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DÍA 25 DE
JULIO
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* * *
Santos Beato y Banto. Sacerdotes
santos que, en tiempo de san Magnerico, llevaron vida eremítica en
Tréveris (Alemania).
San Cristóbal. Sufrió
el martirio en la región de la antigua Licia (Turquía), a
mediados del siglo III. Según la tradición, fue un gigante que
decidió servir al Señor haciendo la obra caritativa de trasportar
en sus hombros a las personas de una a otra orilla de un gran río. Un
día llevaba a un niño que se le hizo sumamente pesado, y el
Niño le manifestó que era el mismo Jesucristo. Su devoción
se extendió muchísimo y su imagen, con el Niño a hombros,
se hizo muy popular. Se le tomó como patrono de trasportistas y del
apostolado de la carretera.
San Cucufate (o Cugat).
Sufrió el martirio a espada en Barcelona a principios del siglo IV,
durante la persecución del emperador Diocleciano. El gran poeta
cristiano Aurelio Prudencio le dedicó un verso.
Santa Glodesinda. Era hija del duque
Wintrom y nació el año 578. Rehusó dos matrimonios que le
propuso su familia e ingresó en el monasterio de Tréveris, del
que era abadesa su tía Rotilde. Más tardé fundó en
Metz, en terrenos que le dieron sus padres, un monasterio que puso bajo la
Regla de San Benito y del que fue abadesa hasta su muerte, a los 30 años
de edad, en el 608.
San Magnerico. Fue discípulo
del obispo de Tréveris (Alemania) san Niceto, a quien
acompañó fielmente cuando éste fue desterrado y al que
emuló, al sucederle en la sede episcopal, en el celo por la
salvación de las almas. Murió el año 596.
Santa Olimpiades (u Olimpias).
Nació en Constantinopla de familia acomodada, bien relacionada incluso
con el emperador, en la década de los 360. Recibió una esmerada
educación y contrajo matrimonio, pero quedó viuda siendo
aún muy joven. Rehusó nuevas nupcias y decidió consagrarse
a las obras de piedad y de caridad permaneciendo entre las mujeres consagradas
a Dios. Se dedicó a asistir a los pobres y a colaborar fielmente con san
Juan Crisóstomo, a quien acompañó incluso durante su
destierro. Murió en Nicomedia de Bitinia (Turquía) el año
408.
San Teodomiro de Córdoba.
Cuenta su martirio san Eulogio de Córdoba. Teodomiro era natural de
Carmona (Sevilla), y abrazó la vida monástica en su misma ciudad
natal o en Córdoba donde, siendo aún joven, se presentó
ante las autoridades musulmanas para profesar su fe cristiana. Fue martirizado
de inmediato. Era el año 851.
Santa Valentina, santa Tea y san
Pablo. Sufrieron el martirio en Cesarea de Palestina el año 308,
durante la persecución llevada a cabo en tiempo del emperador Maximiano.
Valentina, virgen, había derribado a puntapiés un altar dedicado
a los ídolos paganos, por lo que, después de someterla a crueles
tormentos, la arrojaron viva, junto con Tea, también virgen, a una
hoguera. Pablo, condenado a muerte, consiguió un breve espacio de tiempo
para orar y pedir con todo el corazón a Dios la salvación de
todos. Luego fue decapitado.
Beatos Ángel de San José y Vicente de la Cruz,
Carmelitas descalzos. Al estallar en España la persecución religiosa de
1936, los dos pertenecían a su comunidad de Tarragona. Buscaron refugio
donde pudieron, pero el 25 de julio de 1936 los detuvieron los
milicianos y los fusilaron en el muelle de Tarragona. Ángel de San José
nació en L'Espluga de Francolí (Tarragona) en 1896. Profesó el año 1921
como hermano laico en Tucson (USA), donde trabajó especialmente en la
pastoral juvenil. En 1934 fue destinado a Tarragona como portero.
Vicente de la Cruz nació en Vallat (Castellón) en 1908. Hizo la
profesión temporal en 1924 y en 1930 fue destinado a Washington, donde
recibió la ordenación sacerdotal en 1934. En 1935 lo destinaron a
Tarragona como profesor. Era observante, con una atención especial a la
liturgia, y con gran dedicación a los niños y a los pobres.-
Beatificados el 13-X-2013.
Beatos Antonio Varona Ortega y 3
compañeros mártires, Dominicos. El 25 de julio de 1936,
apenas iniciada en España la persecución religiosa, estos cuatro
religiosos apresados en Nambroca (Toledo), fueron fusilados junto a la
estación ferroviaria de Algodor (Madrid). Antonio Varona
nació en Zumel (Burgos) en 1901, y profesó en 1918. En 1922 lo
enviaron a Estados Unidos, donde completó los estudios de
teología e hizo cursos superiores de pedagogía. En 1926 fue
ordenado sacerdote y aquel mismo año llegó a Filipinas, donde fue
un gran profesor. Regresó a España en 1933 enfermo de
tuberculosis, enfermedad que sobrellevó con gran resignación,
mansedumbre y dulzura. Higinio Roldán nació en Ollogoyen
(Navarra) en 1895; de joven se dedicó a faenas del campo y otros
menesteres de la familia. Comenzó el noviciado como hermano cooperador
en 1921, pero tuvo que interrumpirlo para cumplir el servicio militar. Su
último destino fue Nambroca, donde llevó la
administración. Era afable, generoso, entregado a la oración.
Juan Crespo nació en Villada (Palencia) en 1895, profesó
como hermano cooperador en 1919 y se dedicó a tareas de procurador y
administrador. Enseñaba el catecismo a los obreros. José Luis
Palacio nació en Tiñana, Siero (Asturias) en 1870,
profesó en 1895 y fue ordenado sacerdote en 1899. Llevado de su
espíritu misionero estuvo en Perú hasta 1921. Ya en
España, ejerció el sagrado ministerio en diversas casas.
Beato Bernardo Vendrell. Nació en Sant Esteve d'Ordal
(Barcelona) en 1878. Profesó como hermano laico en los benedictinos de
Montserrat en 1900. Ejerció los oficios de herrero y sacristán. Se
distinguió por su discreción y fidelidad, y por su observancia de la Regla.
Desatada la persecución religiosa, el 25 de julio de 1936 se dirigió a su
pueblo natal; en un control de la carretera declaró sin titubeos que era
monje de Montserrat; lo asesinaron a la salida de Gélida, en la misma
carretera. Beatificado el 13-X-2013.
Beato Darío Acosta Zurita.
Nació en Naolinco (Veracruz, México) el año 1908.
Huérfano de padre y con cuatro hermanos, tuvo que ayudar a los suyos.
Mons. Rafael Guizar no quería llevárselo al seminario por no
dejar a su madre desamparada, pero fue ésta la que lo ofreció
generosamente. Se ordenó de sacerdote el 25 de abril de 1931. Lo
destinaron como vicario a la parroquia de la Asunción de Veracruz.
Iniciada la persecución religiosa, el 25 de julio de 1931, a los tres
meses de su ordenación sacerdotal, cuando acababa de bautizar a un
niño, lo alcanzaron las balas de unos soldados que habían
asaltado la iglesia, y murió. Tenía 23 años. Fue
beatificado el 2005.
Beatos Deogracias Palacios y
compañeros mártires. El 25 de julio de 1936 fueron
sacrificados en Motril (Granada, España) cinco religiosos agustinos
recoletos, miembros de la comunidad que trabajaba en aquella ciudad. Temprano,
una masa de exaltados, llenos de odio a la religión, incendió el
convento y acribilló a tiros en la vía pública a los cinco
mártires. Éstos son sus nombres, los cuatro primeros eran
sacerdotes y el quinto religioso profeso: Deogracias Palacios,
nació en Baños de Valdearados (Burgos) en 1901 y vistió el
hábito de los agustinos en Ágreda (Soria); León
Inchausti, nació en Ajánguiz (Vizcaya) en 1859 y a los 19
años ingresó en los agustinos recoletos; José Rada,
nació en Tarazona (Zaragoza) en 1861 e hizo su profesión simple
en 1878; Julián Moreno, nació en Alfaro (La Rioja) en 1871
y en 1887 hizo la profesión en manos de su tío san Ezequiel
Moreno; José Ricardo Díez, nació en Camposalinas
(León) en 1909 y comenzó su primer noviciado (hizo un segundo) en
1925.
Beato Dionisio Pamplona Polo.
Nació en Calamocha, provincia de Teruel (España), el año
1868. Vistió el hábito de los Clérigos Regulares de las
Escuelas Pías en 1882 y se ordenó de sacerdote en 1893. Luego se
dedicó a la tarea educadora, propia de los escolapios, en diferentes
colegios de su Orden. Estuvo trabajando unos años en Argentina, y
también ejerció el apostolado parroquial. Al estallar la guerra y
la persecución religiosa de España, sufrió muchas
angustias y peripecias hasta que, después de hacer la señal de la
cruz y gritar: «¡Viva Cristo Rey!», lo fusilaron en
Monzón (Huesca) el año 1936.
Beatos Eduardo del Niño
Jesús y Gabriel de la Anunciación. El 20 de julio de 1936,
cuando estalló en España la persecución religiosa, estos
dos Carmelitas Descalzos estaban ocasionalmente en Tiana (Barcelona). Se
refugiaron en una casa particular, pero el 25-VII-1936 los arrestaron en un
registro, los llevaron a Montcada y allí los fusilaron. Eduardo
nació en Torms (Lérida) en 1897. Hizo la profesión en
1913. Fue ordenado sacerdote, con dispensa de edad, en 1920. Estuvo en
México y Estados Unidos hasta 1933, en que lo destinaron a Barcelona
como profesor de teología. El 1936 fue elegido prior de Tarragona.
Gabriel nació en Valls (Tarragona) en 1908. Hizo la
profesión en 1924. En 1929 lo enviaron a Roma, donde se ordenó
sacerdote en 1932. Se especializó en historia de su Orden. Para cumplir
el servicio militar en las misiones extranjeras, marchó al Monte Carmelo
(Israel). Después estudió y enseñó en la Escuela
Apostólica Vaticana. Vino a España de vacaciones.
Beato Enrique Morante. Nació
en Lérida el año 1896. Profesó en la Orden de la Merced en 1915 y fue
ordenado sacerdote en 1924. Tuvo varios destinos y pasó unos años en
Puerto Rico. Fue maestro de sus estudiantes profesos, le encargaron la
catequesis y la asistencia a los pobres y enfermos, se tomó muy en serio
la práctica de la caridad cristiana. Lo destinaron a Lérida en 1936 y,
al desatarse la persecución religiosa, se refugió en casa de sus padres.
El 25 de julio de 1936 fue sorprendido por los milicianos en los
alrededores de la ciudad y lo mataron en la plaza de la estación del
tren. Beatificado el 13-X-2013.
Beatos Federico Rubio Álvarez y
compañeros mártires. La Orden Hospitalaria de San Juan de
Dios abrió en 1935 una escolanía misionero-hospitalaria con
finalidad vocacional en Talavera de la Reina (Toledo, España). El 25 de
julio de 1936, los milicianos registraron una vez más la casa religiosa
y se llevaron a los 4 hermanos, que fueron objeto de burlas y malos tratos por
parte de la plebe. Tras un simulacro de juicio popular, los llevaron a las
afueras del pueblo y los fusilaron. Éstos son sus nombres, el primero
era sacerdote y los otros tres hermanos profesos: Federico Rubio
Álvarez, nacido en Benavides (León) en 1862; Primo
Martínez de San Vicente Castillo, nacido en San Román de
Campeza (Álava) en 1869; Jerónimo Ochoa Urdangarín,
nacido en Goñi (Navarra) y Juan de la Cruz Delgado Pastor, nacido
en Puebla de Alcocer (Badajoz) en 1914.
Beatos Ildefonso M. Civil y Francisco de Paula Sánchez,
Benedictinos. Iniciada en España la persecución religiosa de 1936, estos
dos monjes de Montserrat dejaron el monasterio el 25 de julio de 1936 y
buscaron refugio en Molins de Rey (Barcelona), en casa de familiares
suyos. Aquel mismo día fueron detenidos por los milicianos y se cree que,
como solía hacerse entonces, fueron asesinados en los pozos de Can
Campmany de Santa Creu de Olorde. Ildefonso M. Civil nació en Molins
de Rey en 1889. Desde niño manifestó buenas aptitudes para la música, en
la que se perfeccionó en Barcelona y París. Cumplido el servicio militar,
ingresó en Montserrat, y emitió la primera profesión como hermano laico
en 1916. Fue maestro de música en la escolanía y secretario particular del
abad. Francisco de Paula Sánchez nació en Barcelona el año 1880. Hizo
la primera profesión en 1905 y empezó los estudios eclesiásticos que una
grave enfermedad le impidió continuar, por lo que se quedó como
hermano laico. Tenía cualidades para la música y trabajó en la Schola
cantorum.- Beatificados el 13-X-2013.
Beato Jesús Massanet. Nació en
Capdepera (Mallorca) en 1899, de familia muy acomodada. Vistió el
hábito mercedario en 1917 y fue ordenado sacerdote en 1923. Hizo un gran
apostolado, como capellán militar, en la campaña del Rif. Fue
predicador fervoroso en sus sermones de misión, en las pláticas de los
jueves eucarísticos y en las horas santas. Era morador de Lérida y tuvo
que buscar refugio fuera del convento cuando estalló la persecución
religiosa. El 25 de julio de 1936 lo encontraron los milicianos por
denuncia de una vecina, y lo acribillaron a balazos en plena calle.
Beatificado el 13-X-2013.
Beato José Benito y
compañeros mártires. Son 5 Hermanos de las Escuelas
Cristianas: José Benito, Mariano León, Vicente Justino, Arnoldo
Julián y Benedicto José. Todos ellos pertenecían a la
comunidad de Montcada (Barcelona) cuando en 1936 se desató la
persecución religiosa en España. Al tener que dejar el convento,
los cuatro primeros se escondieron en una finca de D. Pedro Garau, pero, el 25
de julio de 1936, los milicianos los detuvieron y dijeron que los
llevarían a Francia, sin embargo los llevaron al cementerio del pueblo y
allí los acribillaron a balazos. El quinto de los hermanos, Benedicto
José, buscó refugio por su parte, pero también fue
detenido y fusilado en la misma fecha junto al río Besós.
José Benito nació en Mieras (Gerona) en 1913 y tomó el
hábito religioso en 1929. Mariano León nació en
Viñambres de Valduerna (León) en 1910 y tomó el
hábito religioso en 1927. Vicente Justino nació en
Piedrahita de Muño (Burgos) en 1912 y tomó el hábito
religioso en 1929. Arnoldo Julián nació 1902 en Abastas
(Palencia) y tomó el hábito religioso en 1918. Benedicto
José nació en Capsanes (Tarragona) en 1903 y tomó el
hábito religioso en 1919.
Beato José Garriga. Nació en Cabra del Camp (Tarragona) en
1872. Ordenado sacerdote en 1899, ejerció el ministerio en Reus, Cambrils
y por último en Montbrió del Camp. Fue un verdadero padre de los pobres,
tanto material como espiritualmente, cuidó con esmero el catecismo,
dedicó muchas horas al confesonario. Al estallar la persecución religiosa,
buscó refugio en Reus. El 25 de julio de 1936 los milicianos lo detuvieron,
lo maltrataron con sevicia y lo mataron a tiros junto a la puerta del
santuario de Ntra. Sra. de la Misericordia de Reus; luego quemaron su
cadáver. Beatificado el 13-X-2013.
Beato José López
Tascón, dominico. Nació en Aviados (León) en 1896,
profesó en 1914 y recibió la ordenación sacerdotal en
1921. Fue escritor y profesor. En 1930 lo destinaron al convento de Atocha en
Madrid. El 20-VII-1936, tras el asalto al convento, lo hirieron gravemente en
la calle; al día siguiente, el personal de la Cruz Roja lo condujo a un
hospital de la calle Navas de Tolosa, donde dio muestras de resignación
y aceptación del sufrimiento. Lo atendió una dominica de la
Anunciata, y un dominico le administró los sacramentos. Y allí
murió el 25-VII-1936 ofreciendo su vida a Dios por la paz de
España y la conversión de sus perseguidores.
Beatos Juan de Jesús y Bartolomé de la Pasión.
Estos carmelitas descalzos de la comunidad de Lérida, cuando empezó la
persecución religiosa, se escondieron en los alrededores del convento.
Días después, buscando un lugar más seguro, marcharon hacia Alcarràs,
pero enseguida fueron descubiertos por un grupo de milicianos. Cuando
confesaron que eran "frailes de Santa Teresita", les dispararon, y
murieron en el acto. Era el 25 de julio de 1936. Juan de Jesús
nació en Vich (Barcelona) en 1907. Tuvo bastante relación con los
franciscanos de su barrio. Profesó en los carmelitas en 1923. Ordenado
sacerdote en 1930, fue destinado al santuario de Santa Teresita de
Lérida, entonces en construcción. Allí se dedicó a la administración de
la revista "Lluvia de Rosas" y a la catequesis infantil. Bartolomé de la Pasión
nació en Pla de Cabra, hoy Pla de Santa María (Tarragona), en 1894.
Profesó en los carmelitas, co!
mo hermano laico, en 1921. Después estuvo en los nuevos conventos de
Badalona y Lérida participando en las obras de construcción. Siempre
mantuvo un espíritu alegre. Beatificados el 13-X-2013.
Beato Juan Soreth. Nació en
Caen (Francia) el año 1394. Vistió el hábito carmelita en
su ciudad natal, y recibió la ordenación sacerdotal hacia 1417.
Ejerció muchos cargos de responsabilidad: maestro de teología en
París, regente de estudios, provincial de Francia (1440-51) y Prior
General de su Orden de 1451 hasta su muerte. Desarrolló una incansable
labor reformadora en un periodo crítico para la Iglesia y para su Orden.
Recorrió Europa para promover la «observancia».
Escribió un comentario a la Regla y publicó las Constituciones de
1462. También contribuyó considerablemente al desarrollo y
establecimiento de las monjas carmelitas, y al florecimiento de la Tercera
Orden Secular Carmelita. Murió en Angers (Francia) el año 1471.
Beato Miguel Luis Brulard.
Nació en Chartres el año 1758. Estudió teología en
la Universidad de París, pero en 1772 ingresó en los carmelitas
descalzos de Charenton y se ordenó de sacerdote. Se negó a seguir
las directrices de la Revolución Francesa, por lo que lo arrestaron en
1793. Condenado a la deportación, lo embarcaron en el pontón Les
Deux Associés, anclado en la costa de Rochefort. Los compañeros
de prisión lo tuvieron por un verdadero ángel de aliento y de
paz. Exhausto por las condiciones inhumanas del lugar, murió de
pulmonía en 1794.
Beato Miguel Peiró Victori.
Nació en Aiguafreda (Barcelona) el año 1887. Contrajo matrimonio
en 1915 con Francisca Ribes y tuvieron dos hijos. Ingresó en la Orden
seglar dominicana. Trabajó en una fábrica de tejidos y
colaboró en un círculo de obreros católicos. Fue a
Barcelona en busca de su hermano el beato Ramón Peiró.
Regresó a Hospitalet de Llobregat, donde vivía, y allí
fueron los milicianos a buscarlo a él y a su hijo fray José,
dominico. Se lo llevaron y poco después se oyeron unos disparos que le
causaron la muerte. Era el 25 de julio de 1936. Fue beatificado el año
2007.
Beatos Pedro Largo Redondo y
compañeros mártires. Pedro del Sagrado Corazón Largo
Redondo, sacerdote, Félix de las Cinco Llagas Ugalde Irurzum y Benito de
la Virgen del Villar Solana Ruiz, religiosos, de la Congregación de la
Pasión, formaban parte de la comunidad de pasionistas de Daimiel (Ciudad
Real). Varios miembros de esta comunidad fueron martirizados en otras fechas.
Los tres que ahora conmemoramos fueron fusilados por lo milicianos el 25 de
julio de 1936 en Urda, provincia de Toledo (España), sin otro motivo que
su condición de religiosos. Pedro nació en Alda de los
Cardaños (Palencia) en 1907 y se ordenó de sacerdote en 1932.
Félix nació en Mendigorría (Navarra) en 1915, y
cuando lo martirizaron era estudiante y tenía veinte años.
Benito nació Cintruénigo (Navarra) en 1898, era hermano
profeso y había estado varios años en Cuba y en México.
Beatos Rodolfo Aquaviva y
compañeros mártires. Son cinco jesuitas masacrados por los
paganos en la península de Salsette, junto a Goa, en la India, el 25 de
julio de 1583. Los misioneros contaban con el apoyo de las autoridades
portuguesas, pero los nativos estaban disgustados por la destrucción de
sus templos e ídolos, y los asaltaron cuando iban a abrir una residencia
para los misioneros. Éstos son los mártires, los cuatro primeros
eran sacerdotes, y el quinto hermano profeso: Rodolfo Acquaviva
nació en Atri, reino de Nápoles (Italia), en 1550, hijo del duque
de Atri; Alfonso Pacheco nació en Minaya (Albacete,
España) en 1551; Pedro Berna nació en Ascona (Ticino,
Suiza) en 1553; Antonio Francisco nació en Coimbra (Portugal) en
1553; y Francisco Aranha era también portugués y
había ido a la India con su tío, el primer obispo de Goa, donde
ingresó en la Compañía de Jesús.
Beato Tomás Carbonell. Nació
en Jijona (Alicante) en 1888. Profesó en la Orden de la Merced en 1908.
Fue ordenado sacerdote en 1911. Lo destinaron a la enseñanza, y se
reveló como un gran educador. En el ministerio de la palabra fue
elocuente e incansable. Desempeñó cargos de autoridad. Al frente del
reformatorio de Godella, supo ser padre y amigo de los muchachos. Como
provincial, renovó la forma de gobernar. El 21-VII-1936, estando de
visita en Lérida, se cerró el convento a causa de la persecución. Él se
refugió en casa de un sacerdote, de donde lo sacaron los milicianos que
lo asesinaron a sólo unos pasos, en plena calle; era el 25 de julio de
1936. Beatificado el 13-X-2013.
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PARA TENER EL
ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento
bíblico:
A raíz de la petición de la
madre de los Zebedeos a Jesús, éste dijo a sus apóstoles:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los
grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera
ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser
primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre
no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por
muchos» (Mt 20,25-28).
Pensamiento
franciscano:
San Francisco escribió a todos los
fieles: «Amemos a Dios y adorémoslo con corazón puro y mente
pura, porque Él mismo, buscando esto sobre todas las cosas, dijo: Los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y
verdad» (2CtaF 19).
Orar con la
Iglesia:
Oremos a Dios, Padre todopoderoso, y
pidámosle que derrame de continuo sobre su pueblo los beneficios de su
misericordia.
-Por la santa Iglesia de Dios: para que
anuncie a todos con humidad y valentía el mensaje apostólico del
Reino.
-Por la Conferencia Episcopal
Española: para que el Espíritu Santo la ilumine y guíe en
sus deliberaciones y decisiones.
-Por todas las regiones de nuestra
nación: para que construyamos una convivencia justa y pacífica a
través del diálogo y la mutua comprensión.
-Por todos los que se ven forzados a vivir
alejados de su patria: para que no vacile su fe y sus buenas costumbres, y
encuentren amor y acogida.
Oración: Escucha, Señor, la
oración de tu Iglesia que está en España, que reconoce al
apóstol Santiago como su patrono e intercesor, y danos salud, trabajo,
paz, solidaridad y aprecio mutuo entre todos sin excepción. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
* * *
SANTIAGO EL MAYOR,
APÓSTOL
De la catequesis de S. S. Benedicto XVI en la audiencia general del miércoles 21-VI-2006
Las listas bíblicas de los Doce
mencionan dos personas con este nombre: Santiago, el hijo de Zebedeo, y
Santiago, el hijo de Alfeo, que por lo general se distinguen con los apelativos
de Santiago el Mayor y Santiago el Menor. Santiago el Mayor, juntamente con
Pedro y Juan, pertenece al grupo de los tres discípulos privilegiados
que fueron admitidos por Jesús a los momentos importantes de su vida.
Dado que hace mucho calor, quisiera
abreviar y mencionar ahora sólo dos de estas ocasiones. Santiago pudo
participar, juntamente con Pedro y Juan, en el momento de la agonía de
Jesús en el huerto de Getsemaní y en el acontecimiento de la
Transfiguración de Jesús. Se trata, por tanto, de situaciones muy
diversas entre sí: en un caso, Santiago, con los otros dos
Apóstoles, experimenta la gloria del Señor, lo ve conversando con
Moisés y Elías, y ve cómo se trasluce el esplendor divino
en Jesús; en el otro, se encuentra ante el sufrimiento y la
humillación, ve con sus propios ojos cómo el Hijo de Dios se
humilla haciéndose obediente hasta la muerte.
Ciertamente, la segunda experiencia
constituyó para él una ocasión de maduración en la
fe, para corregir la interpretación unilateral, triunfalista, de la
primera: tuvo que vislumbrar que el Mesías, esperado por el pueblo
judío como un triunfador, en realidad no sólo estaba rodeado de
honor y de gloria, sino también de sufrimientos y debilidad. La gloria
de Cristo se realiza precisamente en la cruz, participando en nuestros
sufrimientos.
Esta maduración de la fe fue llevada
a cabo en plenitud por el Espíritu Santo en Pentecostés, de forma
que Santiago, cuando llegó el momento del testimonio supremo, no se
echó atrás. Al inicio de los años 40 del siglo I, el rey
Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, como nos informa san Lucas,
«por aquel tiempo echó mano a algunos de la Iglesia para
maltratarlos e hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan»
(Hch 12, 1-2). La concisión de la noticia, que no da ningún
detalle narrativo, pone de manifiesto, por una parte, que para los cristianos
era normal dar testimonio del Señor con la propia vida; y, por otra, que
Santiago ocupaba una posición destacada en la Iglesia de
Jerusalén, entre otras causas por el papel que había
desempeñado durante la existencia terrena de Jesús.
Una tradición sucesiva, que se
remonta al menos a san Isidoro de Sevilla, habla de una estancia suya en
España para evangelizar esa importante región del imperio romano.
En cambio, según otra tradición, su cuerpo habría sido
trasladado a España, a la ciudad de Santiago de Compostela.
Como todos sabemos, ese lugar se convirtió en objeto de gran veneración y sigue siendo meta de numerosas peregrinaciones, no sólo procedentes de Europa sino también de todo el mundo. Así se explica la representación iconográfica de Santiago con el bastón del peregrino y el rollo del Evangelio, características del apóstol itinerante y dedicado al anuncio de la «buena nueva», y características de la peregrinación de la vida cristiana.
Por consiguiente, de Santiago podemos
aprender muchas cosas: la prontitud para acoger la llamada del Señor
incluso cuando nos pide que dejemos la «barca» de nuestras
seguridades humanas, el entusiasmo al seguirlo por los caminos que él
nos señala más allá de nuestra presunción ilusoria,
la disponibilidad para dar testimonio de él con valentía, si
fuera necesario hasta el sacrificio supremo de la vida. Así, Santiago el
Mayor se nos presenta como ejemplo elocuente de adhesión generosa a
Cristo. Él, que al inicio había pedido, a través de su
madre, sentarse con su hermano junto al Maestro en su reino, fue precisamente
el primero en beber el cáliz de la pasión, en compartir con los
Apóstoles el martirio.
Y al final, resumiendo todo, podemos decir
que el camino no sólo exterior sino sobre todo interior, desde el monte
de la Transfiguración hasta el monte de la agonía, simboliza toda
la peregrinación de la vida cristiana, entre las persecuciones del mundo
y los consuelos de Dios, como dice el concilio Vaticano II. Siguiendo a
Jesús como Santiago, sabemos, incluso en medio de las dificultades, que
vamos por el buen camino.
* * *
PARTÍCIPES DE LA
PASIÓN DE CRISTO
San Juan Crisóstomo, Homilía 65, 2-4, sobre el evangelio de san Mateo
Los hijos de Zebedeo apremian a Cristo,
diciéndole: Ordena que se siente uno a tu derecha y el otro a tu
izquierda. ¿Qué les responde el Señor? Para hacerles ver
que lo que piden no tiene nada de espiritual y que, si hubieran sabido lo que
pedían, nunca se hubieran atrevido a hacerlo, les dice: No
sabéis lo que pedís, es decir: «No sabéis
cuán grande, cuán admirable, cuán superior a los mismos
coros celestiales es esto que pedís». Luego añade:
¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de
bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?Es como si les
dijera: «Vosotros me habláis de honores y de coronas, pero yo os
hablo de luchas y fatigas. Este no es tiempo de premios, ni es ahora cuando se
ha de manifestar mi gloria; la vida presente es tiempo de muertes, de guerra y
de peligros».
Pero fijémonos cómo la manera
de interrogar del Señor equivale a una exhortación y a un
aliciente. No dice: «¿Podéis soportar la muerte? ¿Sois
capaces de derramar vuestra sangre?», sino que sus palabras son:
¿Sois capaces de beber el cáliz? Y, para animarlos a ello,
añade: Que yo he de beber. De este modo, la consideración
de que se trata del mismo cáliz que ha de beber el Señor
había de estimularlos a una respuesta más generosa. Y a su
pasión le da el nombre de «bautismo», para significar, con
ello, que sus sufrimientos habían de ser causa de una gran
purificación para todo el mundo. Ellos responden: Lo somos. El
fervor de su espíritu les hace dar esta respuesta espontánea, sin
saber bien lo que prometen, pero con la esperanza de que de este modo
alcanzarán lo que desean.
¿Qué les dice entonces el
Señor? El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os
bautizarán con el bautismo con que yo me voy a bautizar. Grandes son
los bienes que les anuncia, esto es: «Seréis dignos del martirio y
sufriréis lo mismo que yo, vuestra vida acabará con una muerte
violenta, y así seréis partícipes de mi pasión.
Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí
concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi
Padre». Después que ha levantado sus ánimos y ha
provocado su magnanimidad, después que los ha hecho capaces de superar
el sufrimiento, entonces es cuando corrige su petición.
Los otros diez se indignaron contra los
dos hermanos. Ya veis cuán imperfectos eran todos, tanto aquellos
que pretendían una precedencia sobre los otros diez, como también
los otros diez, que envidiaban a sus dos colegas. Pero -como ya dije en otro
lugar- si nos fijamos en su conducta posterior, observamos que están ya
libres de esta clase de aspiraciones. El mismo Juan, uno de los protagonistas
de este episodio, cede siempre el primer lugar a Pedro, tanto en la
predicación como en la realización de los milagros, como leemos
en los Hechos de los apóstoles. En cuanto a Santiago, no vivió
por mucho tiempo; ya desde el principio se dejó llevar de su gran
vehemencia y, dejando a un lado toda aspiración humana, obtuvo bien
pronto la gloria inefable del martirio.
* * *
LA ORACIÓN,
DESARROLLO
DE LA «VIDA DE PENITENCIA» por Kajetan Esser - Engelbert Grau, OFM
Francisco, maestro de
oración (I)
Ya los primeros hermanos pidieron
encarecidamente a san Francisco que «les enseñara a orar».
Francisco aceptó seriamente esta petición y se volcó a la
tarea de educar a sus hermanos en la oración vocal y mental,
invitándoles a dedicarse con celo a la oración desinteresada. En
las Reglas les inculcó repetidamente este deber: «Por eso, los
siervos de Dios deben perseverar siempre en la oración o en alguna obra
buena» (1 R 7,12). Dado que el trabajo, sin excluir el manual, ocupaba un
gran papel en la vida de los Hermanos Menores y, por ello, existía el
riesgo de que los hermanos se perdieran en sus ocupaciones, malogrando con ello
la unión viva con Dios, Francisco determinó en la Regla
definitiva la exhortación áurea, valedera para siempre, que Clara
transcribió para sus hermanas: «Los hermanos a quienes el
Señor ha dado la gracia de trabajar, trabajen fiel y devotamente, de tal
suerte que, desechando la ociosidad, enemiga del alma, no apaguen el
espíritu de la santa oración y devoción, al cual las
demás cosas temporales deben servir» (2 R 5,1-2; RCl 7).
Además, la carta de san Francisco a
san Antonio de Padua nos demuestra que, con la anterior exhortación,
Francisco no se refería únicamente al trabajo manual. Dice, en
efecto: «Me agrada que enseñes sagrada teología a los
hermanos, con tal que, en el estudio de la misma, no apagues el espíritu
de oración y devoción, como se contiene en la Regla».
Francisco quiere, por tanto, que cualquier trabajo y cualquier ocupación
de sus hermanos estén impregnados por el espíritu de
oración y que éstos, en todo cuanto hacen, se consagren por
entero a Dios, para convertirse en un único sacrificio a Dios y,
así, darle gloria.
Con esto queda ya expuesto lo esencial
sobre la enseñanza de san Francisco respecto a la oración. Se
trata, ante todo, de que el hombre, completamente purificado, se vacíe
de sí mismo para que Dios pueda tomar posesión plena de
él; Francisco expresa esto de forma inimitablemente breve en la Regla a
los hermanos -y Clara repite con fidelidad estas palabras a sus hermanas-:
«Los hermanos atiendan a que sobre todas las cosas deben desear tener el
Espíritu del Señor y su santa operación, orar siempre a
él con puro corazón...» (2 R 10,8-9; RCl 10).
Tanto Francisco como Clara exponen en el
mismo capítulo con gran concretez en qué consiste dicha
«pureza de corazón»: «Amonesto de veras y exhorto en el
Señor Jesucristo que se guarden los hermanos de toda soberbia,
vanagloria, envidia, avaricia, cuidado y solicitud de este siglo,
detracción y murmuración». Cuando estos vicios se
señorean en la vida de un hombre, manifiestan con toda evidencia que
dicho hombre es egoísta y que todo su pensar, sus aspiraciones y su
actuar giran en torno al propio yo y que, por tanto, se encuentra dominado por
el espíritu impuro del propio yo, por el «espíritu de la
carne», como lo llama Francisco. Por el contrario, cuanto más
domina el hombre redimido los vicios aquí enumerados, tanto más
libremente y sin impedimentos puede el Espíritu del Señor llenar
a este hombre, porque reza con puro corazón.
Francisco había expuesto este
pensamiento con más detalle en la Regla no bulada: «Mas en la santa
caridad que es Dios, ruego a todos los hermanos que, removido todo impedimento
y pospuesta toda preocupación y solicitud, del mejor modo que puedan,
hagan servir, amar, honrar y adorar al Señor Dios con corazón
limpio y mente pura, que es lo que él busca sobre todas las cosas; y
hagámosle siempre allí habitación y morada a aquél
que es Señor Dios omnipotente, Padre e Hijo y Espíritu
Santo» (1 R 22,26-27). A la unión del hombre con Dios precede,
pues, la pureza de corazón, el desprendimiento de sí mismo y de
todo lo que no es de Dios.
[En Selecciones de Franciscanismo,
vol. III, núm. 8 (1974) 174-181]
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