces cae el justo» (Prov 24,16).

Creedme que, si no os viera tan afligidos, me alegraría menos, porque entendería que el Señor os quiere dar menos piedras preciosas... Expulsad, como tentaciones, las dudas que os asaltan... Expulsad también las dudas que afectan a vuestra forma de vida, es decir, que no escucháis los llamamientos divinos y que os resistís a las dulces invitaciones del Esposo. Todas esas cosas no proceden del buen espíritu sino del malo. Se trata de diabólicas artes que intentan apartaros de la perfección o, al menos, entorpecer el camino hacia ella. ¡No abatáis el ánimo!

Cuando Jesús se manifieste, dadle gracias; si se oculta, dadle gracias: todas las cosas son delicadezas de su amor. Os deseo que entreguéis el espíritu con Jesús en la cruz: «Todo está cumplido» (Jn 19,30).


Fuente

http://www.franciscanos.org