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SANTO
DOMINGO DE GUZMÁN. [Murió el 6 de agosto y su
memoria se celebra el 8 del mismo mes]. Nació en Caleruega (Burgos,
España) hacia el año 1171. Estudió teología en
Palencia. Como sacerdote y canónigo de la diócesis de Osma,
acompañó a su obispo al norte de Europa, y en aquellos viajes
conoció los graves problemas de la Iglesia, los estragos que
hacían las herejías, en particular la albigense en el sur de
Francia, la deficiente preparación del clero, la vida poco ejemplar de
clérigos y laicos. Consciente de la situación, se entregó
a la predicación, y para dar mayor alcance a su tarea evangelizadora
fundó, con los compañeros que se le adhirieron, la Orden de
Predicadores o de los Dominicos, cuya influencia fue enorme en el siglo XIII y
lo ha seguido siendo. Adoptó la Regla de San Agustín a la que se
añadieron las Constituciones propias. La tradición ha unido en
fraterno abrazo a santo Domingo y a san Francisco, símbolo de la
comunión de sus dos familias al servicio de la Iglesia. Murió en
Bolonia el 6 de agosto de 1221 y fue canonizado en 1234.-
Oración: Te pedimos,
Señor, que santo Domingo de Guzmán, insigne predicador de tu
palabra, ayude a tu Iglesia con sus enseñanzas y sus méritos, e
interceda también con bondad por nosotros. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
SANTA BONIFACIA
RODRÍGUEZ CASTRO. Nació en Salamanca (España) el
año 1837. En el humilde taller de sastrería de sus padres
aprendió a vivir con alegría la pobreza y el trabajo manual como
cauce de santificación. Hechos los estudios primarios, aprendió
el oficio de cordonera y pasamanera y abrió un taller para ayudar a su
familia, pues su padre había fallecido, y le dio una dimensión
netamente apostólica. Bajo la dirección del P. Francisco J.
Butinyá, jesuita, fundó en 1874, con las jóvenes
trabajadores de su taller, la Congregación de las Siervas de San
José, inspirándose en el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret,
para la promoción cristiana y social de la mujer trabajadora mediante la
oración y el trabajo. Pasó muchas y graves dificultades dentro de
su propio Instituto: llegó a ser destituida como superiora y hasta
calumniada; lo sufrió todo en silencio y con amor. Murió en
Zamora el 8-VIII-1905. Fue canonizada en 2011.
SANTA
MARÍA DE LA CRUZ McKILLOP. Nació en Fitzoroy (Melbourne,
Australia) el año 1842, hija de modestos emigrantes escoceses. Desde su
infancia se sintió llamada al servicio de los pobres. Estudió
magisterio y con el párroco J. T. Woods abrió en Penola dos
escuelas católicas gratuitas. Pronto se le unieron algunas
jóvenes, y con ellas y el párroco inició lo que
llegaría a ser la Congregación de las Hermanas de San José
y del Sagrado Corazón. Abrió escuelas, orfanatos, hospicios,
casas para ancianos. Educaban a los niños y ayudaban a sus familias;
también se ocupaban de los detenidos a los que nadie atendía. Su
dedicación a los excluidos de la sociedad suscitó incomprensiones
y falsas acusaciones, y el obispo de Adelaida la excomulgó en 1871, pero
pronto canceló tal condena. Viajó a Europa y visitó al
papa Pío IX que la animó. Oraba con incansable devoción a
san José y al Corazón de Jesús. Murió en Sidney el
8-VIII-1909. Canonizada en 2010.
BEATA MARÍA MARGARITA CAIANI. Nació
en Poggio a Caiano (Toscana, Italia) el año 1863. Desde su juventud
mostró una inclinación especial a la oración, y
aprendió a servir a la gente humilde ocupándose de los más
necesitados: los niños marginados, las muchachas y los muchachos del
campo, los ancianos, los soldados víctimas de la guerra internados en
los hospitales militares. En 1896, ella y otras dos jóvenes dejaron sus
casas para vivir en comunidad, dedicadas a la santificación propia, a la
catequesis, al apostolado, a la enseñanza, a la asistencia de enfermos y
moribundos. Así dio comienzo a su fundación de las Franciscanas
Mínimas del Sagrado Corazón, que se agregó a la Orden
Franciscana. Distintivo suyo y de su obra fue el espíritu de
oración y de reparación, y la intensa dedicación a las
obras de misericordia en el campo de la enseñanza y de la asistencia
social. Murió en Florencia el 8 de agosto de 1921.
BEATOS CRUZ LAPLANA y FERNANDO
ESPAÑOL. El Obispo de Cuenca y su secretario. Cruz Laplana y
Laguna nació en Plan, provincia de Huesca en España, el
año 1875. A los once años ingresó en el seminario de
Barbastro y en 1898 se ordenó de sacerdote. Hizo estudios superiores de
derecho y teología en Zaragoza. Estuvo dedicado a la enseñanza y
al ministerio parroquial hasta que, en 1921, lo nombraron obispo de Cuenca.
Renovó la diócesis, cuidó la formación integral de
los seminaristas, fomentó las asociaciones piadosas y caritativas.
Iniciada la guerra civil, pronto lo detuvieron y encarcelaron. La noche del 7
al 8 de agosto de 1936 fue conducido junto con su secretario a la carretera de
Villar de Olalla (Cuenca) y con descargas de armas de fuego los mataron.
Fernando Español Bardié nació en Anciles (Huesca)
el año 1875. Estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad
de Zaragoza y ya con el título de abogado ingresó en el seminario
de Barbastro. Se ordenó de sacerdote el año 1901. Trabajó
como cura de aldea y pastor dedicado directamente a las almas hasta que, en
1921, Mons. Cruz Laplana lo eligió familiar suyo. A partir de entonces
acompañó a su Obispo en la vida y en la muerte. En Cuenca fue
canónigo, maestro de ceremonias y profesor del seminario. Vivió
en pobreza y ayudó a los indigentes. Fueron beatificados el año
2007.
* * *
San Altmán de Passau.
Nació en Paderborn (Alemania) hacia al año 1015 en el seno de una
familia noble. Estudió en París y se ordenó de sacerdote.
Ejerció cargos importantes en las catedrales de Paderborn y
Aquisgrán. Luego fue nombrado capellán del emperador Enrique III
y confesor de la emperatriz Inés de Poitou. Elegido obispo de Passau
(Alemania), se dedicó con energía a poner en práctica los
ideales de reforma de Gregorio VII en el clero y en el pueblo. Impulsó
la vida en común del clero y fundó numerosas casas de
Clérigos Regulares de San Agustín. En la lucha entre Gregorio VII
y Enrique IV, se puso abiertamente del lado del Papa, lo que le valió el
exilio. Murió en el monasterio benedictino de Göttweig (Austria) el
año 1091.
Santos Ciríaco, Largo,
Crescenciano, Memmia, Juliana y Esmaragdo. Fueron martirizados en Roma a
principios del siglo IV, y sepultados en el séptimo miliario de la
Vía Ostiense.
San Emiliano de Cícico. Era
obispo de Cícico en el Helesponto (Turquía), y se opuso con
firmeza al emperador León el Armenio que pretendía suprimir el
culto de las sagradas imágenes. Su actitud le valió que el
emperador lo desterrara, y murió en el destierro en una fecha del siglo
IX que no conocemos con precisión.
San Eusebio de Milán. Fue
obispo de Milán y trabajó intensamente en defensa de la fe
verdadera. Reconstruyó la catedral, que había sido destruida por
los Hunos. Murió el año 462.
San Famián. Nació en
Colonia (Alemania). En su juventud distribuyó sus bienes a los pobres y
emprendió una vida de peregrino y ermitaño pobre y penitente.
Visitó los santuarios de Italia, también fue a Santiago de
Compostela y por último marchó a Tierra Santa. Vestía el
hábito cisterciense. Después se estableció como
ermitaño en Gallese, junto a Viterbo (Italia), donde murió el
año 1150.
San Marino de Anazarbo. Era un
cristiano nacido en Ainvarza, ya anciano, que el año 303, en tiempo del
emperador Diocleciano y del prefecto Lisia, fue decapitado en Tarso de Cilicia
(Turquía) y su cuerpo, por orden de dicho prefecto, arrojado para pasto
de las fieras.
San Múmmolo. Abad del
monasterio benedictino de Fleury en Burdeos (Francia). Trasladó los
restos de san Benito y santa Escolástica desde Montecasino, entonces
abandonado, a su propio monasterio para que fueran venerados de manera digna.
Murió el año 678.
San Pablo Ke Tingzhu. Era un laico
chino, cristiano fervoroso y comprometido, al que los misioneros habían
nombrado responsable de la comunidad cristiana de su pueblo Xixiaodun, cerca de
Xinhexian, en la provincia china de Hebei. Era trabajador del campo y, cuando
los Bóxer irrumpieron en el pueblo, lo detuvieron. Ante su firmeza en la
fe, lo ataron a un árbol y le fueron cortando uno a uno los miembros
hasta que murió, dando a su comunidad un ejemplo extraordinario de
fidelidad a Cristo. Era el año 1900.
Santos Segundo, Carpóforo,
Victorino y Severiano. Fueron martirizados el siglo III-IV en Albano
(Roma).
San Severo. Sacerdote que
evangelizó la región de Vienne (Francia) en el siglo V.
Beato Antero Mateo García.
Nació en Valdevimbre (León, España) el año 1875.
Contrajo matrimonio y tuvo ocho hijos, dos de los cuales se hicieron
religiosos. En 1916 emigró a Barcelona y se empleó en los
Ferrocarriles del Norte. Junto con su esposa ingresó en la Tercera Orden
Dominicana, fue miembro de la Adoración Nocturna y acompañaba
peregrinaciones a Lourdes. Implantada en España la persecución
religiosa, lo detuvieron, pero sus familiares lograron su libertad. El 8 de
agosto de 1936 no regresó ya al hogar. Un grupo de milicianos lo
sacó violentamente de su lugar de trabajo, lo condujo hacia Sant Andreu
de Palomar (Barcelona) y lo asesinó bajo el puente llamado del
«Dragón». Fue beatificado el año 2007.
Beato Antonio Silvestre Moya.
Nació en L'Ollería (Valencia, España) el año 1892.
De niño ingresó en el seminario de Valencia y en 1915
recibió la ordenación sacerdotal. Ejerció el ministerio
sagrado en sucesivas parroquias, estando en la de Santa Tecla de Játiva
cuando estalló la persecución religiosa. En todas dio muestras de
celo y buen carácter. A principios de agosto de 1936, incendiaron y
saquearon las iglesias de Játiva. Él atendía de
incógnito a los enfermos y celebraba la eucaristía en privado. El
7 de agosto de 1936 lo detuvieron, le dispararon y lo dejaron por muerto.
Sobrevivió, pero al día siguiente lo detuvieron de nuevo y lo
fusilaron en El Saler, término municipal de Valencia.
Beato Eladio López Ramos. Nació en Laroco (Orense) en 1904.
Profesó en la Congregación de los Sagrados Corazones en 1924, y fue
ordenado sacerdote en 1929. Trabajó en el colegio de su Congregación en
Madrid, y en la iglesia de Cristo Rey, perteneciente al colegio. Fue un
religioso de profunda vida interior y de piedad intensa. El confesonario fue
su gran apostolado. Al estallar la persecución religiosa en 1936, se refugió
en una pensión y le dijo a la dueña que era sacerdote y que no lo negaría, y
no lo negó cuando, denunciado por una empleada, fueron a detenerle. Lo
fusilaron el 8 de agosto de 1936. Beatificado el 13-X-2013.
Beato Juan Felton. Nació en
Bermondsey y vivía en Southwark (Inglaterra). Contrajo matrimonio y el
beato Tomás Felton, religioso mínimo, mártir, era hijo
suyo. Llegó a sus manos un ejemplar de la bula por la que san Pío
V excomulgaba a la reina Isabel I. Juan la fijó en la puerta de la
residencia del obispo anglicano de Londres. Lo detuvieron, reconoció que
él la había fijado y manifestó que no acataba la
supremacía religiosa de la Reina, aunque no le guardaba rencor y como
muestra de ello le envió su valioso anillo. Lo ahorcaron y
descuartizaron en Londres el año 1570.
Beatos Juan Fingley y Roberto
Bickendike. Juan nació en Barneby (Inglaterra) hacia 1555.
Estudió en Cambridge y trabajó como mayordomo. Decidió
abrazar la vida eclesiástica y marchó a estudiar al colegio
inglés de Reims (Francia), donde se ordenó de sacerdote en 1581.
Volvió a Inglaterra y trabajó con gran celo hasta que lo
detuvieron. Condenado por ser sacerdote católico y por haber
reconciliado con la Iglesia católica a algunos súbditos de la
Reina, lo ahorcaron en York el año 1586. Roberto nació en
el seno de una familia acomodada y se educó en York. Conoció el
catolicismo, se reconcilió con la Iglesia católica y se
negó a acudir a los templos protestantes. Lo ahorcaron en un afecha
desconocida del año 1586.
Beatos Leonardo José
Aragonés Mateu y Dionisio Luis Molinos Coloma. Los dos eran Hermanos
de las Escuelas Cristianas (La Salle). Leonardo José nació
en Tarragona en 1886. Estudió primero en el seminario y luego
eligió la vida religiosa. Hecho el noviciado, ejerció su
apostolado en Berga y Barcelona. En 1928 fue nombrado Visitador de su distrito.
Dionisio Luis nació en Forcall (Castellón) en 1890. Hecho
el noviciado y acabada su formación, a partir de 1908 ejerció su
ministerio en Tarragona y Barcelona. Estando los dos en La Seu de Urgell
preparando los retiros de sus hermanos, solicitaron en la sede de la UGT un
salvoconducto para volver a Barcelona; los detuvieron y sin más los
fusilaron en el término de Traverseras (Lérida) el
8-VIII-1936.
Beato Manuel Aranda. Nació en
Monte Lope Álvarez, localidad aneja a Martos (Jaén), en 1916. Pronto
alternó la asistencia a la escuela y el trabajo en el campo. Con 15 años
ingresó en el seminario diocesano; terminó el tercer curso de filosofía
en junio de 1936. El 21 de julio siguiente lo detuvieron. Los
milicianos se ensañaron con él: lo maltrataron física y moralmente y
pretendieron que blasfemara, etc. El 8 de agosto de 1936 lo sacaron de
la cárcel y lo asesinaron en el término municipal de Martos; tenía 20
años. Fue un seminarista devoto, estudioso, apóstol en tiempo de
vacaciones, sensible a los problemas de su época. Beatificado el
13-X-2013.
Beatas María del Carmen Zaragoza y
María Rosa Adrover. Las dos habían ingresado, en 1916 y 1920
respectivamente, en la comunidad de Dominicas de Santa Catalina de Siena, de
Barcelona, hoy Congregación de la Enseñanza de la Inmaculada. El
18-VII-1936 la comunidad tuvo que dispersarse a causa de la persecución.
Estuvieron acogidas en hogares amigos. Ante la inminencia de registros, el
7-VIII-1936 dejaron su refugio y salieron a la calle. Apresadas poco
después en la noche del 7 al 8, se las llevaron y las martirizaron en el
término municipal de Vallirana (Barcelona). María del
Carmen nació en Villajoyosa (Alicante) en 1888. A los 24 años
se trasladó a Barcelona, donde visitaba a ancianos pobres, niños
huérfanos y enfermos acogidos en asilos y hospitales. De religiosa dio
clase a niñas y tuvo el oficio de portera. María Rosa
nació en San Roque (Cádiz) en 1888. Muy niña
todavía se trasladó con sus padres a Cataluña, luego a
Villajoyosa y por último a Barcelona. De religiosa impartió
clases gratuitas a niñas y desempeñó el cargo de
sacristana. Estaba dotada de notables dotes pedagógicas.
Beatas María del Niño
Jesús Baldillou y compañeras mártires. En julio de
1936, desatada la persecución religiosa en España, la comunidad
de MM. Escolapias del Colegio de Valencia tuvo que abandonarlo y refugiarse en
un piso. El 8 de agosto de 1936 los milicianos se llevaron del piso a las cinco
que cabían en el coche que traían. Las llevaron a la playa del
Saler, en el término de Valencia, y después de toda clase de
vejaciones e insultos, las acribillaron con armas de fuego y usaron
también armas blancas. Estos son sus nombres, con el lugar y año
de su nacimiento: María del Niño Jesús Baldillou y
Bullit, Balaguer (Lleida) 1905; Presentación de la Sagrada
Familia Gallén Martí, Morella (Castellón) 1872;
María Luisa de Jesús Girón Romera, Bujalance
(Córdoba) 1887; Carmela de San Felipe Neri Gómez Lezaun,
Eulz (Navarra) 1869; y Clemencia de San Juan Bautista Riba Mestres,
Igualada (Barcelona) 1893.
Beato Mariano Pina. Nació en
Híjar (Teruel) en 1867. Profesó en la Orden de la Merced en 1889.
Recibió la ordenación sacerdotal en 1896. Fue muchos años maestro de
novicios. Cuantos lo trataban lo apreciaban por su bondad y afabilidad,
humildad y sencillez. Estaba de familia en la comunidad del Olivar en
Estercuel cuando arreció la persecución religiosa de 1936. Su salud se
hallaba ya muy quebrantada y por eso, cuando los religiosos se
dispersaron, él no pudo acompañarlos. Buscando penosamente la salida
hacia Zaragoza, el 8 de agosto de 1936 lo reconocieron los milicianos
como fraile, lo apresaron y lo mataron a tiros en el término de Muniesa
(Teruel). Beatificado el 13-X-2013.
Beato Nicolás de la Torre
Merino. Nació en Béjar (Salamanca) en 1892, hizo la
profesión religiosa en los Salesianos, como coadjutor, en 1910.
Desempeñó sus actividades en Barcelona, Valencia, La
Coruña, Vigo y Madrid, donde le sorprendió la persecución
religiosa de 1936. Vestido de seglar pudo continuar durante algún tiempo
ocupándose de sus trabajos, hasta que, reconocido como religioso, fue
encarcelado y fusilado el 8 de agosto de 1936.
Beato Vladimiro Laskowski.
Nació en Rogozno (Polonia) el año 1886. Se ordenó de
sacerdote en la diócesis de Poznan el año 1914. Estuvo ejerciendo
su ministerio en el ámbito parroquial y luego en el diocesano hasta que
en marzo de 1940 fue arrestado por los nazis. Lo internaron en el campo de
concentración de Dachau, en Alemania, del que pasó al de Gusen,
también en Alemania. A consecuencia de las pésimas condiciones
del campo y de las torturas a que lo sometieron, falleció el 8 de agosto
de 1940.
* * *
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y
DEVOCIÓN
Pensamiento
bíblico :
Jesús dijo a sus discípulos:
-Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con
qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que
la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una
ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla
debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a
todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean
vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo
(Mt 5,13-16).
Pensamiento franciscano
:
Santa Clara escribió a santa
Inés de Praga: -Vos sabíais que el Señor no da ni promete
el reino de los cielos sino a los pobres, que no se puede servir a Dios y al
dinero, y que no se puede permanecer glorioso en el siglo y luego reinar
allá con Cristo; y que antes podrá pasar un camello por el ojo de
una aguja, que subir un rico al reino de los cielos. Por eso vos os
habéis despojado de las riquezas temporales. Qué negocio tan
grande y loable: dejar las cosas temporales por las eternas, merecer las cosas
celestiales por las terrenas, recibir el ciento por uno, y poseer la
bienaventurada vida eterna (1CtaCl 19-24).
Orar con la
Iglesia:
Al recordar a santo Domingo, que fue una
guía luminosa para el pueblo con el ejemplo y la palabra, pidamos al
Padre que continúe dando a la Iglesia apóstoles de la verdad y
santidad.
-Para que el testimonio de los santos
pastores nos estimule a caminar por las sendas de la perfección
evangélica.
-Para que la palabra de la Iglesia y de sus
ministros sea portadora de luz y de esperanza.
-Para que Dios ilumine a los que tienen
responsabilidades en la vida pública a fin de que respeten y promuevan
los valores espirituales y morales.
-Para que el Señor conceda a los
ministros de la palabra la inteligencia y el valor suficientes para consolidar
la verdad y corregir los errores.
Oración:
Señor, dirige tu mirada
bondadosa sobre tu pueblo y concédele pastores virtuosos y sabios que lo
guíen hacia la patria eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
* * *
SANTO DOMINGO DE
GUZMÁN
De la Catequesis de S. S. Benedicto XVI
en la audiencia general del 3 de febrero de 2010
Domingo nació en España, en
Caleruega, en torno al año 1170. Pertenecía a una noble familia
de Castilla la Vieja y, con el apoyo de un tío sacerdote, se
formó en una célebre escuela de Palencia. Se distinguió en
seguida por el interés en el estudio de la Sagrada Escritura y por el
amor a los pobres, hasta el punto de vender los libros, que en su tiempo
constituían un bien de gran valor, para socorrer, con lo obtenido, a las
víctimas de una carestía.
Ordenado sacerdote, fue elegido
canónigo del cabildo de la catedral en su diócesis de origen,
Osma. Aunque este nombramiento podía representar para él un
cierto motivo de prestigio en la Iglesia y en la sociedad, no lo
interpretó como un privilegio personal, ni como el inicio de una
brillante carrera eclesiástica, sino como un servicio que debía
prestar con entrega y humildad.
El obispo de Osma, que se llamaba Diego, un
pastor auténtico y celoso, notó muy pronto las cualidades
espirituales de Domingo, y quiso contar con su colaboración. Juntos se
dirigieron al norte de Europa, para realizar misiones diplomáticas que
les había encomendado el rey de Castilla. Durante el viaje, Domingo se
dio cuenta de dos enormes desafíos que debía afrontar la Iglesia
de su tiempo: la existencia de pueblos aún sin evangelizar, en los
confines septentrionales del continente europeo, y la laceración
religiosa que debilitaba la vida cristiana en el sur de Francia, donde la
acción de algunos grupos herejes creaba desorden y alejamiento de la
verdad de la fe. Así, la acción misionera hacia quienes no
conocen la luz del Evangelio, y la obra de nueva evangelización de las
comunidades cristianas se convirtieron en las metas apostólicas que
Domingo se propuso conseguir. Fue el Papa, al que el obispo Diego y Domingo se
dirigieron para pedir consejo, quien pidió a este último que se
dedicara a la predicación a los albigenses. Domingo aceptó con
entusiasmo esta misión, que llevó a cabo con el ejemplo de su
vida pobre y austera, con la predicación del Evangelio y con debates
públicos. A esta misión de predicar la Buena Nueva dedicó
el resto de su vida.
A Domingo de Guzmán se asociaron
después otros hombres, atraídos por la misma aspiración.
De esta forma, progresivamente, desde la primera fundación en Tolosa,
tuvo su origen la Orden de Predicadores. En efecto, Domingo, en plena
obediencia a las directrices de los Papas de su tiempo, Inocencio III y Honorio
III, adoptó la antigua Regla de san Agustín, adaptándola a
las exigencias de la vida apostólica, que lo llevaban a él y a
sus compañeros a predicar trasladándose de un lugar a otro, pero
volviendo después a sus propios conventos, lugares de estudio,
oración y vida comunitaria. De modo especial, Domingo quiso dar
relevancia a dos valores que consideraba indispensables para el éxito de
la misión evangelizadora: la vida comunitaria en la pobreza y el
estudio.
Ante todo, Domingo y los Frailes
Predicadores se presentaban como mendicantes, es decir, sin grandes propiedades
de terrenos que administrar. Este elemento los hacía más
disponibles al estudio y a la predicación itinerante y constituía
un testimonio concreto para la gente. En segundo lugar, Domingo, con un gesto
valiente, quiso que sus seguidores adquirieran una sólida
formación teológica, y no dudó en enviarlos a las
universidades de la época, aunque no pocos eclesiásticos miraban
con desconfianza a esas instituciones culturales. Las Constituciones de la
Orden de Predicadores dan mucha importancia al estudio como preparación
al apostolado. Domingo quiso que sus frailes se dedicasen a él sin
reservas, con diligencia y piedad; un estudio fundado en el alma de cada saber
teológico, es decir, en la Sagrada Escritura, y respetuoso de las
preguntas planteadas por la razón. El desarrollo de la cultura exige que
quienes desempeñan el ministerio de la Palabra, en los distintos
niveles, estén bien preparados.
Cuando Domingo murió en 1221, en
Bolonia, la Orden de Predicadores, con el apoyo de la Santa Sede, se
había difundido en muchos países de Europa en beneficio de toda
la Iglesia.
* * *
HABLABA CON DIOS O DE
DIOS
De varios escritos de la Historia de la
Orden de Predicadores
La vida de Domingo era tan virtuosa y el
fervor del espíritu tan grande, que todos veían en él un
instrumento elegido de la gracia divina. Estaba dotado de una firme ecuanimidad
de espíritu, ecuanimidad que sólo lograban perturbar los
sentimientos de compasión o de misericordia; y, como es norma constante
que un corazón alegre se refleja en la faz, su porte exterior, siempre
gozoso y afable, revelaba la placidez y armonía de su
espíritu.
En todas partes se mostraba, de palabra y
de obra, como hombre evangélico. De día, con sus hermanos y
compañeros, nadie más comunicativo y alegre que él. De
noche, nadie más constante que él en vigilias y oraciones de todo
género. Raramente hablaba, a no ser con Dios, en la oración, o de
Dios, y esto mismo aconsejaba a sus hermanos.
Con frecuencia pedía a Dios una
cosa: que le concediera una auténtica caridad, que le hiciera
preocuparse de un modo efectivo en la salvación de los hombres,
consciente de que la primera condición para ser verdaderamente miembro
de Cristo era darse totalmente y con todas sus energías a ganar almas
para Cristo, del mismo modo que el Señor Jesús, salvador de
todos, ofreció toda su persona por nuestra salvación. Con este
fin, instituyó la Orden de Predicadores, realizando así un
proyecto sobre el que había reflexionado profundamente desde
hacía ya tiempo.
Con frecuencia exhortaba, de palabra o por
carta, a los hermanos de la mencionada Orden, a que estudiaran constantemente
el nuevo y el antiguo Testamento. Llevaba siempre consigo el evangelio de san
Mateo y las cartas de san Pablo, y las estudiaba intensamente, de tal modo que
casi las sabía de memoria.
Dos o tres veces fue elegido obispo, pero
siempre rehusó, prefiriendo vivir en la pobreza, junto con sus hermanos,
que poseer un obispado. Hasta el fin de su vida conservó intacta la
gloria de la virginidad. Deseaba ser flagelado, despedazado y morir por la fe
cristiana. De él afirmó el papa Gregorio noveno:
«Conocí a un hombre tan fiel seguidor de las normas
apostólicas, que no dudo que en el cielo ha sido asociado a la gloria de
los mismos apóstoles».
* * *
MENSAJE DE S. S. JUAN PABLO
II A LAS CLARISAS
CON MOTIVO DEL VIII CENTENARIO DEL NACIMIENTO
DE SANTA CLARA DE ASÍS (11-VIII-1993)
4. Si Catalina de Siena es la santa
llena de pasión por la sangre de Cristo; si Teresa la Grande es la mujer
que va de «morada» en «morada» hasta llegar al umbral
del gran Rey en el Castillo interior; y si Teresa del Niño Jesús
es la que recorre con sencillez evangélica el camino, Clara es la
amante apasionada del Crucificado pobre, con quien quiere identificarse
totalmente.
En una de sus cartas se expresa de la
siguiente manera: «Mira que él por ti se ha hecho objeto de
desprecio, y sigue su ejemplo, haciéndote, por amor suyo, despreciable
en este mundo. Mira… a tu Esposo, el más hermoso de entre los hijos
de los hombres, que por tu salvación se hizo el más vil de los
hombres, despreciado, maltratado y flagelado repetidamente en todo el cuerpo, e
incluso agonizante entre los dolores más terribles en la cruz. Medita,
contempla y trata de imitarlo. Si con él sufres, con él
reinarás; si con él lloras, con él gozarás; si con
él mueres en la cruz de la tribulación, poseerás con
él las moradas celestiales en el esplendor de los santos, y tu nombre
quedará escrito en el Libro de la vida…» (2CtaCl
19-22).
Clara, que ingresó en el monasterio
cuando tenía apenas 18 años, muere allí a los 59, tras una
vida de sufrimientos, oración constante, austeridad y penitencia. Por
este deseo ardiente del Crucificado pobre nada le pesará
jamás, hasta el punto de que, ya agonizante, dijo a fray Reinaldo, que
la asistía «en el largo martirio de tan graves
enfermedades»…: «Desde que conocí la gracia de mi
Señor Jesucristo por medio de su siervo Francisco, ninguna pena me ha
resultado molesta y ninguna penitencia, gravosa; ninguna enfermedad me ha
resultado dura, hermano querido» (LCl 44).
5. Pero Cristo, al sufrir en la
cruz, también refleja la gloria del Padre y atrae hacia sí en su
Pascua a quien lo ha amado hasta compartir sus sufrimientos por amor.
La frágil joven de 18 años
que, al huir de su casa la noche del domingo de Ramos del año 1212, se
lanza sin titubear a esa nueva experiencia, creyendo sólo en el
Evangelio que le indicó Francisco, completamente sumergida con los ojos
del rostro y con los del corazón en el Cristo pobre y crucificado,
experimenta esta unión que la transforma: «Coloca tus ojos
-escribe a Inés de Praga- ante el espejo de la eternidad, coloca tu alma
en el esplendor de la gloria, coloca tu corazón en aquel que es figura
de la sustancia divina y transfórmate totalmente, por medio de la
contemplación, en la imagen de su divinidad. Entonces también
tú experimentarás lo que está reservado únicamente
a sus amigos, y gustarás la dulzura secreta que Dios mismo ha reservado
desde el inicio a los que lo aman. Sin conceder siquiera una mirada a las
seducciones, que en este mundo falaz y agitado tienden lazos a los ciegos para
atraer hacia ellas su corazón, con todo tu ser ama a aquel que por tu
amor se entregó» (3CtaCl 12-15).
Encerrada en el monasterio de San
Damián, en una vida marcada por la pobreza, el cansancio, la
tribulación y la enfermedad, pero también por una comunión
fraterna tan intensa que, en el lenguaje de la Forma de vida, recibe el
nombre de «santa unidad», Clara siente la alegría más
pura que se haya concedido experimentar a una criatura: la de vivir en Cristo
la unión perfecta de las tres Personas divinas, entrando casi en el
inefable circuito del amor trinitario.
6. La vida de Clara, bajo la
guía de Francisco, no fue una vida eremítica, aunque fue
contemplativa y de clausura. Alrededor de ella, que quería vivir como
las aves del cielo y los lirios del campo, se reunió un primer
núcleo de hermanas, contentas con solo Dios. Esta pequeña
grey, que rápidamente fue aumentando, no alimentaba ningún
temor: la fe era para ella motivo de tranquilidad y seguridad frente a todo
peligro. Clara y las hermanas tenían un corazón tan grande como
el mundo: como contemplativas, intercedían por toda la humanidad. Como
almas sensibles a los problemas cotidianos de cada uno, sabían hacerse
cargo de toda aflicción: no había ninguna preocupación,
ningún sufrimiento, ninguna angustia o desesperación ajena que no
hallara eco en su corazón de mujeres entregadas a la oración.
Clara lloró y suplicó al Señor por la amada ciudad de
Asís, asediada por las tropas de Vitale di Aversa, y logró que la
ciudad fuera librada de la guerra. Oraba todos los días por los enfermos
y muchas veces los curaba con el signo de la cruz. Persuadida de que
sólo tiene vida apostólica quien se sumerge en el pecho
desgarrado de Cristo crucificado, escribía a Inés de Praga con
las palabras de san Pablo: «Te considero colaboradora de Dios mismo y
apoyo de los miembros débiles y vacilantes de su Cuerpo inefable»
(3CtaCl 8).
Toda la vida de Clara era una
eucaristía, porque -al igual que Francisco- elevaba desde su
clausura una continua acción de gracias a Dios con la
oración, la alabanza, la súplica, la intercesión, el
llanto, el ofrecimiento y el sacrificio. Acogía y ofrecía todo al
Padre en unión con la infinita acción de gracias del Hijo
unigénito, niño, crucificado, resucitado y vivo a la derecha del
Padre.
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