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domingo, 7 de agosto de 2016

Año Cristiano Franciscano,Dia 8 De Agosto


Año Cristiano Franciscano

DÍA 8 DE AGOSTO

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SANTO DOMINGO DE GUZMÁN. [Murió el 6 de agosto y su memoria se celebra el 8 del mismo mes]. Nació en Caleruega (Burgos, España) hacia el año 1171. Estudió teología en Palencia. Como sacerdote y canónigo de la diócesis de Osma, acompañó a su obispo al norte de Europa, y en aquellos viajes conoció los graves problemas de la Iglesia, los estragos que hacían las herejías, en particular la albigense en el sur de Francia, la deficiente preparación del clero, la vida poco ejemplar de clérigos y laicos. Consciente de la situación, se entregó a la predicación, y para dar mayor alcance a su tarea evangelizadora fundó, con los compañeros que se le adhirieron, la Orden de Predicadores o de los Dominicos, cuya influencia fue enorme en el siglo XIII y lo ha seguido siendo. Adoptó la Regla de San Agustín a la que se añadieron las Constituciones propias. La tradición ha unido en fraterno abrazo a santo Domingo y a san Francisco, símbolo de la comunión de sus dos familias al servicio de la Iglesia. Murió en Bolonia el 6 de agosto de 1221 y fue canonizado en 1234.- Oración: Te pedimos, Señor, que santo Domingo de Guzmán, insigne predicador de tu palabra, ayude a tu Iglesia con sus enseñanzas y sus méritos, e interceda también con bondad por nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
SANTA BONIFACIA RODRÍGUEZ CASTRO. Nació en Salamanca (España) el año 1837. En el humilde taller de sastrería de sus padres aprendió a vivir con alegría la pobreza y el trabajo manual como cauce de santificación. Hechos los estudios primarios, aprendió el oficio de cordonera y pasamanera y abrió un taller para ayudar a su familia, pues su padre había fallecido, y le dio una dimensión netamente apostólica. Bajo la dirección del P. Francisco J. Butinyá, jesuita, fundó en 1874, con las jóvenes trabajadores de su taller, la Congregación de las Siervas de San José, inspirándose en el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret, para la promoción cristiana y social de la mujer trabajadora mediante la oración y el trabajo. Pasó muchas y graves dificultades dentro de su propio Instituto: llegó a ser destituida como superiora y hasta calumniada; lo sufrió todo en silencio y con amor. Murió en Zamora el 8-VIII-1905. Fue canonizada en 2011.
SANTA MARÍA DE LA CRUZ McKILLOP. Nació en Fitzoroy (Melbourne, Australia) el año 1842, hija de modestos emigrantes escoceses. Desde su infancia se sintió llamada al servicio de los pobres. Estudió magisterio y con el párroco J. T. Woods abrió en Penola dos escuelas católicas gratuitas. Pronto se le unieron algunas jóvenes, y con ellas y el párroco inició lo que llegaría a ser la Congregación de las Hermanas de San José y del Sagrado Corazón. Abrió escuelas, orfanatos, hospicios, casas para ancianos. Educaban a los niños y ayudaban a sus familias; también se ocupaban de los detenidos a los que nadie atendía. Su dedicación a los excluidos de la sociedad suscitó incomprensiones y falsas acusaciones, y el obispo de Adelaida la excomulgó en 1871, pero pronto canceló tal condena. Viajó a Europa y visitó al papa Pío IX que la animó. Oraba con incansable devoción a san José y al Corazón de Jesús. Murió en Sidney el 8-VIII-1909. Canonizada en 2010.
BEATA MARÍA MARGARITA CAIANI. Nació en Poggio a Caiano (Toscana, Italia) el año 1863. Desde su juventud mostró una inclinación especial a la oración, y aprendió a servir a la gente humilde ocupándose de los más necesitados: los niños marginados, las muchachas y los muchachos del campo, los ancianos, los soldados víctimas de la guerra internados en los hospitales militares. En 1896, ella y otras dos jóvenes dejaron sus casas para vivir en comunidad, dedicadas a la santificación propia, a la catequesis, al apostolado, a la enseñanza, a la asistencia de enfermos y moribundos. Así dio comienzo a su fundación de las Franciscanas Mínimas del Sagrado Corazón, que se agregó a la Orden Franciscana. Distintivo suyo y de su obra fue el espíritu de oración y de reparación, y la intensa dedicación a las obras de misericordia en el campo de la enseñanza y de la asistencia social. Murió en Florencia el 8 de agosto de 1921.
BEATOS CRUZ LAPLANA y FERNANDO ESPAÑOL. El Obispo de Cuenca y su secretario. Cruz Laplana y Laguna nació en Plan, provincia de Huesca en España, el año 1875. A los once años ingresó en el seminario de Barbastro y en 1898 se ordenó de sacerdote. Hizo estudios superiores de derecho y teología en Zaragoza. Estuvo dedicado a la enseñanza y al ministerio parroquial hasta que, en 1921, lo nombraron obispo de Cuenca. Renovó la diócesis, cuidó la formación integral de los seminaristas, fomentó las asociaciones piadosas y caritativas. Iniciada la guerra civil, pronto lo detuvieron y encarcelaron. La noche del 7 al 8 de agosto de 1936 fue conducido junto con su secretario a la carretera de Villar de Olalla (Cuenca) y con descargas de armas de fuego los mataron. Fernando Español Bardié nació en Anciles (Huesca) el año 1875. Estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza y ya con el título de abogado ingresó en el seminario de Barbastro. Se ordenó de sacerdote el año 1901. Trabajó como cura de aldea y pastor dedicado directamente a las almas hasta que, en 1921, Mons. Cruz Laplana lo eligió familiar suyo. A partir de entonces acompañó a su Obispo en la vida y en la muerte. En Cuenca fue canónigo, maestro de ceremonias y profesor del seminario. Vivió en pobreza y ayudó a los indigentes. Fueron beatificados el año 2007.
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San Altmán de Passau. Nació en Paderborn (Alemania) hacia al año 1015 en el seno de una familia noble. Estudió en París y se ordenó de sacerdote. Ejerció cargos importantes en las catedrales de Paderborn y Aquisgrán. Luego fue nombrado capellán del emperador Enrique III y confesor de la emperatriz Inés de Poitou. Elegido obispo de Passau (Alemania), se dedicó con energía a poner en práctica los ideales de reforma de Gregorio VII en el clero y en el pueblo. Impulsó la vida en común del clero y fundó numerosas casas de Clérigos Regulares de San Agustín. En la lucha entre Gregorio VII y Enrique IV, se puso abiertamente del lado del Papa, lo que le valió el exilio. Murió en el monasterio benedictino de Göttweig (Austria) el año 1091.
Santos Ciríaco, Largo, Crescenciano, Memmia, Juliana y Esmaragdo. Fueron martirizados en Roma a principios del siglo IV, y sepultados en el séptimo miliario de la Vía Ostiense.
San Emiliano de Cícico. Era obispo de Cícico en el Helesponto (Turquía), y se opuso con firmeza al emperador León el Armenio que pretendía suprimir el culto de las sagradas imágenes. Su actitud le valió que el emperador lo desterrara, y murió en el destierro en una fecha del siglo IX que no conocemos con precisión.
San Eusebio de Milán. Fue obispo de Milán y trabajó intensamente en defensa de la fe verdadera. Reconstruyó la catedral, que había sido destruida por los Hunos. Murió el año 462.
San Famián. Nació en Colonia (Alemania). En su juventud distribuyó sus bienes a los pobres y emprendió una vida de peregrino y ermitaño pobre y penitente. Visitó los santuarios de Italia, también fue a Santiago de Compostela y por último marchó a Tierra Santa. Vestía el hábito cisterciense. Después se estableció como ermitaño en Gallese, junto a Viterbo (Italia), donde murió el año 1150.
San Marino de Anazarbo. Era un cristiano nacido en Ainvarza, ya anciano, que el año 303, en tiempo del emperador Diocleciano y del prefecto Lisia, fue decapitado en Tarso de Cilicia (Turquía) y su cuerpo, por orden de dicho prefecto, arrojado para pasto de las fieras.
San Múmmolo. Abad del monasterio benedictino de Fleury en Burdeos (Francia). Trasladó los restos de san Benito y santa Escolástica desde Montecasino, entonces abandonado, a su propio monasterio para que fueran venerados de manera digna. Murió el año 678.
San Pablo Ke Tingzhu. Era un laico chino, cristiano fervoroso y comprometido, al que los misioneros habían nombrado responsable de la comunidad cristiana de su pueblo Xixiaodun, cerca de Xinhexian, en la provincia china de Hebei. Era trabajador del campo y, cuando los Bóxer irrumpieron en el pueblo, lo detuvieron. Ante su firmeza en la fe, lo ataron a un árbol y le fueron cortando uno a uno los miembros hasta que murió, dando a su comunidad un ejemplo extraordinario de fidelidad a Cristo. Era el año 1900.
Santos Segundo, Carpóforo, Victorino y Severiano. Fueron martirizados el siglo III-IV en Albano (Roma).
San Severo. Sacerdote que evangelizó la región de Vienne (Francia) en el siglo V.
Beato Antero Mateo García. Nació en Valdevimbre (León, España) el año 1875. Contrajo matrimonio y tuvo ocho hijos, dos de los cuales se hicieron religiosos. En 1916 emigró a Barcelona y se empleó en los Ferrocarriles del Norte. Junto con su esposa ingresó en la Tercera Orden Dominicana, fue miembro de la Adoración Nocturna y acompañaba peregrinaciones a Lourdes. Implantada en España la persecución religiosa, lo detuvieron, pero sus familiares lograron su libertad. El 8 de agosto de 1936 no regresó ya al hogar. Un grupo de milicianos lo sacó violentamente de su lugar de trabajo, lo condujo hacia Sant Andreu de Palomar (Barcelona) y lo asesinó bajo el puente llamado del «Dragón». Fue beatificado el año 2007.
Beato Antonio Silvestre Moya. Nació en L'Ollería (Valencia, España) el año 1892. De niño ingresó en el seminario de Valencia y en 1915 recibió la ordenación sacerdotal. Ejerció el ministerio sagrado en sucesivas parroquias, estando en la de Santa Tecla de Játiva cuando estalló la persecución religiosa. En todas dio muestras de celo y buen carácter. A principios de agosto de 1936, incendiaron y saquearon las iglesias de Játiva. Él atendía de incógnito a los enfermos y celebraba la eucaristía en privado. El 7 de agosto de 1936 lo detuvieron, le dispararon y lo dejaron por muerto. Sobrevivió, pero al día siguiente lo detuvieron de nuevo y lo fusilaron en El Saler, término municipal de Valencia.
Beato Eladio López Ramos. Nació en Laroco (Orense) en 1904. Profesó en la Congregación de los Sagrados Corazones en 1924, y fue ordenado sacerdote en 1929. Trabajó en el colegio de su Congregación en Madrid, y en la iglesia de Cristo Rey, perteneciente al colegio. Fue un religioso de profunda vida interior y de piedad intensa. El confesonario fue su gran apostolado. Al estallar la persecución religiosa en 1936, se refugió en una pensión y le dijo a la dueña que era sacerdote y que no lo negaría, y no lo negó cuando, denunciado por una empleada, fueron a detenerle. Lo fusilaron el 8 de agosto de 1936. Beatificado el 13-X-2013.
Beato Juan Felton. Nació en Bermondsey y vivía en Southwark (Inglaterra). Contrajo matrimonio y el beato Tomás Felton, religioso mínimo, mártir, era hijo suyo. Llegó a sus manos un ejemplar de la bula por la que san Pío V excomulgaba a la reina Isabel I. Juan la fijó en la puerta de la residencia del obispo anglicano de Londres. Lo detuvieron, reconoció que él la había fijado y manifestó que no acataba la supremacía religiosa de la Reina, aunque no le guardaba rencor y como muestra de ello le envió su valioso anillo. Lo ahorcaron y descuartizaron en Londres el año 1570.
Beatos Juan Fingley y Roberto Bickendike. Juan nació en Barneby (Inglaterra) hacia 1555. Estudió en Cambridge y trabajó como mayordomo. Decidió abrazar la vida eclesiástica y marchó a estudiar al colegio inglés de Reims (Francia), donde se ordenó de sacerdote en 1581. Volvió a Inglaterra y trabajó con gran celo hasta que lo detuvieron. Condenado por ser sacerdote católico y por haber reconciliado con la Iglesia católica a algunos súbditos de la Reina, lo ahorcaron en York el año 1586. Roberto nació en el seno de una familia acomodada y se educó en York. Conoció el catolicismo, se reconcilió con la Iglesia católica y se negó a acudir a los templos protestantes. Lo ahorcaron en un afecha desconocida del año 1586.
Beatos Leonardo José Aragonés Mateu y Dionisio Luis Molinos Coloma. Los dos eran Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle). Leonardo José nació en Tarragona en 1886. Estudió primero en el seminario y luego eligió la vida religiosa. Hecho el noviciado, ejerció su apostolado en Berga y Barcelona. En 1928 fue nombrado Visitador de su distrito. Dionisio Luis nació en Forcall (Castellón) en 1890. Hecho el noviciado y acabada su formación, a partir de 1908 ejerció su ministerio en Tarragona y Barcelona. Estando los dos en La Seu de Urgell preparando los retiros de sus hermanos, solicitaron en la sede de la UGT un salvoconducto para volver a Barcelona; los detuvieron y sin más los fusilaron en el término de Traverseras (Lérida) el 8-VIII-1936.
Beato Manuel Aranda. Nació en Monte Lope Álvarez, localidad aneja a Martos (Jaén), en 1916. Pronto alternó la asistencia a la escuela y el trabajo en el campo. Con 15 años ingresó en el seminario diocesano; terminó el tercer curso de filosofía en junio de 1936. El 21 de julio siguiente lo detuvieron. Los milicianos se ensañaron con él: lo maltrataron física y moralmente y pretendieron que blasfemara, etc. El 8 de agosto de 1936 lo sacaron de la cárcel y lo asesinaron en el término municipal de Martos; tenía 20 años. Fue un seminarista devoto, estudioso, apóstol en tiempo de vacaciones, sensible a los problemas de su época. Beatificado el 13-X-2013.
Beatas María del Carmen Zaragoza y María Rosa Adrover. Las dos habían ingresado, en 1916 y 1920 respectivamente, en la comunidad de Dominicas de Santa Catalina de Siena, de Barcelona, hoy Congregación de la Enseñanza de la Inmaculada. El 18-VII-1936 la comunidad tuvo que dispersarse a causa de la persecución. Estuvieron acogidas en hogares amigos. Ante la inminencia de registros, el 7-VIII-1936 dejaron su refugio y salieron a la calle. Apresadas poco después en la noche del 7 al 8, se las llevaron y las martirizaron en el término municipal de Vallirana (Barcelona). María del Carmen nació en Villajoyosa (Alicante) en 1888. A los 24 años se trasladó a Barcelona, donde visitaba a ancianos pobres, niños huérfanos y enfermos acogidos en asilos y hospitales. De religiosa dio clase a niñas y tuvo el oficio de portera. María Rosa nació en San Roque (Cádiz) en 1888. Muy niña todavía se trasladó con sus padres a Cataluña, luego a Villajoyosa y por último a Barcelona. De religiosa impartió clases gratuitas a niñas y desempeñó el cargo de sacristana. Estaba dotada de notables dotes pedagógicas.
Beatas María del Niño Jesús Baldillou y compañeras mártires. En julio de 1936, desatada la persecución religiosa en España, la comunidad de MM. Escolapias del Colegio de Valencia tuvo que abandonarlo y refugiarse en un piso. El 8 de agosto de 1936 los milicianos se llevaron del piso a las cinco que cabían en el coche que traían. Las llevaron a la playa del Saler, en el término de Valencia, y después de toda clase de vejaciones e insultos, las acribillaron con armas de fuego y usaron también armas blancas. Estos son sus nombres, con el lugar y año de su nacimiento: María del Niño Jesús Baldillou y Bullit, Balaguer (Lleida) 1905; Presentación de la Sagrada Familia Gallén Martí, Morella (Castellón) 1872; María Luisa de Jesús Girón Romera, Bujalance (Córdoba) 1887; Carmela de San Felipe Neri Gómez Lezaun, Eulz (Navarra) 1869; y Clemencia de San Juan Bautista Riba Mestres, Igualada (Barcelona) 1893.
Beato Mariano Pina. Nació en Híjar (Teruel) en 1867. Profesó en la Orden de la Merced en 1889. Recibió la ordenación sacerdotal en 1896. Fue muchos años maestro de novicios. Cuantos lo trataban lo apreciaban por su bondad y afabilidad, humildad y sencillez. Estaba de familia en la comunidad del Olivar en Estercuel cuando arreció la persecución religiosa de 1936. Su salud se hallaba ya muy quebrantada y por eso, cuando los religiosos se dispersaron, él no pudo acompañarlos. Buscando penosamente la salida hacia Zaragoza, el 8 de agosto de 1936 lo reconocieron los milicianos como fraile, lo apresaron y lo mataron a tiros en el término de Muniesa (Teruel). Beatificado el 13-X-2013.
Beato Nicolás de la Torre Merino. Nació en Béjar (Salamanca) en 1892, hizo la profesión religiosa en los Salesianos, como coadjutor, en 1910. Desempeñó sus actividades en Barcelona, Valencia, La Coruña, Vigo y Madrid, donde le sorprendió la persecución religiosa de 1936. Vestido de seglar pudo continuar durante algún tiempo ocupándose de sus trabajos, hasta que, reconocido como religioso, fue encarcelado y fusilado el 8 de agosto de 1936.
Beato Vladimiro Laskowski. Nació en Rogozno (Polonia) el año 1886. Se ordenó de sacerdote en la diócesis de Poznan el año 1914. Estuvo ejerciendo su ministerio en el ámbito parroquial y luego en el diocesano hasta que en marzo de 1940 fue arrestado por los nazis. Lo internaron en el campo de concentración de Dachau, en Alemania, del que pasó al de Gusen, también en Alemania. A consecuencia de las pésimas condiciones del campo y de las torturas a que lo sometieron, falleció el 8 de agosto de 1940.

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PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico :
Jesús dijo a sus discípulos: -Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo (Mt 5,13-16).
Pensamiento franciscano :
Santa Clara escribió a santa Inés de Praga: -Vos sabíais que el Señor no da ni promete el reino de los cielos sino a los pobres, que no se puede servir a Dios y al dinero, y que no se puede permanecer glorioso en el siglo y luego reinar allá con Cristo; y que antes podrá pasar un camello por el ojo de una aguja, que subir un rico al reino de los cielos. Por eso vos os habéis despojado de las riquezas temporales. Qué negocio tan grande y loable: dejar las cosas temporales por las eternas, merecer las cosas celestiales por las terrenas, recibir el ciento por uno, y poseer la bienaventurada vida eterna (1CtaCl 19-24).
Orar con la Iglesia:
Al recordar a santo Domingo, que fue una guía luminosa para el pueblo con el ejemplo y la palabra, pidamos al Padre que continúe dando a la Iglesia apóstoles de la verdad y santidad.
-Para que el testimonio de los santos pastores nos estimule a caminar por las sendas de la perfección evangélica.
-Para que la palabra de la Iglesia y de sus ministros sea portadora de luz y de esperanza.
-Para que Dios ilumine a los que tienen responsabilidades en la vida pública a fin de que respeten y promuevan los valores espirituales y morales.
-Para que el Señor conceda a los ministros de la palabra la inteligencia y el valor suficientes para consolidar la verdad y corregir los errores.
Oración: Señor, dirige tu mirada bondadosa sobre tu pueblo y concédele pastores virtuosos y sabios que lo guíen hacia la patria eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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SANTO DOMINGO DE GUZMÁN
De la Catequesis de S. S. Benedicto XVI
en la audiencia general del 3 de febrero de 2010
Domingo nació en España, en Caleruega, en torno al año 1170. Pertenecía a una noble familia de Castilla la Vieja y, con el apoyo de un tío sacerdote, se formó en una célebre escuela de Palencia. Se distinguió en seguida por el interés en el estudio de la Sagrada Escritura y por el amor a los pobres, hasta el punto de vender los libros, que en su tiempo constituían un bien de gran valor, para socorrer, con lo obtenido, a las víctimas de una carestía.
Ordenado sacerdote, fue elegido canónigo del cabildo de la catedral en su diócesis de origen, Osma. Aunque este nombramiento podía representar para él un cierto motivo de prestigio en la Iglesia y en la sociedad, no lo interpretó como un privilegio personal, ni como el inicio de una brillante carrera eclesiástica, sino como un servicio que debía prestar con entrega y humildad.
El obispo de Osma, que se llamaba Diego, un pastor auténtico y celoso, notó muy pronto las cualidades espirituales de Domingo, y quiso contar con su colaboración. Juntos se dirigieron al norte de Europa, para realizar misiones diplomáticas que les había encomendado el rey de Castilla. Durante el viaje, Domingo se dio cuenta de dos enormes desafíos que debía afrontar la Iglesia de su tiempo: la existencia de pueblos aún sin evangelizar, en los confines septentrionales del continente europeo, y la laceración religiosa que debilitaba la vida cristiana en el sur de Francia, donde la acción de algunos grupos herejes creaba desorden y alejamiento de la verdad de la fe. Así, la acción misionera hacia quienes no conocen la luz del Evangelio, y la obra de nueva evangelización de las comunidades cristianas se convirtieron en las metas apostólicas que Domingo se propuso conseguir. Fue el Papa, al que el obispo Diego y Domingo se dirigieron para pedir consejo, quien pidió a este último que se dedicara a la predicación a los albigenses. Domingo aceptó con entusiasmo esta misión, que llevó a cabo con el ejemplo de su vida pobre y austera, con la predicación del Evangelio y con debates públicos. A esta misión de predicar la Buena Nueva dedicó el resto de su vida.
A Domingo de Guzmán se asociaron después otros hombres, atraídos por la misma aspiración. De esta forma, progresivamente, desde la primera fundación en Tolosa, tuvo su origen la Orden de Predicadores. En efecto, Domingo, en plena obediencia a las directrices de los Papas de su tiempo, Inocencio III y Honorio III, adoptó la antigua Regla de san Agustín, adaptándola a las exigencias de la vida apostólica, que lo llevaban a él y a sus compañeros a predicar trasladándose de un lugar a otro, pero volviendo después a sus propios conventos, lugares de estudio, oración y vida comunitaria. De modo especial, Domingo quiso dar relevancia a dos valores que consideraba indispensables para el éxito de la misión evangelizadora: la vida comunitaria en la pobreza y el estudio.
Ante todo, Domingo y los Frailes Predicadores se presentaban como mendicantes, es decir, sin grandes propiedades de terrenos que administrar. Este elemento los hacía más disponibles al estudio y a la predicación itinerante y constituía un testimonio concreto para la gente. En segundo lugar, Domingo, con un gesto valiente, quiso que sus seguidores adquirieran una sólida formación teológica, y no dudó en enviarlos a las universidades de la época, aunque no pocos eclesiásticos miraban con desconfianza a esas instituciones culturales. Las Constituciones de la Orden de Predicadores dan mucha importancia al estudio como preparación al apostolado. Domingo quiso que sus frailes se dedicasen a él sin reservas, con diligencia y piedad; un estudio fundado en el alma de cada saber teológico, es decir, en la Sagrada Escritura, y respetuoso de las preguntas planteadas por la razón. El desarrollo de la cultura exige que quienes desempeñan el ministerio de la Palabra, en los distintos niveles, estén bien preparados.
Cuando Domingo murió en 1221, en Bolonia, la Orden de Predicadores, con el apoyo de la Santa Sede, se había difundido en muchos países de Europa en beneficio de toda la Iglesia.
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HABLABA CON DIOS O DE DIOS
De varios escritos de la Historia de la Orden de Predicadores
La vida de Domingo era tan virtuosa y el fervor del espíritu tan grande, que todos veían en él un instrumento elegido de la gracia divina. Estaba dotado de una firme ecuanimidad de espíritu, ecuanimidad que sólo lograban perturbar los sentimientos de compasión o de misericordia; y, como es norma constante que un corazón alegre se refleja en la faz, su porte exterior, siempre gozoso y afable, revelaba la placidez y armonía de su espíritu.
En todas partes se mostraba, de palabra y de obra, como hombre evangélico. De día, con sus hermanos y compañeros, nadie más comunicativo y alegre que él. De noche, nadie más constante que él en vigilias y oraciones de todo género. Raramente hablaba, a no ser con Dios, en la oración, o de Dios, y esto mismo aconsejaba a sus hermanos.
Con frecuencia pedía a Dios una cosa: que le concediera una auténtica caridad, que le hiciera preocuparse de un modo efectivo en la salvación de los hombres, consciente de que la primera condición para ser verdaderamente miembro de Cristo era darse totalmente y con todas sus energías a ganar almas para Cristo, del mismo modo que el Señor Jesús, salvador de todos, ofreció toda su persona por nuestra salvación. Con este fin, instituyó la Orden de Predicadores, realizando así un proyecto sobre el que había reflexionado profundamente desde hacía ya tiempo.
Con frecuencia exhortaba, de palabra o por carta, a los hermanos de la mencionada Orden, a que estudiaran constantemente el nuevo y el antiguo Testamento. Llevaba siempre consigo el evangelio de san Mateo y las cartas de san Pablo, y las estudiaba intensamente, de tal modo que casi las sabía de memoria.
Dos o tres veces fue elegido obispo, pero siempre rehusó, prefiriendo vivir en la pobreza, junto con sus hermanos, que poseer un obispado. Hasta el fin de su vida conservó intacta la gloria de la virginidad. Deseaba ser flagelado, despedazado y morir por la fe cristiana. De él afirmó el papa Gregorio noveno: «Conocí a un hombre tan fiel seguidor de las normas apostólicas, que no dudo que en el cielo ha sido asociado a la gloria de los mismos apóstoles».
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MENSAJE DE S. S. JUAN PABLO II A LAS CLARISAS
CON MOTIVO DEL VIII CENTENARIO DEL NACIMIENTO
DE SANTA CLARA DE ASÍS (11-VIII-1993)
4. Si Catalina de Siena es la santa llena de pasión por la sangre de Cristo; si Teresa la Grande es la mujer que va de «morada» en «morada» hasta llegar al umbral del gran Rey en el Castillo interior; y si Teresa del Niño Jesús es la que recorre con sencillez evangélica el camino, Clara es la amante apasionada del Crucificado pobre, con quien quiere identificarse totalmente.
En una de sus cartas se expresa de la siguiente manera: «Mira que él por ti se ha hecho objeto de desprecio, y sigue su ejemplo, haciéndote, por amor suyo, despreciable en este mundo. Mira… a tu Esposo, el más hermoso de entre los hijos de los hombres, que por tu salvación se hizo el más vil de los hombres, despreciado, maltratado y flagelado repetidamente en todo el cuerpo, e incluso agonizante entre los dolores más terribles en la cruz. Medita, contempla y trata de imitarlo. Si con él sufres, con él reinarás; si con él lloras, con él gozarás; si con él mueres en la cruz de la tribulación, poseerás con él las moradas celestiales en el esplendor de los santos, y tu nombre quedará escrito en el Libro de la vida…» (2CtaCl 19-22).
Clara, que ingresó en el monasterio cuando tenía apenas 18 años, muere allí a los 59, tras una vida de sufrimientos, oración constante, austeridad y penitencia. Por este deseo ardiente del Crucificado pobre nada le pesará jamás, hasta el punto de que, ya agonizante, dijo a fray Reinaldo, que la asistía «en el largo martirio de tan graves enfermedades»…: «Desde que conocí la gracia de mi Señor Jesucristo por medio de su siervo Francisco, ninguna pena me ha resultado molesta y ninguna penitencia, gravosa; ninguna enfermedad me ha resultado dura, hermano querido» (LCl 44).
5. Pero Cristo, al sufrir en la cruz, también refleja la gloria del Padre y atrae hacia sí en su Pascua a quien lo ha amado hasta compartir sus sufrimientos por amor.
La frágil joven de 18 años que, al huir de su casa la noche del domingo de Ramos del año 1212, se lanza sin titubear a esa nueva experiencia, creyendo sólo en el Evangelio que le indicó Francisco, completamente sumergida con los ojos del rostro y con los del corazón en el Cristo pobre y crucificado, experimenta esta unión que la transforma: «Coloca tus ojos -escribe a Inés de Praga- ante el espejo de la eternidad, coloca tu alma en el esplendor de la gloria, coloca tu corazón en aquel que es figura de la sustancia divina y transfórmate totalmente, por medio de la contemplación, en la imagen de su divinidad. Entonces también tú experimentarás lo que está reservado únicamente a sus amigos, y gustarás la dulzura secreta que Dios mismo ha reservado desde el inicio a los que lo aman. Sin conceder siquiera una mirada a las seducciones, que en este mundo falaz y agitado tienden lazos a los ciegos para atraer hacia ellas su corazón, con todo tu ser ama a aquel que por tu amor se entregó» (3CtaCl 12-15).
Encerrada en el monasterio de San Damián, en una vida marcada por la pobreza, el cansancio, la tribulación y la enfermedad, pero también por una comunión fraterna tan intensa que, en el lenguaje de la Forma de vida, recibe el nombre de «santa unidad», Clara siente la alegría más pura que se haya concedido experimentar a una criatura: la de vivir en Cristo la unión perfecta de las tres Personas divinas, entrando casi en el inefable circuito del amor trinitario.
6. La vida de Clara, bajo la guía de Francisco, no fue una vida eremítica, aunque fue contemplativa y de clausura. Alrededor de ella, que quería vivir como las aves del cielo y los lirios del campo, se reunió un primer núcleo de hermanas, contentas con solo Dios. Esta pequeña grey, que rápidamente fue aumentando, no alimentaba ningún temor: la fe era para ella motivo de tranquilidad y seguridad frente a todo peligro. Clara y las hermanas tenían un corazón tan grande como el mundo: como contemplativas, intercedían por toda la humanidad. Como almas sensibles a los problemas cotidianos de cada uno, sabían hacerse cargo de toda aflicción: no había ninguna preocupación, ningún sufrimiento, ninguna angustia o desesperación ajena que no hallara eco en su corazón de mujeres entregadas a la oración. Clara lloró y suplicó al Señor por la amada ciudad de Asís, asediada por las tropas de Vitale di Aversa, y logró que la ciudad fuera librada de la guerra. Oraba todos los días por los enfermos y muchas veces los curaba con el signo de la cruz. Persuadida de que sólo tiene vida apostólica quien se sumerge en el pecho desgarrado de Cristo crucificado, escribía a Inés de Praga con las palabras de san Pablo: «Te considero colaboradora de Dios mismo y apoyo de los miembros débiles y vacilantes de su Cuerpo inefable» (3CtaCl 8).
Toda la vida de Clara era una eucaristía, porque -al igual que Francisco- elevaba desde su clausura una continua acción de gracias a Dios con la oración, la alabanza, la súplica, la intercesión, el llanto, el ofrecimiento y el sacrificio. Acogía y ofrecía todo al Padre en unión con la infinita acción de gracias del Hijo unigénito, niño, crucificado, resucitado y vivo a la derecha del Padre.

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