El padre Valentín Goldie hace historia en la Clericus Cup
Los equipos esperan la salida a la cancha. Ambas escuadras,
impecablemente vestidas y ordenadas de forma paralela, caminan hacia el
rectángulo de juego. En las tribunas, los hinchas, torcedores o tifosi
(llámelos como quiera) alientan a su equipo con cantos, bombos y hasta
guitarras. El juez llama a los capitanes, realiza el sorteo y comprueba
que todo esté en orden para comenzar el partido. Mira el reloj, se
persigna, pita el inicio y rueda el balón.
Hasta aquí una imagen que podemos ver cada domingo o miércoles en
nuestras pantallas, en el estadio o en cualquier cancha de fútbol
profesional. Pero los jugadores de este partido tienen una
particularidad, son sacerdotes… o seminaristas en camino de serlo. Son
imágenes de la denominada Clericus Cup; un torneo que se realiza todos
los años en Roma y que tiene como objetivo integrar el deporte a la
experiencia de vida del sacerdote y del seminarista. Justamente
sacerdotes y seminaristas son los únicos habilitados a participar de
esta competencia que se realiza desde el año 2007 en Roma, fue creada
por el Cardenal Tarsicio Bertone y organizada y financiada por el propio
Vaticano. Entre los 350 participantes hay jugadores de 65 países, de
los cinco continentes, de las edades, estado físico y capacidad técnica
más variadas; es que lo importante es competir, más que ganar (aunque a
cualquiera que se haya calzado los zapatos de fútbol no le sea tan fácil
discernirlo).

El padre Valentín Goldie recibe su premio a mejor Director Técnico. /Flickr: Centro Sportivo Italiano-Presidenza Nazionale
Y como siempre hay un uruguayo donde ruede una pelota, la Clericus
Cup no es la excepción; en este caso no desde el verde césped sintético
de la cancha donde se juegan los encuentros, sino desde la línea de cal,
desde el banco, como técnico. Su nombre es Valentín Goldie, sacerdote
de la Arquidiócesis de Montevideo, que está realizando un doctorado en
dogmática en la Pontificia Universidad Gregoriana, y que tiene el
orgullo de dirigir el equipo de fútbol del Colegio Pio Latinoamericano,
donde habita con sacerdotes de todo el continente que también están
cursando sus estudios en Roma. Cuando arribó a la capital italiana, hace
dos años, llegó a calzarse los guantes (era uno de los goleros del
equipo), pero confiesa que este año ya le iba a ser complicado afrontar
“comer banco” como él dice, así que prefirió ser el técnico del equipo.
Mal no le fue, el Pio Latinoamericano consiguió un histórico cuarto
puesto, y él fue nombrado mejor técnico del torneo. “Fue muy emotivo, me
dieron como premio un cubre ambón que ahora está vistiendo el templo de
Nuestra Señora de Lourdes en Malvín, la parroquia en la que nací a la
fe” comentó.
Para el padre Valentín la experiencia es sumamente enriquecedora, ya
que todos los jugadores, técnicos y hasta los propios tifosi, se toman
muy en serio los partidos, además comenta entre risas: “Cuantas veces
entrás a una cancha y tenés San Pedro como panorámica”. Muchos equipos
realizan entrenamientos por lo menos una vez a la semana y afrontan los
encuentros con mucha intensidad. “Tenemos que ordenar muy bien los
horarios porque celebramos misa, estudiamos y algunos tienen actividades
pastorales, pero el entrenamiento es necesario” advierte. No solo es
una forma de distraerse un poco, de realizar una actividad deportiva (en
este caso la más popular del mundo), sino también de trabajar en equipo
por una causa e integrarla en esa experiencia vital del sacerdote, de
estar viviendo y estudiando lejos de su diócesis, en muchos casos,
durante tres o más años.
El árbitro da los tres silbatazos que marcan el final, los jugadores
se saludan. Luego de 60 minutos de fútbol están agotados, listos para
una ducha, un refrigerio y descansar un poco. Los espera el estudio, el
trabajo pastoral y la oración.
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