Luego del
arresto de Juan Bautista el Señor Jesús «se dirigió a Galilea». Mas no
retorna ya a Nazaret, la ciudad que lo vio crecer y trabajar, sino que
«se estableció en Cafarnaúm». Cafarnaúm era una ciudad floreciente
ubicada en la ribera noroeste del Mar de Galilea o Lago de Gennesaret. Era la cuidad en la que vivían Simón, llamado Cefas (Pedro) por el Señor, y su hermano Andrés. Ambos se dedicaban a la pesca.
En Cafarnaúm el Señor estableció su
“centro de operaciones”. Pedro lo hospedaba en su casa, y allí acudía
mucha gente para escuchar al Maestro o para llevarle a sus enfermos y
para ser curados (ver Mc 1,29.32ss). Desde allí iba y venía
recorriendo «toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el
Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo».
Con el inicio de su predicación y
ministerio público en Galilea el Señor Jesús da cumplimiento a una
antigua profecía: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al
otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que habitaba en
tinieblas vio una gran luz; a los que habitaban en tierra y sombras de
muerte, una luz les brilló». La primera lectura es continuación de este
pasaje tomado del profeta Isaías, citado por el Evangelista.
Zabulón y Neftalí eran dos de las doce
tribus del pueblo de Israel. En la distribución territorial que se hizo
en tiempos de Josué estaban situadas en el territorio de Galilea, una
región ubicada al norte de la Palestina, calificada en los tiempos de
Isaías como “tierra de gentiles”. Como “gentiles” se designaba a los
pueblos extranjeros y a sus habitantes. Ya que no adoraban al Dios
verdadero los judíos los consideraban paganos y enemigos de Israel. Al
territorio de Galilea se le llamaba tierra de gentiles puesto que muchos
inmigrantes paganos habitaban allí, mezclados con la población judía.
En cuanto al relato de la predicación
inicial del Señor, tal como lo refiere Mateo, es importante notar que su
primera exhortación es un llamado a la conversión: «Conviértanse,
porque está cerca el Reino de los Cielos». El mensaje del Señor busca en
primer lugar la reconciliación de los seres humanos con Dios,
fundamento de la reconciliación del ser humano consigo mismo, con sus
hermanos humanos y con la creación toda. El Señor ha venido con poder
para restituir la comunión entre Dios y los hombres, para restituir la
vida divina en todo ser humano. Ésa es su misión.
Su misión se asemeja a la pesca: se
trata de arrancar a los seres humanos de las profundidades del mar, que
para los judíos era el símbolo del dominio del mal y de la muerte. El
Señor ha venido a devolver al ser humano a su hábitat natural, a
restituir su condición humana y a elevarlo a la participación de la vida
divina. Dios, en Jesucristo, sale al encuentro de su criatura humana.
Pero no basta el Don de la Reconciliación: también es necesaria su
acogida, la respuesta que se verifica en la conversión del hombre, en su
decisión de volver a Dios, en el compromiso decidido por abandonar el
mal para caminar a la luz del Señor.
El Señor Jesús dio comienzo a la
predicación de la Buena Nueva invitando a todos a la conversión «porque
está cerca el Reino de los Cielos». Este Reino «brilla ante los hombres
en la palabra, en las obras y en la presencia de Cristo... Los milagros
de Jesús, a su vez, confirman que el Reino ya llegó a la tierra... Pero,
sobre todo, el Reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo
de Dios e Hijo del hombre» (Lumen gentium, 5).
Luego de este llamado a la conversión
que el Señor hace a todos encontramos en el relato evangélico la
narración de un llamado muy particular que el Pescador de hombres por
excelencia dirige a algunos: «Vengan, síganme, y los haré pescadores de
hombres». A Simón, a Andrés, a Santiago y a Juan los invita a dejarlo
todo y seguirlo de cerca, con la promesa de hacer de ellos pescadores de
hombres.
La respuesta de aquellos cuatro hombres
es impactante: «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron...
Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron». Responden
al llamado con prontitud, con radicalidad, sin aferrarse ni a su
trabajo, ni a sus proyectos personales, ni a los profundos y fuertes
lazos familiares.
Queda manifiesto que desde el inicio de
su ministerio público el Señor Jesús asocia a algunos a su misión
reconciliadora. Para esta misión de anunciar el Evangelio el Señor no se
circunscribe a los Doce, sino que a lo largo de la historia va llamando
también a otros, como es el caso de San Pablo, elegido y enviado por el
Señor «a anunciar el Evangelio» (2ª. lectura). De esta manera la
Iglesia «recibe la misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios e
instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y
el principio de ese Reino» (Lumen gentium, 5).
“Entonces comenzó Jesús a predicar”
LA PALABRA DE DIOS
Is 9,1-14: “El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande”
En otro tiempo el Señor humilló al país
de Zabulón y al país de Neftalí; pero en el futuro llenará de gloria el
camino del mar, más allá del Jordán, en la región de los paganos.
El pueblo que caminaba en tinieblas vio
una gran luz; a los que habitaban tierra de sombras, una luz les brilló.
Hiciste grande la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu
presencia, como gozan al cosechar, como se alegran al repartirse el
botín. Porque, como hiciste el día de Madián, has roto el yugo que
pesaba sobre ellos, la vara que castigaba sus espaldas, el látigo del
opresor que los hería.
Sal 26,1-4,13-14: “El Señor es mi luz y mi salvación”
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo.
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
1Cor 1,10-13.17: “No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio”
Hermanos, en nombre de nuestro Señor
Jesucristo les ruego que se pongan de acuerdo y no haya divisiones entre
ustedes. Vivan en armonía con un mismo pensar y sentir.
Hermanos, me he enterado por los de la
familia de Cloe que hay discordias entre ustedes. Y por eso les hablo
así, porque andan divididos, diciendo: «Yo soy de Pablo», «yo soy de
Apolo», «yo soy de Pedro», «yo soy de Cristo».
¿Está dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo en la cruz por ustedes? ¿Han sido bautizados en nombre de Apolo?
Porque no me envió Cristo a bautizar,
sino a anunciar el Evangelio, y no con sabios discursos, para no hacer
ineficaz la cruz de Cristo.
Mt 4,12-23: “Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino”
Al enterarse Jesús que habían
encarcelado a Juan, se dirigió a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció
en Cafarnaúm, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así
se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías:
«País de Zabulón y país de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El
pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz; a los que habitaban
en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló».
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
— «Conviértanse, porque está cerca el Reino de los Cielos».
Caminando a orillas del mar de Galilea,
vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su
hermano, que estaban echando la red, pues eran pescadores. Les dijo:
— «Vengan, síganme, y los haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo
siguieron. Un poco más adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago,
hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca reparando las redes
con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron
la barca y a su padre y lo siguieron.
Recorría toda Galilea, enseñando en las
sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las
enfermedades y dolencias del pueblo.
Saludo Fraterno de Paz y Bien
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