

* * *
Santos Agatónico, Zótico y
compañeros mártires. Según la tradición,
Agatónico, Zótico y otros muchos cristianos sufrieron el martirio
en diversos lugares de Tracia (en la actual Turquía) en el siglo
III.
Santa Basa y sus hijos,
mártires. Conmemoración de santa Basa y sus tres hijos,
Teognio, Agapio y Pistio, que sufrieron el martirio durante la
persecución de Diocleciano en el siglo IV. El de la madre tuvo lugar en
la isla de Alone, y el de los hijos en Edesa, en la antigua Siria.
Santos Bernardo (Ahmed), María
(Zaida) y Gracia (Zoraida). Son tres hermanos, naturales de Carlet
(Valencia, España), que se convirtieron del Islam al Cristianismo.
Bernardo, en un viaje a Cataluña, se convirtió y profesó
como monje en el monasterio cisterciense de Poblet. Vuelto a su tierra natal,
consiguió convertir a la fe cristiana a sus dos hermanas. Los tres
fueron martirizados en Alcira (Valencia) el 21 de agosto de 1180.
Santa Ciríaca de Roma. Dama
romana de gran religiosidad, que dio su nombre al cementerio de la Vía
Tiburtina en el Campo Verano, que ella misma había cedido a la Iglesia.
Siglo III/IV.
San Cuadrado. Obispo y mártir
de Útica en África (en la actual Túnez). Ante la
persecución, exhortó a sus fieles a afrontar con entereza el
martirio y, en efecto, un grupo numeroso de ellos, clérigos y laicos,
dieron fiel testimonio de Cristo y fueron martirizados (cf. día 18).
Días después, también el obispo fue sacrificado como
represalia contra la fe cristiana. Era el año 258.
San Euprepio. Primer obispo de la
ciudad de Verona (Italia) en el siglo III/IV.
San José Dang Dinh (Nien)
Vien. Nación en Tien-Chu (Vietnam) el año 1787 en el seno de
una familia cristiana. Estudió en el seminario de Luc-Thuy y
recibió la ordenación sacerdotal en 1821. Ejerció el
ministerio en la comunidad de Dong-Bai, con mucha cautela ante la
persecución religiosa del emperador Minh Mang, y con gran celo y
provecho, hasta que lo arrestaron en 1838 por unas cartas, de carácter
netamente religioso, que le interceptaron. Le exigieron que delatara al obispo
y que apostatara pisoteando la cruz. Él se mantuvo firme en la fe a
pesar de las torturas. Lo decapitaron en Hung-Yen 21 de agosto de 1838.
San Luxorio. Sufrió el
martirio en Fordingiano, población de la isla de Cerdeña
(Italia), en el siglo IV.
San Privado. Era obispo de
Gévaudan, actual diócesis de Mende (Francia), cuando tuvo lugar
la invasión de los alamanes, que perseguían a los cristianos.
Privado se escondió en una gruta y se dedicó a la oración
y el ayuno, implorando la misericordia de Dios. Cuando lo detuvieron, se
negó a pedir a la guarnición de Grèce que se rindiera, a
delatar a la comunidad cristiana y a adorar a los ídolos. Lo azotaron
con tal crueldad, que murió poco después. Era el año
407.
San Sidonio Apolinar. Nació
el año 431 en Lyon (Francia), en el seno de una familia rica de rango
senatorial. Estudió en Lyon y Arlés. Contrajo matrimonio con
Papialina, hijo del emperador Avito, y tuvieron cuatro hijos. El año 468
lo hicieron prefecto de la ciudad de Roma. Volvió a la Galia y en el 471
fue elegido obispo de Clermont-Ferrand (Auvernia). Era un hombre versado en las
ciencias sagradas y profanas, que nos dejó poemas y cartas. Como
verdadero padre de todos y doctor insigne, procuró el bien de sus
fieles, y se opuso al rey arriano Eurico, que lo confinó junto a
Carcasona. Murió hacia el año 479.
Beato Jorge Camilo García,
Marista. Nació en Cuadros (León) en 1916. Emitió sus primeros votos el
15-VIII-1935 y enseguida lo destinaron al colegio San José de la calle
Fuencarral de Madrid, donde se encargó de los alumnos más pequeños.
Cuando los milicianos asaltaron el colegio el 20-VII-1936, estaba en
cama, enfermo de tifus; no obstante, lo encarcelaron. A principios de
1937 lo dejaron en libertad. Tuvo que hacer el servicio militar; estando
en un cuartel de Hortaleza, los jefes militares descubrieron que era un
religioso y lo fusilaron el 21 de agosto de 1937 en el patio del
cuartel. Tenía 21 años. Beatificado el 13-X-2013.
Beatos Juan Cuscó y Pedro Sadurní.
Los dos eran miembros de la congregación Hijos de la Sagrada Familia,
sacerdotes, competentes y apreciados profesores y educadores en diversos
centros suyos. Cuando estalló la persecución religiosa, estaban de
familia en el colegio San José, de Tremp (Lérida), del que el P. Juan
era superior y director. Intentaron cruzar la frontera para marchar a
Roma, pero fueron detenidos y encarcelados. El 21 de agosto de 1936
fueron asesinados en el cementerio de Lérida. Juan Cuscó
nació en La Granada del Penedés (Barcelona) en 1872. Además de poseer
excelentes cualidades pedagógicas, era buen confesor y director de
almas. Pedro Sadurní nació en Vilanova i la Geltrú
(Barcelona) en 1883. Dotado de un talento privilegiado, fue muy estimado
como profesor de ciencias. Beatificados el 13-X-2013.
Beato Juan Vernet. Nació en Vilella Alta (Tarragona) en 1899.
Ingresó en el seminario de Tarragona a los doce años, en 1921 hizo el
servicio militar en África, fue ordenado sacerdote en 1926. Ejerció su
ministerio en varios destinos, siendo último el de La Morera de Montsant.
Afrontó con serenidad y valor la persecución religiosa, abandonado en las
manos de Dios. Tuvo que marchar a su pueblo y refugiarse en una casita
de campo con otro sacerdote. El 21 de agosto de 1936, cuando se dirigían
a Montblanc, fueron detenidos los dos sacerdotes y asesinados con saña en
Juncosa (Lérida). Beatificado el 13-X-2013.
Beato Ladislao Findysz. Nació
en Polonia el año 1907. De joven ingresó en el seminario de
Przemysl y recibió la ordenación sacerdotal en 1932.
Ejerció su ministerio en sucesivas parroquias hasta llegar a la de San
Pedro y San Pablo de Nowy Zmigrog. En octubre de 1944 fue expulsado con todos
los habitantes del pueblo por los nazis. Regresó al año siguiente
y se dedicó a reorganizar su feligresía y a ayudar a los
necesitados. Las nuevas autoridades, comunistas, empezaron a molestarlo en 1952
y en noviembre de 1963 lo detuvieron y lo condenaron a dos años y medio
de reclusión. En muy mal estado de salud se le permitió volver a
casa, en la que murió el 21 de agosto de 1964. Fue beatificado como
mártir el año 2005.
Beato Ramón Peiró
Victori. Nació en Aiguafreda (Barcelona) el año 1891.
Huérfano de padre, ingresó con su hermano, el beato mártir
Miguel Peiró, en un Colegio de los Padres de la Sagrada Familia. En 1907
vistió el hábito de los Dominicos. Recibió la
ordenación sacerdotal en 1915. Trabajó en varios centros
dedicados a la formación de los futuros dominicos. Desde finales de 1927
estuvo su convento de Barcelona. Dirigió asociaciones, atendió a
diferentes comunidades de religiosas, inculcó en los jóvenes la
devoción a la Eucaristía y a la Virgen, era afable y sencillo con
todos. En la guerra civil, lo detuvieron los milicianos, que lo fusilaron en el
paraje «El Morrot», en la zona del puerto de Barcelona, el 21 de
agosto de 1936.
Beato Salvador Estrugo Solves.
Nació en Bellreguat, provincia de Valencia en España, el
año 1862, en el seno de una familia de labradores. Ingresó de
niño en el seminario de Valencia y recibió la ordenación
sacerdotal en 1888. Ejerció el ministerio parroquial en varios pueblos
y, a partir de 1931, fue capellán del Hospital de Alberique. A
raíz de la persecución religiosa de 1936, quedó como
único sacerdote en el pueblo, y con mucha discreción estuvo
atendiendo a los feligreses, hasta que el 10 de agosto de 1936, fiesta de San
Lorenzo, Patrón de Alberique, lo detuvieron los milicianos y lo
condujeron a la cárcel, y allí lo asesinaron.
* * *

PARA TENER EL
ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento
bíblico:
Dijo Jesús a Pedro en la Última Cena: -¡Simón,
Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como
trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú,
cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos (Lc 22,31-32).
Pensamiento
franciscano:
Dice santa Clara en su Regla: -Las hermanas
estén firmemente obligadas a tener siempre como gobernador, protector y
corrector nuestro, al cardenal de la santa Iglesia Romana que haya sido
asignado a los Hermanos Menores por el señor Papa, para que, siempre
súbditas y sujetas a los pies de la misma santa Iglesia, estables en la
fe católica, guardemos perpetuamente la pobreza y la humildad de nuestro
Señor Jesucristo y de su santísima Madre y el santo Evangelio,
que firmemente hemos prometido (RCl 12,12-13).
Orar con la
Iglesia:
Oremos al Señor, nuestro Dios, en la
conmemoración de san Pío X, papa.
-Por la Iglesia, necesitada siempre de
reforma en sus instituciones y de conversión en sus miembros.
-Por los presbíteros, colaboradores
de los obispos, responsables de la misión pastoral en las
diócesis.
-Por los laicos comprometidos en la
acción misionera de la Iglesia.
-Por la multitud de los bautizados que
viven al margen de la fe y de la Iglesia.
-Por todos los creyentes, llamados a
participar en la solicitud pastoral de la Iglesia.
Oración:
Escucha, Señor, nuestras
súplicas, que hoy te dirigimos confiando en la valiosa
intercesión de san Pío X, y concédenos lo que te pedimos.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
* * *
SANTOS A LOS QUE INVOCAR E
IMITAR
Catequesis de S. S. Benedicto XVI
en la audiencia general del 20 de agosto de 2008
Catequesis de S. S. Benedicto XVI
en la audiencia general del 20 de agosto de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Cada día la Iglesia ofrece a nuestra
consideración uno o más santos y beatos a los que invocar e
imitar. En esta semana, por ejemplo, recordamos algunos muy apreciados por la
devoción popular. San Juan Eudes (19), que frente al rigorismo de los
jansenistas -en el siglo XVII- promovió una tierna devoción,
cuyas fuentes inagotables indicó en los sagrados Corazones de
Jesús y de María.
San Bernardo de Claraval (20), a quien el
Papa Pío VIII llamó «doctor melifluo» porque destacaba
en «hacer destilar de los textos bíblicos el sentido que se
encontraba escondido en ellos». A este místico, deseoso de vivir
sumergido en el «valle luminoso» de la contemplación, los
acontecimientos lo llevaron a viajar por Europa para servir a la Iglesia en las
necesidades de su tiempo y para defender la fe cristiana. Ha sido definido
también como «doctor mariano», no porque haya escrito
muchísimo sobre la Virgen, sino porque supo captar su papel esencial en
la Iglesia, presentándola como el modelo perfecto de la vida
monástica y de todas las demás formas de vida cristiana.
San Pío X (21), que vivió en
un periodo histórico atormentado. De él Juan Pablo II dijo,
cuando visitó su pueblo natal en 1985: «Luchó y
sufrió por la libertad de la Iglesia, y por esta libertad se
manifestó dispuesto a sacrificar privilegios y honores, a afrontar
incomprensión y escarnios, puesto que valoraba esta libertad como
garantía última para la integridad y la coherencia de la
fe».
Santa María Reina (22), memoria
instituida por el siervo de Dios Pío XII en el año 1954, y que la
renovación litúrgica impulsada por el concilio Vaticano II puso
como complemento de la festividad de la Asunción, ya que ambos
privilegios forman un único misterio.
Y santa Rosa de Lima (23), la primera santa
canonizada del continente latinoamericano, del que es patrona principal. Santa
Rosa solía repetir: «Si los hombres supieran qué es vivir en
gracia, no se asustarían de ningún sufrimiento y
aguantarían con gusto cualquier pena, porque la gracia es fruto de la
paciencia». Murió a los 31 años, en 1617, tras una breve
existencia llena de privaciones y sufrimiento, en la fiesta del apóstol
san Bartolomé, del que era muy devota porque había sufrido un
martirio particularmente doloroso.
Así pues, queridos hermanos y
hermanas, día tras día la Iglesia nos ofrece la posibilidad de
caminar en compañía de los santos. Hans Urs von Balthasar
escribió que los santos constituyen el comentario más importante
del Evangelio, su actualización en la vida diaria; por eso representan
para nosotros un camino real de acceso a Jesús. El escritor
francés Jean Guitton los describía como «los colores del
espectro en relación con la luz», porque cada uno de ellos refleja,
con tonalidades y acentos propios, la luz de la santidad de Dios.
¡Qué importante y provechoso es, por tanto, el empeño por
cultivar el conocimiento y la devoción de los santos, así como la
meditación diaria de la palabra de Dios y el amor filial a la Virgen!
El período de vacaciones constituye
un tiempo útil para repasar la biografía y los escritos de
algunos santos o santas en particular, pero cada día del año nos
ofrece la oportunidad de familiarizarnos con nuestros patronos celestiales. Su
experiencia humana y espiritual muestra que la santidad no es un lujo, no es un
privilegio de unos pocos, una meta imposible para un hombre normal; en
realidad, es el destino común de todos los hombres llamados a ser hijos
de Dios, la vocación universal de todos los bautizados. La santidad se
ofrece a todos; naturalmente no todos los santos son iguales: de hecho, como he
dicho, son el espectro de la luz divina. Y no es necesariamente un gran santo
el que posee carismas extraordinarios. En efecto, hay muchísimos cuyo
nombre sólo Dios conoce, porque en la tierra han llevado una vida
aparentemente muy normal.
Precisamente estos santos
«normales» son los santos que Dios quiere habitualmente. Su ejemplo
testifica que sólo cuando se está en contacto con el Señor
se llena uno de su paz y de su alegría y se es capaz de difundir por
doquier serenidad, esperanza y optimismo. Considerando la variedad de sus
carismas, Bernanos, gran escritor francés a quien siempre fascinó
la idea de los santos -cita a muchos en sus novelas- destaca que «cada
vida de santo es como un nuevo florecimiento de primavera».
Que esto nos suceda también a
nosotros. Así pues, dejémonos atraer por la fascinación
sobrenatural de la santidad. Que nos obtenga esta gracia María, la Reina
de todos los santos, Madre y refugio de los pecadores.
* * *
LA VOZ DE LA IGLESIA QUE
RESUENA DULCEMENTE
San Pío X, Constitución apostólica «Divino Afflatu»
San Pío X, Constitución apostólica «Divino Afflatu»
Es un hecho demostrado que los salmos,
compuestos por inspiración divina, cuya colección forma parte de
las sagradas Escrituras, ya desde los orígenes de la Iglesia sirvieron
admirablemente para fomentar la piedad de los fieles, que ofrecían
continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos
labios que confiesan su nombre, y que además, por una costumbre
heredada del antiguo Testamento, alcanzaron un lugar importante en la sagrada
liturgia y en el Oficio divino. De ahí nació lo que san Basilio
llama «la voz de la Iglesia», y la salmodia, calificada por nuestro
antecesor Urbano VIII como «hija de la himnodia que se canta asiduamente
ante el trono de Dios y del Cordero», y que, según el dicho de san
Atanasio, enseña, sobre todo a las personas dedicadas al culto divino,
«cómo hay que alabar a Dios y cuáles son las palabras
más adecuadas» para ensalzarlo. Con relación a este tema,
dice bellamente san Agustín: «Para que el hombre alabara dignamente
a Dios, Dios se alabó a sí mismo; y, porque se dignó
alabarse, por esto el hombre halló el modo de alabarlo».
Los salmos tienen, además, una
eficacia especial para suscitar en las almas el deseo de todas las virtudes. En
efecto, «si bien es verdad que toda Escritura, tanto del antiguo
como del nuevo Testamento, inspirada por Dios es útil para
enseñar, según está escrito, sin embargo, el libro de
los salmos, como el paraíso en el que se hallan (los frutos) de todos
los demás (libros sagrados), prorrumpe en cánticos y, al
salmodiar, pone de manifiesto sus propios frutos junto con aquellos
otros». Estas palabras son también de san Atanasio, quien
añade asimismo: «A mi modo de ver, los salmos vienen a ser como un
espejo, en el que quienes salmodian se contemplan a sí mismos y sus
diversos sentimientos, y con esta sensación los recitan». San
Agustín dice en el libro de sus Confesiones:
«¡Cuánto lloré con tus himnos y cánticos,
conmovido intensamente por las voces de tu Iglesia que resonaba dulcemente! A
medida que aquellas voces se infiltraban en mis oídos, la verdad se iba
haciendo más clara en mi interior y me sentía inflamado en
sentimientos de piedad, y corrían las lágrimas, que me
hacían mucho bien».
En efecto, ¿quién dejará
de conmoverse ante aquellas frecuentes expresiones de los salmos en las que se
ensalza de un modo tan elevado la inmensa majestad de Dios, su omnipotencia, su
inefable justicia, su bondad o clemencia y todos sus demás infinitos
atributos, dignos de alabanza? ¿En quién no encontrarán eco
aquellos sentimientos de acción de gracias por los beneficios recibidos
de Dios, o aquellas humildes y confiadas súplicas por los que se espera
recibir, o aquellos lamentos del alma que llora sus pecados? ¿Quién
no se sentirá inflamado de amor al descubrir la imagen esbozada de
Cristo redentor, de quien san Agustín «oía la voz en todos
los salmos, ora salmodiando, ora gimiendo, ora alegre por la esperanza, ora
suspirando por la realidad»?
* * *
LA DEVOCIÓN MARIANA
DE SAN FRANCISCO
6. VIVENCIA DE LA PIEDAD MARIANA
por Kajetan Esser, ofm
6. VIVENCIA DE LA PIEDAD MARIANA
por Kajetan Esser, ofm
Las biografías destacan con acentos
particulares la predilección de Francisco por los lugares marianos, por
las iglesias puestas bajo la protección de la Virgen. Tres de estas
iglesitas las restauró personalmente. La más significativa e
importante para la vida futura de Francisco y de su orden fue la ermita de
Santa María de los Angeles, cerca de Asís, llamada
Porciúncula. El santo no se cansaba de contárselo a sus hermanos:
«Solía decir que por revelación de Dios sabía que la
Virgen santísima amaba con especial amor aquella iglesia entre todas las
construidas en su honor a lo ancho del mundo, y por eso el santo la amaba
más que a todas» (2 Cel 19). Este relato resalta
inequívocamente que Francisco se afanaba con infantil sencillez en amar
todo lo que sabía que María amaba. Y este amor era
particularmente premiado precisamente en la Porciúncula. Por eso, lleno
de confianza llevó a sus doce primeros hermanos a esta iglesita,
«con el fin de que allí donde, por los méritos de la madre
de Dios, había tenido su origen la orden de los menores, recibiera
también -con su auxilio- un renovado incremento» (LM 4,5). Y
aquí fijó su primera residencia, por su entrañable amor a
la Madre bendita del Salvador. Y cuando se sintió morir, se hizo
conducir allá, para morir «donde por mediación de la Virgen
madre de Dios había concebido el espíritu de perfección y
de gracia» (Lm 7,3).
Por así decirlo, quiso pasar toda su
vida en la casa de María, para encontrarse siempre cerca de su solicitud
maternal. Y lo deseó también para sus seguidores. Por eso, ya
moribundo, recomendó de modo especialísimo a sus hermanos este
lugar santo: «Mirad, hijos míos, que nunca abandonéis este
lugar. Si os expulsan por un lado, volved a entrar por el otro» (1 Cel
106; cf. LM 2,8).
Sintiéndose muy íntimamente
vinculado a la Madre de Dios y tan profundamente obligado con ella a lo largo
de su vida, se mostraba particularmente agradecido: «Le tributaba
peculiarmente alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos,
tantos y tales como no puede expresar lengua humana» (2 Cel 198). Como lo
demuestran las rúbricas para el Oficio de la pasión,
diariamente rezaba especiales «salmos a santa María» (OfP
introducción), muy probablemente el así llamado Officium
parvum beatae Mariae Virginis, compuesto ya en el siglo XII y que con
frecuencia se rezaba juntamente con las horas canónicas. Enseñaba
a sus hermanos a decir también el Ave María, en la forma
breve de la edad media, cuando rezaban el Pater noster. Debían
meditar particularmente las alegrías de María, «para que
Cristo les concediese un día las alegrías eternas».
Parece que entre todas las fiestas de la
Virgen, Francisco tenía predilección por la de la
Asunción. Acostumbraba prepararse a ella con un ayuno especial de
cuarenta días. Puede que se deba a él el que los hermanos de la
penitencia (los terciarios) estuvieran dispensados de la abstinencia este
día, como ocurría en las fiestas más grandes, si
coincidía con alguno de los días que según la regla fueran
de abstinencia. En esta fiesta debía prevalecer la alegría por el
honor concedido a María.
Poseído por la más completa
confianza en la Virgen, Francisco realizó obras maravillosas.
Así, cierto día cogió unas migas de pan, las amasó
con un poco de aceite tomado de la lámpara que «ardía junto
al altar de la Virgen» y se lo mandó a un enfermo, que «por la
fuerza de Cristo» curó perfectamente (LM 4,8). Se apareció
también a una señora, aquejada por los dolores de un parto
dificilísimo, y le dijo que rezara la «Salve, Regina
misericordiae». Mientras la rezaba, dio felizmente a luz un
niño (3 Cel 106). Aunque estos relatos pudieran ser dejados de lado por
legendarios, demuestran cuando menos hasta qué punto los
contemporáneos de Francisco apreciaban su confianza en María y
con qué delicadeza la han asociado a su imagen.
La piedad mariana de Francisco,
acuñada en muchos detalles por la corriente de la tradición
cristiana, pero nacida especialmente de la espiritualidad de este gran santo,
fue recogida vitalmente por su orden, y transmitida a través de los
siglos. Si un examen más amplio y una reflexión más
profunda han aportado algunas novedades y han introducido algunas diferencias,
con todo permanecen como columnas firmes aquellas verdades que Francisco
transmitió con tanta convicción a los hermanos menores:
María es la madre de Jesús, y, como tal, es el instrumento
escogido por la Trinidad para su obra de salvación; María es la
«Señora pobre», y, como tal, la protectora de la orden. Su
culto en la historia es la actualización de una corta y admirable
oración compuesta por Tomás de Celano: «¡Ea, abogada de
los pobres!, cumple en nosotros tu misión de tutora hasta el día
señalado por el Padre» (2 Cel 198).

Fuente http://www.franciscanos.org/agnofranciscano/m08/dia0821.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario