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domingo, 21 de agosto de 2016

Evangelio Del 21 de Agosto del 2016 “Luchen por entrar por la puerta estrecha”

DOMINGO XXI ORDINARIO


21 de Agosto del 2016
“Luchen por entrar por la puerta estrecha”

LA PALABRA DE DIOS
Is 66, 18-21: “Yo vengo a reunir a todas las naciones y lenguas.”
Así dice el Señor:
— «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, pondré en medio de ellos una señal, y mandaré algunos de sus sobrevivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones.
Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos sus hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén —dice el Señor— como los israelitas, en vasos purificados, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas» ―dice el Señor―.
Sal 116, 1.2: “Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio”
Alaben al Señor, todas las naciones,
aclámenlo, todos los pueblos.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Heb 12, 5-7. 11-13: “El Señor reprende a los que ama”
Hermanos:
Ustedes han olvidado la exhortación paternal que les dieron:
— «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfa­des por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos».
Acepten la corrección, porque Dios los trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos?
Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz.
Por eso, fortalezcan sus manos cansadas, robustezcan las rodillas temblorosas, y caminen por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.
Lc 13, 22-30: “Vendrán de oriente y de occidente y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios”
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, reco­rría ciudades y pueblos enseñando.
Uno le preguntó:
— «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»
Jesús les dijo:
— «Esfuércense en entrar por la puerta estrecha. Les digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, se quedarán afuera y llamarán a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”; y él les contestará: “No sé quiénes son ustedes”.
Entonces comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nues­tras plazas”.
Pero él contestará: “No sé quiénes son ustedes. Aléjense de mí, malvados”.
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras ustedes habrán sido echados fuera. Y vendrán muchos de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.
Miren: hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».
APUNTES
El Señor va de camino a Jerusalén.
En el camino alguien se le acerca con una inquietud: «¿serán pocos los que se salven?». La pregunta implica, evidentemente, la posibilidad de quedar excluidos de la salvación. Pero, ¿qué hay que entender por “salvación”? ¿Salvarse de qué? ¿De la muerte? ¿O de algo que está más allá de la muerte? ¿No termina todo con la muerte? ¿Hay esperanza de vida más allá de la muerte? ¿Hay posibilidad de “perder” esa vida después de la muerte? El tema que plantea es ciertamente inquietante. Es una pregunta universal: se la hacen todos los hombres de todas las culturas y de todos los tiempos.
Los judíos creían en la existencia luego de la muerte. Para el Señor Jesús esa salvación consiste en ser admitidos al Reino de Dios. De acuerdo a la pregunta de aquél judío, y de acuerdo a la respuesta del Señor, no todos serán admitidos al Reino de Dios.
Acaso él ya tenía una respuesta y pensaba, como era creencia común entre los judíos, que únicamente se salvarían los hijos de Abraham, los circuncidados, los miembros del Pueblo elegido por Dios. De la salvación estarían excluidos todos los demás, los miembros de los pueblos llamados “gentiles”, pues ellos adoraban a ídolos incapaces de salvarlos. No queda claro si la pregunta obedece a un deseo de escuchar la opinión del Maestro en torno a una cuestión discutida entre las diferentes escuelas rabínicas o a un deseo de satisfacer una simple curiosidad personal.
El Señor Jesús no responde a la inquietante pregunta. No responde si se salvarán pocos o muchos. Sin embargo, aprovecha la pregunta para hacer una fuerte exhortación a cada uno de sus oyentes a mirar cada cual por su propia salvación y esforzarse decididamente por entrar por la puerta estrecha. Por qué entretenerse en si se salvarán muchos o pocos, cuando de lo que se trata es de mirar cada uno por su propia salvación?
La palabra griega agonizesthe, que se traduce literalmente por luchen, es una invitación al combate, a hacer el máximo esfuerzo por entrar por la puerta estrecha, es decir, por conquistar un bien que, aunque difícil y arduo de alcanzar, es posible. El mismo término lo utiliza San Pablo cuando exhorta a Timoteo: «Combate (agonizou) el buen combate de la fe» (1 Tim 6, 12). Es un esfuerzo que implica un celo persistente, enérgico, acérrimo y tenaz, que no se doblega ante las dificultades que se pueden presentar en la lucha. Implica también un entrar en competencia o luchar decididamente contra todo adversario.
El esfuerzo que hay que hacer es para «entrar por la puerta estrecha». Sobre esto San Mateo recoge una explicación más extensa que la de San Lucas: «porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran» (Mt 7, 13-14). Mientras la puerta estrecha lleva a la vida eterna, la puerta ancha lleva a la perdición, a la exclusión del Reino de los Cielos. El Señor advierte de la posibilidad de quedar fuera y dar a parar en el lugar donde «será el llanto y el rechinar de dientes», el lugar de la eterna ausencia de Dios, de la eterna “excomunión” de su amor.
Cuando el Señor invita a la lucha por entrar por la puerta estrecha, ¿debe entenderse que la salvación depende única y exclusivamente del esfuerzo personal? No. El Señor ciertamente acentúa en esta respuesta el hecho de la responsabilidad de cada cual, sin embargo, sería un gravísimo error leer este pasaje aisladamente. Siempre hay que tener en mente el conjunto de las enseñanzas del Señor. Así, en otro momento, ante la pregunta: «¿y quién se podrá salvar?», el Señor responde: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios» (Mc 10, 26-27; Lc 18, 26-27). La salvación es ante todo un don de Dios, pero requiere ser acogido. Dios espera la respuesta y cooperación humana. Acoge el don de la salvación y reconciliación quien permanece unido al Señor (ver Jn 15, 4-5), quien desde su insuficiencia coopera decididamente con la gracia divina, quien se empeña en pasar día a día por la “puerta estrecha”, que es Cristo mismo: «yo soy la puerta de las ovejas» (Jn 10, 7).
Luego de exhortar a todos a luchar esforzadamente por pasar por la puerta estrecha, el Señor cuestiona a quienes se creen muy seguros y confían que se encuentran dentro del número de los salvados por pertenecer al pueblo elegido. El Señor advierte que ser hijos de Abraham no es garantía de salvación (ver Mt 3, 9; Lc 3, 8; Jn 8, 33ss). Por otro lado, aquellos a quienes los judíos consideraban excluidos de la salvación por no pertenecer al pueblo de Israel, «se sentarán a la mesa en el Reino de Dios». La salvación la ofrece Dios a todos los hombres por igual. Es anunciada a todos los pueblos de la faz de la tierra ya desde antiguo por medio del profeta Isaías (ver 1ª. lectura). Dios vendrá «para reunir a las naciones de toda lengua».

Año Franciscano: Día 21 de agosto‏

SAN PÍO X, papa de 1903 a 1914. [Murió el 20 de agosto y su memoria se celebra el 21 del mismo mes]. José Sarto, que ese era su nombre de pila, nació en Riese (Treviso, Italia) el año 1835, de familia campesina. Estudió en el seminario de Padua y se ordenó de sacerdote en 1858. Ejerció diversos ministerios en su diócesis hasta que, en 1884, fue nombrado obispo de Mantua, y más tarde patriarca de Venecia. En 1903 fue elegido papa. Adoptó como lema de su pontificado «Instaurar todas las cosas en Cristo», consigna que, llevada a la práctica con espíritu de sencillez, pobreza y fortaleza, dio grandes frutos: impulsó la lectura de la Sagrada Escritura en lengua vulgar, alentó la participación en las celebraciones litúrgicas para las que renovó los libros y la música, promovió la ación misionera de los laicos, fomentó la primera comunión en edad temprana, publicó su Catecismo predicado antes por él mismo, simplificó la organización de la Curia, atajó los errores de su tiempo, combatió el modernismo. Murió en Roma el 20 de agosto de 1914.- Oración: Señor, Dios nuestro, que, para defender la fe católica e instaurar todas las cosas en Cristo, colmaste al papa san Pío de sabiduría divina y fortaleza apostólica, concédenos que, siguiendo su ejemplo y su doctrina, podamos alcanzar la recompensa eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
BEATA VICTORIA RASOAMANARIVO. Nació en Antananarivo, capital de Madagascar, el año 1848, en el seno de una familia pagana. Estaba emparentada con la familia real y era hija del comandante en jefe del ejército. En 1863 se convirtió al catolicismo y se bautizó. Al año siguiente la dieron en matrimonio a un hombre pagano, noble y rico, pero violento y de malas costumbres. Ella no quiso divorciarse, perdonó sus infidelidades y lo trató siempre con respeto y amor, y así consiguió que, en su lecho de muerte, se convirtiera y se bautizara. Fue protectora de la Iglesia, «padre y madre» para la comunidad católica, y colaboradora de los misioneros. Y cuando éstos fueron expulsados en 1883, socorrió con toda solicitud a los cristianos y defendió a la Iglesia ante las autoridades públicas. Murió en Antananarivo el 21 de agosto de 1894. Fue una mujer de profunda religiosidad, que pasaba muchas horas en la iglesia y se dedicó a innumerables obras de caridad en favor de los pobres, los prisioneros, los abandonados, los leprosos.
BEATO BRUNO ZEMBOL. Nació el año 1905 en Letownia, diócesis de Cracovia (Polonia), de padres campesinos. A los 17 años ingresó en los Franciscanos; terminada su formación y hecho el noviciado, profesó la Regla de San Francisco, como hermano laico, en 1928. Estuvo destinado en varios conventos, en los que ejerció sobre todo el oficio de cocinero. Tuvo como lema de su vida las palabas de san Francisco: «Grandes cosas prometimos, mayores nos están prometidas». En noviembre de 1937, los nazis lo arrestaron en Chelm Lubelski y lo encarcelaron en Lublin. A mitad de junio de 1940 lo confinaron en el campo de concentración de Sachsenhausen, y en diciembre del mismo año lo llevaron al de Dachau (Alemania), donde murió el 21 de agosto de 1942 agotado por las condiciones inhumanas del campo y las torturas. Es uno de los 108 Mártires de la II Guerra Mundial (1940-43) beatificados por Juan Pablo II en 1999.
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Santos Agatónico, Zótico y compañeros mártires. Según la tradición, Agatónico, Zótico y otros muchos cristianos sufrieron el martirio en diversos lugares de Tracia (en la actual Turquía) en el siglo III.
Santa Basa y sus hijos, mártires. Conmemoración de santa Basa y sus tres hijos, Teognio, Agapio y Pistio, que sufrieron el martirio durante la persecución de Diocleciano en el siglo IV. El de la madre tuvo lugar en la isla de Alone, y el de los hijos en Edesa, en la antigua Siria.
Santos Bernardo (Ahmed), María (Zaida) y Gracia (Zoraida). Son tres hermanos, naturales de Carlet (Valencia, España), que se convirtieron del Islam al Cristianismo. Bernardo, en un viaje a Cataluña, se convirtió y profesó como monje en el monasterio cisterciense de Poblet. Vuelto a su tierra natal, consiguió convertir a la fe cristiana a sus dos hermanas. Los tres fueron martirizados en Alcira (Valencia) el 21 de agosto de 1180.
Santa Ciríaca de Roma. Dama romana de gran religiosidad, que dio su nombre al cementerio de la Vía Tiburtina en el Campo Verano, que ella misma había cedido a la Iglesia. Siglo III/IV.
San Cuadrado. Obispo y mártir de Útica en África (en la actual Túnez). Ante la persecución, exhortó a sus fieles a afrontar con entereza el martirio y, en efecto, un grupo numeroso de ellos, clérigos y laicos, dieron fiel testimonio de Cristo y fueron martirizados (cf. día 18). Días después, también el obispo fue sacrificado como represalia contra la fe cristiana. Era el año 258.
San Euprepio. Primer obispo de la ciudad de Verona (Italia) en el siglo III/IV.
San José Dang Dinh (Nien) Vien. Nación en Tien-Chu (Vietnam) el año 1787 en el seno de una familia cristiana. Estudió en el seminario de Luc-Thuy y recibió la ordenación sacerdotal en 1821. Ejerció el ministerio en la comunidad de Dong-Bai, con mucha cautela ante la persecución religiosa del emperador Minh Mang, y con gran celo y provecho, hasta que lo arrestaron en 1838 por unas cartas, de carácter netamente religioso, que le interceptaron. Le exigieron que delatara al obispo y que apostatara pisoteando la cruz. Él se mantuvo firme en la fe a pesar de las torturas. Lo decapitaron en Hung-Yen 21 de agosto de 1838.
San Luxorio. Sufrió el martirio en Fordingiano, población de la isla de Cerdeña (Italia), en el siglo IV.
San Privado. Era obispo de Gévaudan, actual diócesis de Mende (Francia), cuando tuvo lugar la invasión de los alamanes, que perseguían a los cristianos. Privado se escondió en una gruta y se dedicó a la oración y el ayuno, implorando la misericordia de Dios. Cuando lo detuvieron, se negó a pedir a la guarnición de Grèce que se rindiera, a delatar a la comunidad cristiana y a adorar a los ídolos. Lo azotaron con tal crueldad, que murió poco después. Era el año 407.
San Sidonio Apolinar. Nació el año 431 en Lyon (Francia), en el seno de una familia rica de rango senatorial. Estudió en Lyon y Arlés. Contrajo matrimonio con Papialina, hijo del emperador Avito, y tuvieron cuatro hijos. El año 468 lo hicieron prefecto de la ciudad de Roma. Volvió a la Galia y en el 471 fue elegido obispo de Clermont-Ferrand (Auvernia). Era un hombre versado en las ciencias sagradas y profanas, que nos dejó poemas y cartas. Como verdadero padre de todos y doctor insigne, procuró el bien de sus fieles, y se opuso al rey arriano Eurico, que lo confinó junto a Carcasona. Murió hacia el año 479.
Beato Jorge Camilo García, Marista. Nació en Cuadros (León) en 1916. Emitió sus primeros votos el 15-VIII-1935 y enseguida lo destinaron al colegio San José de la calle Fuencarral de Madrid, donde se encargó de los alumnos más pequeños. Cuando los milicianos asaltaron el colegio el 20-VII-1936, estaba en cama, enfermo de tifus; no obstante, lo encarcelaron. A principios de 1937 lo dejaron en libertad. Tuvo que hacer el servicio militar; estando en un cuartel de Hortaleza, los jefes militares descubrieron que era un religioso y lo fusilaron el 21 de agosto de 1937 en el patio del cuartel. Tenía 21 años. Beatificado el 13-X-2013.
Beatos Juan Cuscó y Pedro Sadurní. Los dos eran miembros de la congregación Hijos de la Sagrada Familia, sacerdotes, competentes y apreciados profesores y educadores en diversos centros suyos. Cuando estalló la persecución religiosa, estaban de familia en el colegio San José, de Tremp (Lérida), del que el P. Juan era superior y director. Intentaron cruzar la frontera para marchar a Roma, pero fueron detenidos y encarcelados. El 21 de agosto de 1936 fueron asesinados en el cementerio de Lérida. Juan Cuscó nació en La Granada del Penedés (Barcelona) en 1872. Además de poseer excelentes cualidades pedagógicas, era buen confesor y director de almas. Pedro Sadurní nació en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) en 1883. Dotado de un talento privilegiado, fue muy estimado como profesor de ciencias. Beatificados el 13-X-2013.
Beato Juan Vernet. Nació en Vilella Alta (Tarragona) en 1899. Ingresó en el seminario de Tarragona a los doce años, en 1921 hizo el servicio militar en África, fue ordenado sacerdote en 1926. Ejerció su ministerio en varios destinos, siendo último el de La Morera de Montsant. Afrontó con serenidad y valor la persecución religiosa, abandonado en las manos de Dios. Tuvo que marchar a su pueblo y refugiarse en una casita de campo con otro sacerdote. El 21 de agosto de 1936, cuando se dirigían a Montblanc, fueron detenidos los dos sacerdotes y asesinados con saña en Juncosa (Lérida). Beatificado el 13-X-2013.
Beato Ladislao Findysz. Nació en Polonia el año 1907. De joven ingresó en el seminario de Przemysl y recibió la ordenación sacerdotal en 1932. Ejerció su ministerio en sucesivas parroquias hasta llegar a la de San Pedro y San Pablo de Nowy Zmigrog. En octubre de 1944 fue expulsado con todos los habitantes del pueblo por los nazis. Regresó al año siguiente y se dedicó a reorganizar su feligresía y a ayudar a los necesitados. Las nuevas autoridades, comunistas, empezaron a molestarlo en 1952 y en noviembre de 1963 lo detuvieron y lo condenaron a dos años y medio de reclusión. En muy mal estado de salud se le permitió volver a casa, en la que murió el 21 de agosto de 1964. Fue beatificado como mártir el año 2005.
Beato Ramón Peiró Victori. Nació en Aiguafreda (Barcelona) el año 1891. Huérfano de padre, ingresó con su hermano, el beato mártir Miguel Peiró, en un Colegio de los Padres de la Sagrada Familia. En 1907 vistió el hábito de los Dominicos. Recibió la ordenación sacerdotal en 1915. Trabajó en varios centros dedicados a la formación de los futuros dominicos. Desde finales de 1927 estuvo su convento de Barcelona. Dirigió asociaciones, atendió a diferentes comunidades de religiosas, inculcó en los jóvenes la devoción a la Eucaristía y a la Virgen, era afable y sencillo con todos. En la guerra civil, lo detuvieron los milicianos, que lo fusilaron en el paraje «El Morrot», en la zona del puerto de Barcelona, el 21 de agosto de 1936.
Beato Salvador Estrugo Solves. Nació en Bellreguat, provincia de Valencia en España, el año 1862, en el seno de una familia de labradores. Ingresó de niño en el seminario de Valencia y recibió la ordenación sacerdotal en 1888. Ejerció el ministerio parroquial en varios pueblos y, a partir de 1931, fue capellán del Hospital de Alberique. A raíz de la persecución religiosa de 1936, quedó como único sacerdote en el pueblo, y con mucha discreción estuvo atendiendo a los feligreses, hasta que el 10 de agosto de 1936, fiesta de San Lorenzo, Patrón de Alberique, lo detuvieron los milicianos y lo condujeron a la cárcel, y allí lo asesinaron.

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PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
Dijo Jesús a Pedro en la Última Cena: -¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos (Lc 22,31-32).
Pensamiento franciscano:
Dice santa Clara en su Regla: -Las hermanas estén firmemente obligadas a tener siempre como gobernador, protector y corrector nuestro, al cardenal de la santa Iglesia Romana que haya sido asignado a los Hermanos Menores por el señor Papa, para que, siempre súbditas y sujetas a los pies de la misma santa Iglesia, estables en la fe católica, guardemos perpetuamente la pobreza y la humildad de nuestro Señor Jesucristo y de su santísima Madre y el santo Evangelio, que firmemente hemos prometido (RCl 12,12-13).
Orar con la Iglesia:
Oremos al Señor, nuestro Dios, en la conmemoración de san Pío X, papa.
-Por la Iglesia, necesitada siempre de reforma en sus instituciones y de conversión en sus miembros.
-Por los presbíteros, colaboradores de los obispos, responsables de la misión pastoral en las diócesis.
-Por los laicos comprometidos en la acción misionera de la Iglesia.
-Por la multitud de los bautizados que viven al margen de la fe y de la Iglesia.
-Por todos los creyentes, llamados a participar en la solicitud pastoral de la Iglesia.
Oración: Escucha, Señor, nuestras súplicas, que hoy te dirigimos confiando en la valiosa intercesión de san Pío X, y concédenos lo que te pedimos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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SANTOS A LOS QUE INVOCAR E IMITAR
Catequesis de S. S. Benedicto XVI
en la audiencia general del 20 de agosto de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Cada día la Iglesia ofrece a nuestra consideración uno o más santos y beatos a los que invocar e imitar. En esta semana, por ejemplo, recordamos algunos muy apreciados por la devoción popular. San Juan Eudes (19), que frente al rigorismo de los jansenistas -en el siglo XVII- promovió una tierna devoción, cuyas fuentes inagotables indicó en los sagrados Corazones de Jesús y de María.
San Bernardo de Claraval (20), a quien el Papa Pío VIII llamó «doctor melifluo» porque destacaba en «hacer destilar de los textos bíblicos el sentido que se encontraba escondido en ellos». A este místico, deseoso de vivir sumergido en el «valle luminoso» de la contemplación, los acontecimientos lo llevaron a viajar por Europa para servir a la Iglesia en las necesidades de su tiempo y para defender la fe cristiana. Ha sido definido también como «doctor mariano», no porque haya escrito muchísimo sobre la Virgen, sino porque supo captar su papel esencial en la Iglesia, presentándola como el modelo perfecto de la vida monástica y de todas las demás formas de vida cristiana.
San Pío X (21), que vivió en un periodo histórico atormentado. De él Juan Pablo II dijo, cuando visitó su pueblo natal en 1985: «Luchó y sufrió por la libertad de la Iglesia, y por esta libertad se manifestó dispuesto a sacrificar privilegios y honores, a afrontar incomprensión y escarnios, puesto que valoraba esta libertad como garantía última para la integridad y la coherencia de la fe».
Santa María Reina (22), memoria instituida por el siervo de Dios Pío XII en el año 1954, y que la renovación litúrgica impulsada por el concilio Vaticano II puso como complemento de la festividad de la Asunción, ya que ambos privilegios forman un único misterio.
Y santa Rosa de Lima (23), la primera santa canonizada del continente latinoamericano, del que es patrona principal. Santa Rosa solía repetir: «Si los hombres supieran qué es vivir en gracia, no se asustarían de ningún sufrimiento y aguantarían con gusto cualquier pena, porque la gracia es fruto de la paciencia». Murió a los 31 años, en 1617, tras una breve existencia llena de privaciones y sufrimiento, en la fiesta del apóstol san Bartolomé, del que era muy devota porque había sufrido un martirio particularmente doloroso.
Así pues, queridos hermanos y hermanas, día tras día la Iglesia nos ofrece la posibilidad de caminar en compañía de los santos. Hans Urs von Balthasar escribió que los santos constituyen el comentario más importante del Evangelio, su actualización en la vida diaria; por eso representan para nosotros un camino real de acceso a Jesús. El escritor francés Jean Guitton los describía como «los colores del espectro en relación con la luz», porque cada uno de ellos refleja, con tonalidades y acentos propios, la luz de la santidad de Dios. ¡Qué importante y provechoso es, por tanto, el empeño por cultivar el conocimiento y la devoción de los santos, así como la meditación diaria de la palabra de Dios y el amor filial a la Virgen!
El período de vacaciones constituye un tiempo útil para repasar la biografía y los escritos de algunos santos o santas en particular, pero cada día del año nos ofrece la oportunidad de familiarizarnos con nuestros patronos celestiales. Su experiencia humana y espiritual muestra que la santidad no es un lujo, no es un privilegio de unos pocos, una meta imposible para un hombre normal; en realidad, es el destino común de todos los hombres llamados a ser hijos de Dios, la vocación universal de todos los bautizados. La santidad se ofrece a todos; naturalmente no todos los santos son iguales: de hecho, como he dicho, son el espectro de la luz divina. Y no es necesariamente un gran santo el que posee carismas extraordinarios. En efecto, hay muchísimos cuyo nombre sólo Dios conoce, porque en la tierra han llevado una vida aparentemente muy normal.
Precisamente estos santos «normales» son los santos que Dios quiere habitualmente. Su ejemplo testifica que sólo cuando se está en contacto con el Señor se llena uno de su paz y de su alegría y se es capaz de difundir por doquier serenidad, esperanza y optimismo. Considerando la variedad de sus carismas, Bernanos, gran escritor francés a quien siempre fascinó la idea de los santos -cita a muchos en sus novelas- destaca que «cada vida de santo es como un nuevo florecimiento de primavera».
Que esto nos suceda también a nosotros. Así pues, dejémonos atraer por la fascinación sobrenatural de la santidad. Que nos obtenga esta gracia María, la Reina de todos los santos, Madre y refugio de los pecadores.
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LA VOZ DE LA IGLESIA QUE RESUENA DULCEMENTE
San Pío X, Constitución apostólica «Divino Afflatu»
Es un hecho demostrado que los salmos, compuestos por inspiración divina, cuya colección forma parte de las sagradas Escrituras, ya desde los orígenes de la Iglesia sirvieron admirablemente para fomentar la piedad de los fieles, que ofrecían continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre, y que además, por una costumbre heredada del antiguo Testamento, alcanzaron un lugar importante en la sagrada liturgia y en el Oficio divino. De ahí nació lo que san Basilio llama «la voz de la Iglesia», y la salmodia, calificada por nuestro antecesor Urbano VIII como «hija de la himnodia que se canta asiduamente ante el trono de Dios y del Cordero», y que, según el dicho de san Atanasio, enseña, sobre todo a las personas dedicadas al culto divino, «cómo hay que alabar a Dios y cuáles son las palabras más adecuadas» para ensalzarlo. Con relación a este tema, dice bellamente san Agustín: «Para que el hombre alabara dignamente a Dios, Dios se alabó a sí mismo; y, porque se dignó alabarse, por esto el hombre halló el modo de alabarlo».
Los salmos tienen, además, una eficacia especial para suscitar en las almas el deseo de todas las virtudes. En efecto, «si bien es verdad que toda Escritura, tanto del antiguo como del nuevo Testamento, inspirada por Dios es útil para enseñar, según está escrito, sin embargo, el libro de los salmos, como el paraíso en el que se hallan (los frutos) de todos los demás (libros sagrados), prorrumpe en cánticos y, al salmodiar, pone de manifiesto sus propios frutos junto con aquellos otros». Estas palabras son también de san Atanasio, quien añade asimismo: «A mi modo de ver, los salmos vienen a ser como un espejo, en el que quienes salmodian se contemplan a sí mismos y sus diversos sentimientos, y con esta sensación los recitan». San Agustín dice en el libro de sus Confesiones: «¡Cuánto lloré con tus himnos y cánticos, conmovido intensamente por las voces de tu Iglesia que resonaba dulcemente! A medida que aquellas voces se infiltraban en mis oídos, la verdad se iba haciendo más clara en mi interior y me sentía inflamado en sentimientos de piedad, y corrían las lágrimas, que me hacían mucho bien».
En efecto, ¿quién dejará de conmoverse ante aquellas frecuentes expresiones de los salmos en las que se ensalza de un modo tan elevado la inmensa majestad de Dios, su omnipotencia, su inefable justicia, su bondad o clemencia y todos sus demás infinitos atributos, dignos de alabanza? ¿En quién no encontrarán eco aquellos sentimientos de acción de gracias por los beneficios recibidos de Dios, o aquellas humildes y confiadas súplicas por los que se espera recibir, o aquellos lamentos del alma que llora sus pecados? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor al descubrir la imagen esbozada de Cristo redentor, de quien san Agustín «oía la voz en todos los salmos, ora salmodiando, ora gimiendo, ora alegre por la esperanza, ora suspirando por la realidad»?
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LA DEVOCIÓN MARIANA DE SAN FRANCISCO
6. VIVENCIA DE LA PIEDAD MARIANA
por Kajetan Esser, ofm
Las biografías destacan con acentos particulares la predilección de Francisco por los lugares marianos, por las iglesias puestas bajo la protección de la Virgen. Tres de estas iglesitas las restauró personalmente. La más significativa e importante para la vida futura de Francisco y de su orden fue la ermita de Santa María de los Angeles, cerca de Asís, llamada Porciúncula. El santo no se cansaba de contárselo a sus hermanos: «Solía decir que por revelación de Dios sabía que la Virgen santísima amaba con especial amor aquella iglesia entre todas las construidas en su honor a lo ancho del mundo, y por eso el santo la amaba más que a todas» (2 Cel 19). Este relato resalta inequívocamente que Francisco se afanaba con infantil sencillez en amar todo lo que sabía que María amaba. Y este amor era particularmente premiado precisamente en la Porciúncula. Por eso, lleno de confianza llevó a sus doce primeros hermanos a esta iglesita, «con el fin de que allí donde, por los méritos de la madre de Dios, había tenido su origen la orden de los menores, recibiera también -con su auxilio- un renovado incremento» (LM 4,5). Y aquí fijó su primera residencia, por su entrañable amor a la Madre bendita del Salvador. Y cuando se sintió morir, se hizo conducir allá, para morir «donde por mediación de la Virgen madre de Dios había concebido el espíritu de perfección y de gracia» (Lm 7,3).
Por así decirlo, quiso pasar toda su vida en la casa de María, para encontrarse siempre cerca de su solicitud maternal. Y lo deseó también para sus seguidores. Por eso, ya moribundo, recomendó de modo especialísimo a sus hermanos este lugar santo: «Mirad, hijos míos, que nunca abandonéis este lugar. Si os expulsan por un lado, volved a entrar por el otro» (1 Cel 106; cf. LM 2,8).
Sintiéndose muy íntimamente vinculado a la Madre de Dios y tan profundamente obligado con ella a lo largo de su vida, se mostraba particularmente agradecido: «Le tributaba peculiarmente alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana» (2 Cel 198). Como lo demuestran las rúbricas para el Oficio de la pasión, diariamente rezaba especiales «salmos a santa María» (OfP introducción), muy probablemente el así llamado Officium parvum beatae Mariae Virginis, compuesto ya en el siglo XII y que con frecuencia se rezaba juntamente con las horas canónicas. Enseñaba a sus hermanos a decir también el Ave María, en la forma breve de la edad media, cuando rezaban el Pater noster. Debían meditar particularmente las alegrías de María, «para que Cristo les concediese un día las alegrías eternas».
Parece que entre todas las fiestas de la Virgen, Francisco tenía predilección por la de la Asunción. Acostumbraba prepararse a ella con un ayuno especial de cuarenta días. Puede que se deba a él el que los hermanos de la penitencia (los terciarios) estuvieran dispensados de la abstinencia este día, como ocurría en las fiestas más grandes, si coincidía con alguno de los días que según la regla fueran de abstinencia. En esta fiesta debía prevalecer la alegría por el honor concedido a María.
Poseído por la más completa confianza en la Virgen, Francisco realizó obras maravillosas. Así, cierto día cogió unas migas de pan, las amasó con un poco de aceite tomado de la lámpara que «ardía junto al altar de la Virgen» y se lo mandó a un enfermo, que «por la fuerza de Cristo» curó perfectamente (LM 4,8). Se apareció también a una señora, aquejada por los dolores de un parto dificilísimo, y le dijo que rezara la «Salve, Regina misericordiae». Mientras la rezaba, dio felizmente a luz un niño (3 Cel 106). Aunque estos relatos pudieran ser dejados de lado por legendarios, demuestran cuando menos hasta qué punto los contemporáneos de Francisco apreciaban su confianza en María y con qué delicadeza la han asociado a su imagen.
La piedad mariana de Francisco, acuñada en muchos detalles por la corriente de la tradición cristiana, pero nacida especialmente de la espiritualidad de este gran santo, fue recogida vitalmente por su orden, y transmitida a través de los siglos. Si un examen más amplio y una reflexión más profunda han aportado algunas novedades y han introducido algunas diferencias, con todo permanecen como columnas firmes aquellas verdades que Francisco transmitió con tanta convicción a los hermanos menores: María es la madre de Jesús, y, como tal, es el instrumento escogido por la Trinidad para su obra de salvación; María es la «Señora pobre», y, como tal, la protectora de la orden. Su culto en la historia es la actualización de una corta y admirable oración compuesta por Tomás de Celano: «¡Ea, abogada de los pobres!, cumple en nosotros tu misión de tutora hasta el día señalado por el Padre» (2 Cel 198).
 

Fuente http://www.franciscanos.org/agnofranciscano/m08/dia0821.html

domingo, 14 de agosto de 2016

“He venido a prender fuego sobre la tierra”

14 de Agosto del 2016
“He venido a prender fuego sobre la tierra”

LA PALABRA DE DIOS
Jeremias 38, 4-6.8-10: “Se apoderaron de Jeremías y lo echaron a la cisterna”
En aquellos días, los príncipes dijeron al rey:
— «Muera ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y a todo el pueblo, con seme­jantes discursos. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia».
Respondió el rey Sedecías:
— «Lo dejo en sus manos, pues el rey no puede oponerse a los deseos de ustedes».
Ellos se apoderaron de Jeremías y lo arrojaron en el pozo del príncipe Malquías, ubicado en el patio de la guardia, descol­gándolo con sogas. En el pozo no había agua, sino lodo, y Jere­mías se hundió en el lodo.
Ebedmelek salió del palacio y habló al rey:
— «Mi rey y señor, esos hombres han tratado muy mal al profeta Jeremías, arrojándolo al pozo, donde morirá de ham­bre, porque no queda pan en la ciudad».
Entonces el rey ordenó a Ebedmelek, el cusita:
— «Toma tres hombres a tu mando, y saquen al profeta Jeremías del pozo, antes de que muera».

Salmo 39, 2-4.18: “Señor, date prisa en socorrerme”
Yo esperaba con ansia al Señor;
y Él se inclinó y escuchó mi grito.
Me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor.
Yo soy pobre y desgraciado,
pero el Señor cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes.




Hebreos 12, 1-4: “Jesús soportó la Cruz sin miedo a la ignominia”
Hermanos:
Ya que estamos rodeados de una innumerable nube de tes­tigos, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos con perseverancia la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en Jesús, iniciador y consumador de nuestra fe; el cual, renunciando al gozo inmediato, soportó la Cruz, sin tener en cuenta la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
Recuerden al que soportó tanta oposición de los pecadores y no se cansen ni se dejen vencer por el desaliento. Ustedes no han llegado todavía a derramar la sangre en la lucha contra el pecado.

Evangelio Según San Lucas 12, 49-53:
“No he venido a traer paz, sino división”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo he venido a prender fuego sobre la tierra, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
¿Piensan ustedes que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres con­tra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».



«He venido a prender un fuego sobre la tierra…» 
El fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la Vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta Elías que «surgió como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha» (Si 48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo, figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista, «que precede al Señor con el espíritu y el poder de Elías» (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que «bautizará en el Espíritu Santo y el fuego» (Lc 3, 16), Espíritu del cual Jesús dirá: «He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!» (Lc 12, 49). En forma de lenguas «como de fuego» se posó el Espíritu Santo sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hech 2, 3-4). La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo. «No extingáis el Espíritu» (1 Tes 5, 19).


AÑO FRANCISCANO- DÍA 14 DE AGOSTO

DÍA 14 DE AGOSTO

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SAN MAXIMILIANO MARÍA KOLBE . Nació cerca de Lodz (Polonia) en 1894. Ingresó en los Franciscanos Conventuales, estudió en Roma y allí recibió la ordenación sacerdotal. Pronto, encendido en el amor a la Madre de Dios, fundó la asociación «Milicia de la Inmaculada» que propagó con entusiasmo con varias publicaciones y a cuyo servicio fundó la «Ciudad de la Inmaculada». En 1930 marchó como misionero a Japón, donde se esforzó por extender la fe cristiana bajo el patrocinio de la misma Virgen Inmaculada. Vuelto a Polonia en 1936, intensificó la publicación y difusión de revistas marianas. Desencadenada la II Guerra Mundial, fue detenido por los nazis e internado en el campo de concentración de Oswiecim o Auschwitz (Cracovia, Polonia), donde lo destinaron a un trabajo tan penoso como el de trasportar cadáveres al crematorio. Y allí murió el 14 de agosto de 1941, tras haberse ofrecido voluntariamente a sustituir a un padre de familia condenado a la muerte por hambre. Juan Pablo II lo canonizó en 1982 y decretó que se le venerase también como mártir.- Oración : Oh Dios, que al mártir san Maximiliano María Kolbe, apóstol de la Inmaculada, le llenaste de celo por las almas y de amor al prójimo; concédenos, por su intercesión, trabajar generosamente por tu gloria en el servicio de los hombres y tener el valor de asemejarnos a tu Hijo, incluso hasta en la muerte. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
SANTOS DOMINGO IBÁÑEZ DE ERQUICIA y FRANCISCO SHOYEMON. Son dos mártires dominicos, el primero español y el segundo japonés, que sufrieron en Nagasaki (Japón), el 14 de agosto de 1633, el tormento de la hoya y la horca: colgados por los pies, con los cuerpos pendientes e inmovilizados, quedaban sus cabezas metidas en una hoya llena de inmundicias nauseabundas que los iban asfixiando lentamente. Domingo nació en Régil (Guipúzcoa, España) el año 1589. De muy joven ingresó en los Dominicos, se ofreció para ir a las misiones de Oriente y en 1611 se embarcó para Filipinas. Allí recibió la ordenación sacerdotal y estuvo trabajando hasta que, en 1623, marchó a Japón, donde desarrolló su apostolado en la clandestinidad y en medio de grandes peligros por la persecución a que estaban sometidos los cristianos. Este ministerio duró diez años, pues a mediados de 1633 fue arrestado y luego martirizado. Francisco era un cristiano japonés que se unió al P. Domingo como catequista y compañero en su trabajo misionero. Lo arrestaron por ser colaborador de los misioneros. En la cárcel pidió al P. Domingo que lo admitiera en la Orden como hermano lego, y quedó inscrito como novicio. Compartió la suerte de su padre espiritual.
BEATO SANTOS BRANCORSINI DE MONTEFABBRI. Nació en Montefabbri (Urbino, Italia) el año 1343. Recibió una esmerada educación. Inició la carrera militar siguiendo las costumbres de aquel tiempo y la familia lo envió a Urbino para que estudiara jurisprudencia. Una riña casual con un amigo íntimo originó un incidente de armas y en legítima defensa hirió al amigo, que luego murió. Este hecho le llevó, el año 1362, a abrazar la vida religiosa en la Orden franciscana como hermano lego. Pronto destacó por su vida y virtudes, su oración y su penitencia, por lo que los superiores le confiaron la formación de los novicios laicos. Además ejerció el oficio de limosnero y de cocinero. De él se cuentan muchas anécdotas y hechos maravillosos en favor sobre todo de los pobres y enfermos que acudían al convento. Profesó una singular devoción a la Eucaristía y a la Virgen. Murió el 14 de agosto de 1394 en el eremitorio de Scotaneto (Mombaroccio, Marcas).
BEATA ISABEL RENZI. Nació en Saludecio (Emilia-Romaña, Italia) el año 1786. A los nueve años entró en el monasterio de clarisas de Mondaino como educanda y más tarde profesó en las agustinas de Pietrarubbia. Cuando Napoleón suprimió los conventos en 1810, volvió a su casa. En 1824 entró a trabajar en el «Conservatorio» de Coriano, una escuela para la educación de las muchachas más pobres. Hubo un intento de unir el Conservatorio con la obra de las Canosianas, y santa Magdalena de Canosa visitó Coriano, pero ésta misma aconsejó a Isabel que siguiera al frente del Conservatorio. A partir del mismo fundó Isabel en 1828 la Congregación de las Maestras Pías de la Dolorosa y puso todo su empeño en que las niñas pobres recibieran en las escuelas una formación humana y catequística. Isabel dedicó el resto de su vida a la formación de sus hermanas y a la consolidación de su instituto. Murió en Coriano el año 1859.
BEATOS BERARDO DE VISANTOÑA Y COMPAÑEROS MÁRTIRESBEATOS BERNARDO DE VISANTOÑA Y COMPAÑEROS MÁRTIRES, Capuchinos. El 21-VII-1936, al inicio de la persecución religiosa en España, los milicianos asaltaron el convento capuchino de Gijón (Asturias) y detuvieron a sus religiosos. El 14 de agosto de 1936, después de 24 días de dura prisión, en la que los frailes rezaron y consolaron a sus compañeros de infortunio, los llevaron al cementerio de Jove (Asturias) y los fusilaron mientras ellos gritaban: «¡Viva Cristo Rey!», «Os perdonamos». Después rociaron con gasolina los cadáveres y les prendieron fuego; al enterrarlos echaron cal sobre ellos. Bernardo de Visantoña nació en Visantoña (La Coruña) en 1878. Hizo su primera profesión en 1901. Después de su ordenación sacerdotal en 1909, lo ! enviaron a Roma para ampliar estudios. A su regreso, se dedicó a la docencia en sus casas de formación y ejerció cargos de autoridad, incluido el de superior provincial de Castilla de 1919 a 1922. Arcángel de Valdavida nació en Valdavida (León) el año 1882. Profesó en 1900 y recibió la ordenación sacerdotal en 1909. En 1912 marchó a las misiones de América (Venezuela, Puerto Rico y Cuba). De regreso a España, enfermo de la vista, su apostolado se limitó al confesonario. Ildefonso de Armellada nació en Armellada (León) en 1874. Estudió en el seminario de Astorga y se ordenó sacerdote en 1900. Dos años después ingresó en los capuchinos y profesó en 1903. Se dedicó luego a la enseñanza y a la predicación, y le confiaron cargos de autoridad conventual. Alejo de Terradillos nació en Terradillos (León) el año 1874. Vistió el hábito capuchino como hermano laico en 1906. En 1934 lo destinaron a Gijón, donde le confiaron el oficio d! e portero. Eusebio de Saludes nació en Salude! s de Castroponce (León) en 1885. Profesó como hermano laico en 1908. Estuvo en Cuba de 1919 a 1927. Grandemente imposibilitado para el trabajo, regresó a España. Cuando lo detuvieron, yacía en un jergón sin poder apenas sostenerse de pie. Beatificados el 13-X-2013. [Más información]
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San Antonio Primaldo y compañeros mártires, también llamados «Mártires de Otranto». El verano de 1480, las tropas turcas se presentaron ante el puerto de Otranto (Apulia, Italia) y asaltaron la ciudad; murieron el arzobispo y multitud de sacerdotes, religiosos y seglares. Vencida la ciudad, el general turco hizo que le presentaran a los varones mayores de 15 años, que fueron en total unos 800. Les conminó a abrazar el Islam con amenazas de muerte o, por el contrario, grandes promesas. Capitaneados y exhortados por Antonio Primaldo, un anciano de oficio tejedor, todos se mantuvieron firmes en su fe en Cristo y fueron decapitados. Esto sucedía el 14 de agosto de 1480. Canonizados el año 2013.
San Arnulfo de Soissons. Nació en Flandes hacia el año 1040 y, siguiendo su tradición familiar, abrazó la carrera militar. Más tarde abandonó las armas y el mundo, y se hizo monje en el monasterio de Soissons, del que sería elegido abad. En atención a sus talentos y virtudes, el Concilio de Meaux lo nombró obispo de Soissons el año 1080. En su tarea episcopal se esforzó en buscar la paz y la concordia. Murió el año 1087 en el monasterio de Oudenbourg que él mismo había fundado años antes.
San Eusebio de Roma. Clérigo romano que fundó la basílica que lleva su nombre en el monte Esquilino de Roma.
San Fachanan (o Fachtna). Obispo y abad de Ross (Irlanda) que fundó en este lugar un monasterio, célebre por la enseñanza de las ciencias divinas y humanas. Su vida se sitúa en el siglo VI.
San Marcelo de Apamea. Obispo de Apamea en Siria, que fue martirizado el año 390 por los paganos enfurecidos porque había destruido un templo dedicado a Júpiter.
San Ursicino. Sufrió el martirio en la provincia romana del Ilírico (en la actual Croacia) a principios del siglo IV.
Beatos Antonio Primaldo y compañeros mártires, también llamados «Mártires de Otranto». El verano de 1480, las tropas turcas se presentaron ante el puerto de Otranto (Apulia, Italia) y asaltaron la ciudad; murieron el arzobispo y multitud de sacerdotes, religiosos y seglares. Vencida la ciudad, el general turco hizo que le presentaran a los varones mayores de 15 años, que fueron en total unos 800. Les conminó a abrazar el Islam con amenazas de muerte o, por el contrario, grandes promesas. Capitaneados y exhortados por Antonio Primaldo, un anciano de oficio tejedor, todos se mantuvieron firmes en su fe en Cristo y fueron decapitados. Esto sucedía el 14 de agosto de 1480.
Beatos Eliseo María Camargo y 3 compañeros mártires, Carmelitas Calzados. Estos cuatro religiosos laicos pertenecían a la comunidad de la Orden Carmelitana de Hinojosa del Duque (Córdoba). El 14 de agosto de 1936 los milicianos asaltaron por segunda vez el convento, y allí mismo mataron a los hermanos Antonio y Pedro, mientras se llevaban a la cárcel a los hermanos Eliseo y José María; a estos, después de maltratarlos y vejarlos, los fusilaron aquel mismo día por la noche en las afueras de Hinojosa. Eliseo María Camargo nació Osuna (Sevilla) en 1887; de joven ejerció el oficio de lampista y en 1919 hizo su primera profesión; era el cocinero del convento. José María Ruiz nació en Osuna (Sevilla) el año 1902 en una familia humilde, trabajadora y buena; hizo su profesión temporal en 1921; se ocupó de la sacristía y ayudaba en la cocina. Antonio María Martín nació en El Saucejo (Sevilla! ) en 1887 de una familia de jornaleros del campo; muertos sus padres, abrazó la vida religiosa e hizo su primera profesión en 1926; era el portero del convento, humilde, sencillo y servicial. Pedro Velasco nació en Minas de Riotinto (Huelva) en 1892; de joven trabajó como zapatero; en 1933 solicitó el ingreso en la Orden como postulante, se le aceptó, y en esa condición le sorprendió el martirio.- Beatificados el 13-X-2013.
Beato Félix Yuste Cava. Nació en Chulilla (Valencia, España) el año 1887. Estudió en el seminario de Valencia y completó estudios en Roma, donde se ordenó de sacerdote en 1910. Hizo en la Universidad Gregoriana los doctorados en Filosofía, Teología y Derecho Canónico. Vuelto a Valencia, trabajó en el seminario y en varias parroquias, la última la de San Juan y San Vicente de la capital, en las que brilló por su inteligencia y humildad. Durante la persecución religiosa de 1936, se refugió, junto con un hermano suyo sacerdote, en casa de otro hermano. Los anarquistas arrestaron a los dos sacerdotes, y al día siguiente, 14 de agosto de 1936, los fusilaron en El Saler, término municipal de Valencia.
Beato Jocundo Bonet. Nació en Tarragona el año 1875. Tuvo que interrumpir el seminario para hacer el servicio militar en Cuba. De nuevo en Tarragona, fue ordenado sacerdote en 1900. Ejerció el ministerio en su ciudad natal y en Reus. Era caritativo y generoso, amante de la liturgia, muy devoto del Sagrado Corazón y de la Virgen, atendía el confesonario, visitaba a los enfermos, dirigía una escuela para obreros pobres. Al estallar la persecución religiosa, rehusó ausentarse de su parroquia. El 14 de agosto de 1936, lo detuvieron los milicianos y lo asesinaron en la carretera de Alcolea, en Reus. Beatificado el 13-X-2013.
Beato José García Librán. Nació en Herreruela de Oropesa (Toledo) en 1909. Fue ordenado sacerdote el 23 de septiembre de 1933. Lo nombraron párroco de Gavilanes en 1935. Destacó por su preparación intelectual, su bondad y su intensa vida espiritual; visitaba con frecuencia a los enfermos y los socorría si eran pobres. Cuando estalló la persecución religiosa, creía él que no lo denunciarían y siguió en Gavilanes; después se refugió con su hermano Serafín en una casa apartada del pueblo. El 14 de agosto de 1936 los dos fueron torturados y asesinados por los milicianos en el pueblo vecino de Pedro Bernardo (Ávila). Beatificado el 13-X-2013.
Beata María Patrocinio de San José. Nació en Bigas (Barcelona) en 1903. A los 13 años, al fallecer su padre, dejó la escuela y se dedicó a los quehaceres domésticos y a ayudar a sus hermanos en las faenas agrícolas. Tuvo un noviazgo breve. En 1929, vencida la oposición de sus familiares, ingresó en el monasterio de la Presentación de las Carmelitas de clausura de Vic. El 21-VII-1936 tuvo que disolverse la comunidad a causa de la persecución religiosa. Fue asesinada la noche del 13 al 14 de agosto de 1936, cerca de la parroquia de San Martín de Riudeperas (Barcelona), en el km 4 de la carretera de Vic a San Hilario.
Beato Mario Ros Ezcurra. Nació en Lezáun (Navarra) en 1910. Profesó en la Congregación de los Sagrados Corazones en 1929, y, ordenado sacerdote en 1935, lo enviaron a su colegio de Madrid para encargarse de la sección de los pequeños, donde realizó su actividad apostólica. Al iniciarse la persecución religiosa de 1936, se refugió en la pensión de unos tíos suyos; allí celebraba la misa todos los días y repartía la comunión. Detenido y apresado en la checa de Bellas Artes, declaró que era religioso y, con toda discreción, dio la absolución a compañeros de infortunio. Fue fusilado el 14 de agosto de 1936 a las afueras de Madrid. Beatificado el 13-X-2013.
Beato Ricardo Atanes. Nació en Cualedro (Orense) en 1875. Profesó en los Paúles en 1893. Ordenado sacerdote en 1899, lo enviaron a México donde trabajó en un seminario y en la catequesis de los indios mayas. En 1914 pasó a USA para atender a la colonia mexicana. Volvió a España en 1924 y su último destino fue Gijón. Era un místico auténtico y profundo; siempre destacó por su amabilidad con los pobres. En la persecución religiosa de 1936, lo identificaron como sacerdote y lo llevaron a una checa en la que lo torturaron sin piedad. Pasó luego a otras cárceles. El 14 de agosto de 1936 lo fusilaron junto con otros presos en el cementerio de Gijón (Asturias). Beatificado el 13-X-2013.
Beato Vicente Rubiols Castelló. Nació en Gandía (Valencia, España) el año 1874. Estudió en el seminario de Valencia y se ordenó de sacerdote en 1894. Desempeñó el ministerio parroquial en varios sitios hasta que en 1898 tomó posesión del curato de La Pobla Llarga, en el que permaneció hasta su martirio. Era un hombre bondadoso, lleno de celo apostólico, amante de la liturgia, caritativo y limosnero, centrado en su ministerio sacerdotal. Ya antes de julio de 1936 tuvo que dejar su parroquia al instalarse en el pueblo el Frente Popular. El 14 de agosto de 1936 lo arrestaron unos milicianos, que lo fusilaron en el término municipal de Picassent (Valencia) mientras él gritaba: «¡Viva Jesús sacramentado!».

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PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
San Pablo escribió desde la prisión a los Filipenses: -Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger... Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas, por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros. Y, persuadido de esto, sé que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe (Flp 1,21-25).
Pensamiento franciscano:
Dice el Señor en el Evangelio: El que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser discípulo mío; y: El que quiera salvar su vida, la perderá. Deja todo lo que posee y pierde su cuerpo el hombre que se ofrece a sí mismo todo entero a la obediencia en manos de su prelado. Y si alguna vez el súbdito ve cosas mejores y más útiles para su alma que aquellas que le ordena el prelado, sacrifique voluntariamente sus cosas a Dios, y aplíquese en cambio a cumplir con obras lo que manda el prelado. Pues ésta es la obediencia caritativa, porque satisface a Dios y al prójimo (Adm 3,1-6).
Orar con la Iglesia:
En la fiesta de san Maximiliano María Kolbe, mártir de Cristo, oremos a Dios nuestro Padre.
-Por la Iglesia: para que se sienta fortalecida con el testimonio de los mártires.
-Por los que sufren persecución, humillaciones o discriminación por su fidelidad al Evangelio: para que salgan fortalecidos de la prueba.
-Por los que se dedican al servicio de los demás con gran riesgo de sus vidas: para que su generosidad venza nuestro egoísmo.
-Por las víctimas de las guerras, del odio o del terrorismo: para que su sangre derramada no sea inútil.
-Por todos los cristianos: para que el testimonio de los mártires nos reconforte en las pruebas de cada día.
Oración: Escucha, Señor, nuestras súplicas por la intercesión de san Maximiliano, cuya sangre derramada por Cristo clama a ti en nuestro favor. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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SAN MAXIMILIANO MARÍA KOLBE
De la Catequesis de S. S. Benedicto XVI
en la audiencia general del 13 de agosto de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Quien ora no pierde nunca la esperanza, aun cuando se llegue a encontrar en situaciones difíciles e incluso humanamente desesperadas. Esto nos enseña la sagrada Escritura y de esto da testimonio la historia de la Iglesia. En efecto, ¡cuántos ejemplos podríamos citar de situaciones en las que precisamente la oración ha sido la que ha sostenido el camino de los santos y del pueblo cristiano! Entre los testimonios de nuestra época quiero citar el de dos santos cuya memoria celebramos en estos días: Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, cuya fiesta celebramos el 9 de agosto, y Maximiliano María Kolbe al que recordaremos mañana, 14 de agosto, vigilia de la solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María. Ambos concluyeron su vida terrena con el martirio en el campo de concentración de Auschwitz. Aparentemente su existencia se podría considerar una derrota, pero precisamente en su martirio resplandece el fulgor del amor que vence las tinieblas del egoísmo y del odio.
A san Maximiliano Kolbe se le atribuyen las siguientes palabras que habría pronunciado en el pleno furor de la persecución nazi: «El odio no es una fuerza creativa: lo es sólo el amor». El generoso ofrecimiento que hizo de sí en cambio de un compañero de prisión, ofrecimiento que culminó con la muerte en el búnker del hambre, el 14 de agosto de 1941, fue una prueba heroica de amor.
«¡Ave María!»: fue la última invocación salida de los labios de san Maximiliano María Kolbe mientras ofrecía su brazo al que lo mataba con una inyección de ácido fénico. Es conmovedor constatar que acudir humilde y confiadamente a la Virgen es siempre fuente de valor y serenidad. Mientras nos preparamos a celebrar la solemnidad de la Asunción, que es una de las fiestas marianas más arraigadas en la tradición cristiana, renovemos nuestra confianza en Aquella que desde el cielo vela con amor materno sobre nosotros en todo momento. Esto es lo que decimos en la oración familiar del avemaría, pidiéndole que ruegue por nosotros «ahora y en la hora de nuestra muerte».
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Os invito a contemplar con fervor el testimonio de San Maximiliano María Kolbe. Siguiendo sus huellas, acoged con humildad la Palabra de Jesucristo, meditadla cada día y llevadla a la práctica con valentía y constancia. A ejemplo suyo también, poneos bajo el dulce amparo de la Virgen María, rezando el Santo Rosario y confiando siempre en su amor de Madre. Que Dios os bendiga.
(A los peregrinos polacos) Mañana se celebra la memoria de san Maximiliano María Kolbe. El acto de amor heroico y la muerte del mártir será siempre signo del triunfo de la fuerza de Dios y la nobleza del hombre sobre la inmensidad del mal. Pidamos por su intercesión el don de la paz en el mundo. Que Dios os bendiga a vosotros y a vuestras familias.
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EL IDEAL DE LA VIDA APOSTÓLICA
ES LA SALVACIÓN Y SANTIFICACIÓN DE LAS ALMAS

De las cartas de san Maximiliano María Kolbe
Me llena de gozo, querido hermano, el celo que te anima en la propagación de la gloria de Dios. En la actualidad se da una gravísima epidemia de indiferencia, que afecta, aunque de modo diverso, no sólo a los laicos, sino también a los religiosos. Con todo, Dios es digno de una gloria infinita. Siendo nosotros pobres criaturas limitadas y, por tanto, incapaces de rendirle la gloria que él merece, esforcémonos, al menos, por contribuir, en cuanto podamos, a rendirle la mayor gloria posible.
La gloria de Dios consiste en la salvación de las almas, que Cristo ha redimido con el alto precio de su muerte en la cruz. La salvación y la santificación más perfecta del mayor número de almas debe ser el ideal más sublime de nuestra vida apostólica.
Cuál sea el mejor camino para rendir a Dios la mayor gloria posible y llevar a la santidad más perfecta el mayor número de almas, Dios mismo lo conoce mejor que nosotros, porque él es omnisciente e infinitamente sabio. Él, y sólo él, Dios omnisciente, sabe lo que debemos hacer en cada momento para rendirle la mayor gloria posible. ¿Y cómo nos manifiesta Dios su propia voluntad? Por medio de sus representantes en la tierra.
La obediencia, y sólo la santa obediencia, nos manifiesta con certeza la voluntad de Dios. Los superiores pueden equivocarse pero nosotros, obedeciendo, no nos equivocamos nunca. Se da una excepción: cuando el superior manda algo que, con toda claridad y sin ninguna duda, es pecado, aunque éste sea insignificante; porque, en este caso, el superior no sería el representante de Dios.
Dios, y solamente Dios infinito, infalible, santísimo y clemente, es nuestro Señor, nuestro creador y Padre, principio y fin, sabiduría, poder y amor: todo. Todo lo que no sea él vale tanto en cuanto se refiere a él, creador de todo, redentor de todos los hombres y fin último de toda la creación. Es él quien, por medio de sus representantes aquí en la tierra, nos revela su admirable voluntad, nos atrae hacia sí y quiere, por medio nuestro, atraer el mayor número posible de almas y unirlas a sí del modo más íntimo y personal.
Querido hermano, piensa qué grande es la dignidad de nuestra condición por la misericordia de Dios. Por medio de la obediencia, nosotros nos alzamos por encima de nuestra pequeñez y podemos obrar conforme a la voluntad de Dios. Más aún: adhiriéndonos así a la divina voluntad, a la que no puede resistir ninguna criatura, nos hacemos más fuertes que todas ellas. Ésta es nuestra grandeza; y no es todo: por medio de la obediencia nos convertimos en infinitamente poderosos.
Éste y sólo éste es el camino de la sabiduría y de la prudencia, y el modo de rendir a Dios la mayor gloria posible. Si existiese un camino distinto y mejor, Jesús nos lo hubiera indicado con sus palabras y su ejemplo. Los treinta años de su vida escondida son descritos así por la sagrada Escritura: Y les estaba sujeto. Igualmente, por lo que se refiere al resto de la vida toda de Jesús, leemos con frecuencia en la misma sagrada Escritura que él había venido a la tierra para cumplir la voluntad del Padre.
Amemos sin límites a nuestro buen Padre: amor que se demuestra a través de la obediencia y se ejercita, sobre todo, cuando nos pide el sacrificio de la propia voluntad. El libro más bello y auténtico donde se puede aprender y profundizar este amor es el Crucifijo. Y esto lo obtendremos mucho más fácilmente de Dios por medio de la Inmaculada, porque a ella ha confiado Dios toda la economía de la misericordia.
La voluntad de María, no hay duda alguna, es la voluntad del mismo Dios. Nosotros, por tanto, consagrándonos a ella, somos también como ella, en las manos de Dios, instrumentos de su divina misericordia. Dejémonos guiar por María; dejémonos llevar por ella y estemos, bajo su dirección, tranquilos y seguros: ella se ocupará de todo y proveerá a todas nuestras necesidades, tanto del alma como del cuerpo; ella misma removerá las dificultades y angustias nuestras.
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SAN MAXIMILIANO MARÍA KOLBE (1894-1941)
De la Homilía de Juan Pablo II en su canonización (10-X-82)
«Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13).
Hacia finales de julio de 1941, después que los prisioneros destinados a morir de hambre, habían sido puestos en fila por orden del jefe del campo, este hombre, Maximiliano María Kolbe, se presentó espontáneamente, declarándose dispuesto a ir a la muerte en sustitución de uno de ellos. Esta disponibilidad fue aceptada, y al padre Maximiliano, después de dos semanas de tormentos a causa del hambre, le fue quitada la vida con una inyección mortal, el 14 de agosto de 1941. Todo esto sucedía en el campo de concentración de Auschwitz (Oswiecim), donde fueron asesinados durante la última guerra unos cuatro millones de personas, entre ellas la Sierva de Dios Edith Stein, la carmelita sor Teresa Benedicta de la Cruz.
El padre Maximiliano Kolbe, prisionero del campo de concentración, reivindicó, en el lugar de la muerte, el derecho a la vida de un hombre inocente, uno de los cuatro millones. Este hombre (Franciszek Gajowniczek) vive todavía y está aquí presente entre nosotros. El padre Kolbe reivindicó su derecho a la vida, declarando la disponibilidad de ir él mismo a la muerte en su lugar, ya que ese hombre era un padre de familia y su vida era necesaria para sus seres queridos. De este modo, el padre Maximiliano María Kolbe reafirmó así el derecho exclusivo del Creador sobre la vida del hombre inocente y dio testimonio de Cristo y del amor. Así, escribe, en efecto, el Apóstol Juan: «En esto hemos conocido la caridad: en que Él dio su vida por nosotros; y nosotros debemos dar nuestra vida por nuestros hermanos» (1 Jn 3,16).
Maximiliano se preparó a este sacrificio definitivo siguiendo a Cristo desde los primeros años de su vida en Polonia. De aquellos años data el sueño arcano de dos coronas: una blanca y otra roja, entre las que nuestro santo no elige, sino que acepta las dos. Desde los años de su juventud estaba invadido por un gran amor a Cristo y por el deseo del martirio.
Este amor y este deseo lo acompañaron en el camino de su vocación franciscana y sacerdotal, para la que se preparó en Polonia y en Roma. Este amor y este deseo lo siguieron a través de todos los lugares de su servicio sacerdotal y franciscano en Polonia, y en su servicio misionero en Japón.
La inspiración de toda su vida fue la Inmaculada, a la que confiaba su amor por Cristo y su deseo del martirio. En el misterio de la Inmaculada Concepción se desvelaba a los ojos de su alma aquel mundo maravilloso y sobrenatural de la gracia de Dios ofrecida al hombre. La fe y las obras de toda la vida del padre Maximiliano indican que entendía su colaboración con la gracia como una milicia bajo el signo de la Inmaculada Concepción. La característica mariana es particularmente expresiva en la vida y en la santidad del padre Kolbe. Con esta señal quedó marcado todo su apostolado, tanto en su patria como en las misiones. En Polonia y en Japón fueron centro de este apostolado las especiales ciudades de la Inmaculada.
Estamos en la hora del rezo del Ángelus, la oración que recuerda el misterio de la Encarnación del Verbo en el seno purísimo de María Santísima. Y lo haremos con las inspiradas palabras del nuevo Santo, Maximiliano María Kolbe, apóstol infatigable de la devoción a la Inmaculada: «Al cumplirse el tiempo de la venida de Cristo, Dios Uno y Trino crea exclusivamente para Sí a la Virgen Inmaculada, la colma de gracia y habita en Ella ("El Señor es contigo"). Y esta Virgen Santísima con su propia humildad cautiva de tal manera su Corazón, que Dios Padre le da por Hijo a su propio Hijo Unigénito; Dios Hijo desciende a su seno virginal, mientras Dios Espíritu Santo plasma en Ella el cuerpo santísimo del Hombre-Dios. Y el Verbo se hizo carne como fruto del amor de Dios y de la Inmaculada».
María es el don maravilloso que Cristo ha hecho a la Iglesia y a la humanidad. «Para atraer a las almas y transformarlas mediante el amor -dice también el nuevo Santo-, Cristo manifestó el propio amor iluminado, el propio Corazón inflamado de amor por las almas, un amor que le ha impulsado a subir a la cruz, a permanecer con nosotros en la Eucaristía y a entrar en nuestras almas y a dejarnos en testamento su propia Madre como Madre nuestra».

lunes, 8 de agosto de 2016

Oración para Sonreír-Madre Teresa de Calcuta M.C

Una  oración  para  todos  los  días
y todo el día, para tener siempre presente,  
hasta en los momentos mas dificiles, 
si te concentras en ella te sacara la mejor de tus sonrisas. 

buen comienzo de semana.


Oración para Sonreír

Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro
sonrisas de gozo por la riqueza de tu bendición.
Que mis ojos sonrían diariamente
por el cuidado y compañerismo
de mi familia y de mi comunidad.
Que mi corazón sonría diariamente
por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamente
con la alegría y regocijo de tus trabajos.
Que mi rostro dé testimonio diariamente
de la alegría que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.
Amén.

-Madre Teresa de Calcuta M.C.

domingo, 7 de agosto de 2016

Vitaminas Franciscanas : Donde está tu tesoro, allí está tu corazón

Evangelio y refleccion de este Domingo, Publicado por la Hermana Esthela en su blog Vitaminas Franciscanas. 

Vitaminas Franciscanas : Donde está tu tesoro, allí está tu corazón: Reflexión domingo 7 Agosto 2016 Donde está tu tesoro, allí está tu corazón… Lucas 12,32-48 El pasaje de este domingo contiene div...

Año Cristiano Franciscano,Dia 8 De Agosto


Año Cristiano Franciscano

DÍA 8 DE AGOSTO

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SANTO DOMINGO DE GUZMÁN. [Murió el 6 de agosto y su memoria se celebra el 8 del mismo mes]. Nació en Caleruega (Burgos, España) hacia el año 1171. Estudió teología en Palencia. Como sacerdote y canónigo de la diócesis de Osma, acompañó a su obispo al norte de Europa, y en aquellos viajes conoció los graves problemas de la Iglesia, los estragos que hacían las herejías, en particular la albigense en el sur de Francia, la deficiente preparación del clero, la vida poco ejemplar de clérigos y laicos. Consciente de la situación, se entregó a la predicación, y para dar mayor alcance a su tarea evangelizadora fundó, con los compañeros que se le adhirieron, la Orden de Predicadores o de los Dominicos, cuya influencia fue enorme en el siglo XIII y lo ha seguido siendo. Adoptó la Regla de San Agustín a la que se añadieron las Constituciones propias. La tradición ha unido en fraterno abrazo a santo Domingo y a san Francisco, símbolo de la comunión de sus dos familias al servicio de la Iglesia. Murió en Bolonia el 6 de agosto de 1221 y fue canonizado en 1234.- Oración: Te pedimos, Señor, que santo Domingo de Guzmán, insigne predicador de tu palabra, ayude a tu Iglesia con sus enseñanzas y sus méritos, e interceda también con bondad por nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
SANTA BONIFACIA RODRÍGUEZ CASTRO. Nació en Salamanca (España) el año 1837. En el humilde taller de sastrería de sus padres aprendió a vivir con alegría la pobreza y el trabajo manual como cauce de santificación. Hechos los estudios primarios, aprendió el oficio de cordonera y pasamanera y abrió un taller para ayudar a su familia, pues su padre había fallecido, y le dio una dimensión netamente apostólica. Bajo la dirección del P. Francisco J. Butinyá, jesuita, fundó en 1874, con las jóvenes trabajadores de su taller, la Congregación de las Siervas de San José, inspirándose en el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret, para la promoción cristiana y social de la mujer trabajadora mediante la oración y el trabajo. Pasó muchas y graves dificultades dentro de su propio Instituto: llegó a ser destituida como superiora y hasta calumniada; lo sufrió todo en silencio y con amor. Murió en Zamora el 8-VIII-1905. Fue canonizada en 2011.
SANTA MARÍA DE LA CRUZ McKILLOP. Nació en Fitzoroy (Melbourne, Australia) el año 1842, hija de modestos emigrantes escoceses. Desde su infancia se sintió llamada al servicio de los pobres. Estudió magisterio y con el párroco J. T. Woods abrió en Penola dos escuelas católicas gratuitas. Pronto se le unieron algunas jóvenes, y con ellas y el párroco inició lo que llegaría a ser la Congregación de las Hermanas de San José y del Sagrado Corazón. Abrió escuelas, orfanatos, hospicios, casas para ancianos. Educaban a los niños y ayudaban a sus familias; también se ocupaban de los detenidos a los que nadie atendía. Su dedicación a los excluidos de la sociedad suscitó incomprensiones y falsas acusaciones, y el obispo de Adelaida la excomulgó en 1871, pero pronto canceló tal condena. Viajó a Europa y visitó al papa Pío IX que la animó. Oraba con incansable devoción a san José y al Corazón de Jesús. Murió en Sidney el 8-VIII-1909. Canonizada en 2010.
BEATA MARÍA MARGARITA CAIANI. Nació en Poggio a Caiano (Toscana, Italia) el año 1863. Desde su juventud mostró una inclinación especial a la oración, y aprendió a servir a la gente humilde ocupándose de los más necesitados: los niños marginados, las muchachas y los muchachos del campo, los ancianos, los soldados víctimas de la guerra internados en los hospitales militares. En 1896, ella y otras dos jóvenes dejaron sus casas para vivir en comunidad, dedicadas a la santificación propia, a la catequesis, al apostolado, a la enseñanza, a la asistencia de enfermos y moribundos. Así dio comienzo a su fundación de las Franciscanas Mínimas del Sagrado Corazón, que se agregó a la Orden Franciscana. Distintivo suyo y de su obra fue el espíritu de oración y de reparación, y la intensa dedicación a las obras de misericordia en el campo de la enseñanza y de la asistencia social. Murió en Florencia el 8 de agosto de 1921.
BEATOS CRUZ LAPLANA y FERNANDO ESPAÑOL. El Obispo de Cuenca y su secretario. Cruz Laplana y Laguna nació en Plan, provincia de Huesca en España, el año 1875. A los once años ingresó en el seminario de Barbastro y en 1898 se ordenó de sacerdote. Hizo estudios superiores de derecho y teología en Zaragoza. Estuvo dedicado a la enseñanza y al ministerio parroquial hasta que, en 1921, lo nombraron obispo de Cuenca. Renovó la diócesis, cuidó la formación integral de los seminaristas, fomentó las asociaciones piadosas y caritativas. Iniciada la guerra civil, pronto lo detuvieron y encarcelaron. La noche del 7 al 8 de agosto de 1936 fue conducido junto con su secretario a la carretera de Villar de Olalla (Cuenca) y con descargas de armas de fuego los mataron. Fernando Español Bardié nació en Anciles (Huesca) el año 1875. Estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza y ya con el título de abogado ingresó en el seminario de Barbastro. Se ordenó de sacerdote el año 1901. Trabajó como cura de aldea y pastor dedicado directamente a las almas hasta que, en 1921, Mons. Cruz Laplana lo eligió familiar suyo. A partir de entonces acompañó a su Obispo en la vida y en la muerte. En Cuenca fue canónigo, maestro de ceremonias y profesor del seminario. Vivió en pobreza y ayudó a los indigentes. Fueron beatificados el año 2007.
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San Altmán de Passau. Nació en Paderborn (Alemania) hacia al año 1015 en el seno de una familia noble. Estudió en París y se ordenó de sacerdote. Ejerció cargos importantes en las catedrales de Paderborn y Aquisgrán. Luego fue nombrado capellán del emperador Enrique III y confesor de la emperatriz Inés de Poitou. Elegido obispo de Passau (Alemania), se dedicó con energía a poner en práctica los ideales de reforma de Gregorio VII en el clero y en el pueblo. Impulsó la vida en común del clero y fundó numerosas casas de Clérigos Regulares de San Agustín. En la lucha entre Gregorio VII y Enrique IV, se puso abiertamente del lado del Papa, lo que le valió el exilio. Murió en el monasterio benedictino de Göttweig (Austria) el año 1091.
Santos Ciríaco, Largo, Crescenciano, Memmia, Juliana y Esmaragdo. Fueron martirizados en Roma a principios del siglo IV, y sepultados en el séptimo miliario de la Vía Ostiense.
San Emiliano de Cícico. Era obispo de Cícico en el Helesponto (Turquía), y se opuso con firmeza al emperador León el Armenio que pretendía suprimir el culto de las sagradas imágenes. Su actitud le valió que el emperador lo desterrara, y murió en el destierro en una fecha del siglo IX que no conocemos con precisión.
San Eusebio de Milán. Fue obispo de Milán y trabajó intensamente en defensa de la fe verdadera. Reconstruyó la catedral, que había sido destruida por los Hunos. Murió el año 462.
San Famián. Nació en Colonia (Alemania). En su juventud distribuyó sus bienes a los pobres y emprendió una vida de peregrino y ermitaño pobre y penitente. Visitó los santuarios de Italia, también fue a Santiago de Compostela y por último marchó a Tierra Santa. Vestía el hábito cisterciense. Después se estableció como ermitaño en Gallese, junto a Viterbo (Italia), donde murió el año 1150.
San Marino de Anazarbo. Era un cristiano nacido en Ainvarza, ya anciano, que el año 303, en tiempo del emperador Diocleciano y del prefecto Lisia, fue decapitado en Tarso de Cilicia (Turquía) y su cuerpo, por orden de dicho prefecto, arrojado para pasto de las fieras.
San Múmmolo. Abad del monasterio benedictino de Fleury en Burdeos (Francia). Trasladó los restos de san Benito y santa Escolástica desde Montecasino, entonces abandonado, a su propio monasterio para que fueran venerados de manera digna. Murió el año 678.
San Pablo Ke Tingzhu. Era un laico chino, cristiano fervoroso y comprometido, al que los misioneros habían nombrado responsable de la comunidad cristiana de su pueblo Xixiaodun, cerca de Xinhexian, en la provincia china de Hebei. Era trabajador del campo y, cuando los Bóxer irrumpieron en el pueblo, lo detuvieron. Ante su firmeza en la fe, lo ataron a un árbol y le fueron cortando uno a uno los miembros hasta que murió, dando a su comunidad un ejemplo extraordinario de fidelidad a Cristo. Era el año 1900.
Santos Segundo, Carpóforo, Victorino y Severiano. Fueron martirizados el siglo III-IV en Albano (Roma).
San Severo. Sacerdote que evangelizó la región de Vienne (Francia) en el siglo V.
Beato Antero Mateo García. Nació en Valdevimbre (León, España) el año 1875. Contrajo matrimonio y tuvo ocho hijos, dos de los cuales se hicieron religiosos. En 1916 emigró a Barcelona y se empleó en los Ferrocarriles del Norte. Junto con su esposa ingresó en la Tercera Orden Dominicana, fue miembro de la Adoración Nocturna y acompañaba peregrinaciones a Lourdes. Implantada en España la persecución religiosa, lo detuvieron, pero sus familiares lograron su libertad. El 8 de agosto de 1936 no regresó ya al hogar. Un grupo de milicianos lo sacó violentamente de su lugar de trabajo, lo condujo hacia Sant Andreu de Palomar (Barcelona) y lo asesinó bajo el puente llamado del «Dragón». Fue beatificado el año 2007.
Beato Antonio Silvestre Moya. Nació en L'Ollería (Valencia, España) el año 1892. De niño ingresó en el seminario de Valencia y en 1915 recibió la ordenación sacerdotal. Ejerció el ministerio sagrado en sucesivas parroquias, estando en la de Santa Tecla de Játiva cuando estalló la persecución religiosa. En todas dio muestras de celo y buen carácter. A principios de agosto de 1936, incendiaron y saquearon las iglesias de Játiva. Él atendía de incógnito a los enfermos y celebraba la eucaristía en privado. El 7 de agosto de 1936 lo detuvieron, le dispararon y lo dejaron por muerto. Sobrevivió, pero al día siguiente lo detuvieron de nuevo y lo fusilaron en El Saler, término municipal de Valencia.
Beato Eladio López Ramos. Nació en Laroco (Orense) en 1904. Profesó en la Congregación de los Sagrados Corazones en 1924, y fue ordenado sacerdote en 1929. Trabajó en el colegio de su Congregación en Madrid, y en la iglesia de Cristo Rey, perteneciente al colegio. Fue un religioso de profunda vida interior y de piedad intensa. El confesonario fue su gran apostolado. Al estallar la persecución religiosa en 1936, se refugió en una pensión y le dijo a la dueña que era sacerdote y que no lo negaría, y no lo negó cuando, denunciado por una empleada, fueron a detenerle. Lo fusilaron el 8 de agosto de 1936. Beatificado el 13-X-2013.
Beato Juan Felton. Nació en Bermondsey y vivía en Southwark (Inglaterra). Contrajo matrimonio y el beato Tomás Felton, religioso mínimo, mártir, era hijo suyo. Llegó a sus manos un ejemplar de la bula por la que san Pío V excomulgaba a la reina Isabel I. Juan la fijó en la puerta de la residencia del obispo anglicano de Londres. Lo detuvieron, reconoció que él la había fijado y manifestó que no acataba la supremacía religiosa de la Reina, aunque no le guardaba rencor y como muestra de ello le envió su valioso anillo. Lo ahorcaron y descuartizaron en Londres el año 1570.
Beatos Juan Fingley y Roberto Bickendike. Juan nació en Barneby (Inglaterra) hacia 1555. Estudió en Cambridge y trabajó como mayordomo. Decidió abrazar la vida eclesiástica y marchó a estudiar al colegio inglés de Reims (Francia), donde se ordenó de sacerdote en 1581. Volvió a Inglaterra y trabajó con gran celo hasta que lo detuvieron. Condenado por ser sacerdote católico y por haber reconciliado con la Iglesia católica a algunos súbditos de la Reina, lo ahorcaron en York el año 1586. Roberto nació en el seno de una familia acomodada y se educó en York. Conoció el catolicismo, se reconcilió con la Iglesia católica y se negó a acudir a los templos protestantes. Lo ahorcaron en un afecha desconocida del año 1586.
Beatos Leonardo José Aragonés Mateu y Dionisio Luis Molinos Coloma. Los dos eran Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle). Leonardo José nació en Tarragona en 1886. Estudió primero en el seminario y luego eligió la vida religiosa. Hecho el noviciado, ejerció su apostolado en Berga y Barcelona. En 1928 fue nombrado Visitador de su distrito. Dionisio Luis nació en Forcall (Castellón) en 1890. Hecho el noviciado y acabada su formación, a partir de 1908 ejerció su ministerio en Tarragona y Barcelona. Estando los dos en La Seu de Urgell preparando los retiros de sus hermanos, solicitaron en la sede de la UGT un salvoconducto para volver a Barcelona; los detuvieron y sin más los fusilaron en el término de Traverseras (Lérida) el 8-VIII-1936.
Beato Manuel Aranda. Nació en Monte Lope Álvarez, localidad aneja a Martos (Jaén), en 1916. Pronto alternó la asistencia a la escuela y el trabajo en el campo. Con 15 años ingresó en el seminario diocesano; terminó el tercer curso de filosofía en junio de 1936. El 21 de julio siguiente lo detuvieron. Los milicianos se ensañaron con él: lo maltrataron física y moralmente y pretendieron que blasfemara, etc. El 8 de agosto de 1936 lo sacaron de la cárcel y lo asesinaron en el término municipal de Martos; tenía 20 años. Fue un seminarista devoto, estudioso, apóstol en tiempo de vacaciones, sensible a los problemas de su época. Beatificado el 13-X-2013.
Beatas María del Carmen Zaragoza y María Rosa Adrover. Las dos habían ingresado, en 1916 y 1920 respectivamente, en la comunidad de Dominicas de Santa Catalina de Siena, de Barcelona, hoy Congregación de la Enseñanza de la Inmaculada. El 18-VII-1936 la comunidad tuvo que dispersarse a causa de la persecución. Estuvieron acogidas en hogares amigos. Ante la inminencia de registros, el 7-VIII-1936 dejaron su refugio y salieron a la calle. Apresadas poco después en la noche del 7 al 8, se las llevaron y las martirizaron en el término municipal de Vallirana (Barcelona). María del Carmen nació en Villajoyosa (Alicante) en 1888. A los 24 años se trasladó a Barcelona, donde visitaba a ancianos pobres, niños huérfanos y enfermos acogidos en asilos y hospitales. De religiosa dio clase a niñas y tuvo el oficio de portera. María Rosa nació en San Roque (Cádiz) en 1888. Muy niña todavía se trasladó con sus padres a Cataluña, luego a Villajoyosa y por último a Barcelona. De religiosa impartió clases gratuitas a niñas y desempeñó el cargo de sacristana. Estaba dotada de notables dotes pedagógicas.
Beatas María del Niño Jesús Baldillou y compañeras mártires. En julio de 1936, desatada la persecución religiosa en España, la comunidad de MM. Escolapias del Colegio de Valencia tuvo que abandonarlo y refugiarse en un piso. El 8 de agosto de 1936 los milicianos se llevaron del piso a las cinco que cabían en el coche que traían. Las llevaron a la playa del Saler, en el término de Valencia, y después de toda clase de vejaciones e insultos, las acribillaron con armas de fuego y usaron también armas blancas. Estos son sus nombres, con el lugar y año de su nacimiento: María del Niño Jesús Baldillou y Bullit, Balaguer (Lleida) 1905; Presentación de la Sagrada Familia Gallén Martí, Morella (Castellón) 1872; María Luisa de Jesús Girón Romera, Bujalance (Córdoba) 1887; Carmela de San Felipe Neri Gómez Lezaun, Eulz (Navarra) 1869; y Clemencia de San Juan Bautista Riba Mestres, Igualada (Barcelona) 1893.
Beato Mariano Pina. Nació en Híjar (Teruel) en 1867. Profesó en la Orden de la Merced en 1889. Recibió la ordenación sacerdotal en 1896. Fue muchos años maestro de novicios. Cuantos lo trataban lo apreciaban por su bondad y afabilidad, humildad y sencillez. Estaba de familia en la comunidad del Olivar en Estercuel cuando arreció la persecución religiosa de 1936. Su salud se hallaba ya muy quebrantada y por eso, cuando los religiosos se dispersaron, él no pudo acompañarlos. Buscando penosamente la salida hacia Zaragoza, el 8 de agosto de 1936 lo reconocieron los milicianos como fraile, lo apresaron y lo mataron a tiros en el término de Muniesa (Teruel). Beatificado el 13-X-2013.
Beato Nicolás de la Torre Merino. Nació en Béjar (Salamanca) en 1892, hizo la profesión religiosa en los Salesianos, como coadjutor, en 1910. Desempeñó sus actividades en Barcelona, Valencia, La Coruña, Vigo y Madrid, donde le sorprendió la persecución religiosa de 1936. Vestido de seglar pudo continuar durante algún tiempo ocupándose de sus trabajos, hasta que, reconocido como religioso, fue encarcelado y fusilado el 8 de agosto de 1936.
Beato Vladimiro Laskowski. Nació en Rogozno (Polonia) el año 1886. Se ordenó de sacerdote en la diócesis de Poznan el año 1914. Estuvo ejerciendo su ministerio en el ámbito parroquial y luego en el diocesano hasta que en marzo de 1940 fue arrestado por los nazis. Lo internaron en el campo de concentración de Dachau, en Alemania, del que pasó al de Gusen, también en Alemania. A consecuencia de las pésimas condiciones del campo y de las torturas a que lo sometieron, falleció el 8 de agosto de 1940.

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PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico :
Jesús dijo a sus discípulos: -Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo (Mt 5,13-16).
Pensamiento franciscano :
Santa Clara escribió a santa Inés de Praga: -Vos sabíais que el Señor no da ni promete el reino de los cielos sino a los pobres, que no se puede servir a Dios y al dinero, y que no se puede permanecer glorioso en el siglo y luego reinar allá con Cristo; y que antes podrá pasar un camello por el ojo de una aguja, que subir un rico al reino de los cielos. Por eso vos os habéis despojado de las riquezas temporales. Qué negocio tan grande y loable: dejar las cosas temporales por las eternas, merecer las cosas celestiales por las terrenas, recibir el ciento por uno, y poseer la bienaventurada vida eterna (1CtaCl 19-24).
Orar con la Iglesia:
Al recordar a santo Domingo, que fue una guía luminosa para el pueblo con el ejemplo y la palabra, pidamos al Padre que continúe dando a la Iglesia apóstoles de la verdad y santidad.
-Para que el testimonio de los santos pastores nos estimule a caminar por las sendas de la perfección evangélica.
-Para que la palabra de la Iglesia y de sus ministros sea portadora de luz y de esperanza.
-Para que Dios ilumine a los que tienen responsabilidades en la vida pública a fin de que respeten y promuevan los valores espirituales y morales.
-Para que el Señor conceda a los ministros de la palabra la inteligencia y el valor suficientes para consolidar la verdad y corregir los errores.
Oración: Señor, dirige tu mirada bondadosa sobre tu pueblo y concédele pastores virtuosos y sabios que lo guíen hacia la patria eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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SANTO DOMINGO DE GUZMÁN
De la Catequesis de S. S. Benedicto XVI
en la audiencia general del 3 de febrero de 2010
Domingo nació en España, en Caleruega, en torno al año 1170. Pertenecía a una noble familia de Castilla la Vieja y, con el apoyo de un tío sacerdote, se formó en una célebre escuela de Palencia. Se distinguió en seguida por el interés en el estudio de la Sagrada Escritura y por el amor a los pobres, hasta el punto de vender los libros, que en su tiempo constituían un bien de gran valor, para socorrer, con lo obtenido, a las víctimas de una carestía.
Ordenado sacerdote, fue elegido canónigo del cabildo de la catedral en su diócesis de origen, Osma. Aunque este nombramiento podía representar para él un cierto motivo de prestigio en la Iglesia y en la sociedad, no lo interpretó como un privilegio personal, ni como el inicio de una brillante carrera eclesiástica, sino como un servicio que debía prestar con entrega y humildad.
El obispo de Osma, que se llamaba Diego, un pastor auténtico y celoso, notó muy pronto las cualidades espirituales de Domingo, y quiso contar con su colaboración. Juntos se dirigieron al norte de Europa, para realizar misiones diplomáticas que les había encomendado el rey de Castilla. Durante el viaje, Domingo se dio cuenta de dos enormes desafíos que debía afrontar la Iglesia de su tiempo: la existencia de pueblos aún sin evangelizar, en los confines septentrionales del continente europeo, y la laceración religiosa que debilitaba la vida cristiana en el sur de Francia, donde la acción de algunos grupos herejes creaba desorden y alejamiento de la verdad de la fe. Así, la acción misionera hacia quienes no conocen la luz del Evangelio, y la obra de nueva evangelización de las comunidades cristianas se convirtieron en las metas apostólicas que Domingo se propuso conseguir. Fue el Papa, al que el obispo Diego y Domingo se dirigieron para pedir consejo, quien pidió a este último que se dedicara a la predicación a los albigenses. Domingo aceptó con entusiasmo esta misión, que llevó a cabo con el ejemplo de su vida pobre y austera, con la predicación del Evangelio y con debates públicos. A esta misión de predicar la Buena Nueva dedicó el resto de su vida.
A Domingo de Guzmán se asociaron después otros hombres, atraídos por la misma aspiración. De esta forma, progresivamente, desde la primera fundación en Tolosa, tuvo su origen la Orden de Predicadores. En efecto, Domingo, en plena obediencia a las directrices de los Papas de su tiempo, Inocencio III y Honorio III, adoptó la antigua Regla de san Agustín, adaptándola a las exigencias de la vida apostólica, que lo llevaban a él y a sus compañeros a predicar trasladándose de un lugar a otro, pero volviendo después a sus propios conventos, lugares de estudio, oración y vida comunitaria. De modo especial, Domingo quiso dar relevancia a dos valores que consideraba indispensables para el éxito de la misión evangelizadora: la vida comunitaria en la pobreza y el estudio.
Ante todo, Domingo y los Frailes Predicadores se presentaban como mendicantes, es decir, sin grandes propiedades de terrenos que administrar. Este elemento los hacía más disponibles al estudio y a la predicación itinerante y constituía un testimonio concreto para la gente. En segundo lugar, Domingo, con un gesto valiente, quiso que sus seguidores adquirieran una sólida formación teológica, y no dudó en enviarlos a las universidades de la época, aunque no pocos eclesiásticos miraban con desconfianza a esas instituciones culturales. Las Constituciones de la Orden de Predicadores dan mucha importancia al estudio como preparación al apostolado. Domingo quiso que sus frailes se dedicasen a él sin reservas, con diligencia y piedad; un estudio fundado en el alma de cada saber teológico, es decir, en la Sagrada Escritura, y respetuoso de las preguntas planteadas por la razón. El desarrollo de la cultura exige que quienes desempeñan el ministerio de la Palabra, en los distintos niveles, estén bien preparados.
Cuando Domingo murió en 1221, en Bolonia, la Orden de Predicadores, con el apoyo de la Santa Sede, se había difundido en muchos países de Europa en beneficio de toda la Iglesia.
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HABLABA CON DIOS O DE DIOS
De varios escritos de la Historia de la Orden de Predicadores
La vida de Domingo era tan virtuosa y el fervor del espíritu tan grande, que todos veían en él un instrumento elegido de la gracia divina. Estaba dotado de una firme ecuanimidad de espíritu, ecuanimidad que sólo lograban perturbar los sentimientos de compasión o de misericordia; y, como es norma constante que un corazón alegre se refleja en la faz, su porte exterior, siempre gozoso y afable, revelaba la placidez y armonía de su espíritu.
En todas partes se mostraba, de palabra y de obra, como hombre evangélico. De día, con sus hermanos y compañeros, nadie más comunicativo y alegre que él. De noche, nadie más constante que él en vigilias y oraciones de todo género. Raramente hablaba, a no ser con Dios, en la oración, o de Dios, y esto mismo aconsejaba a sus hermanos.
Con frecuencia pedía a Dios una cosa: que le concediera una auténtica caridad, que le hiciera preocuparse de un modo efectivo en la salvación de los hombres, consciente de que la primera condición para ser verdaderamente miembro de Cristo era darse totalmente y con todas sus energías a ganar almas para Cristo, del mismo modo que el Señor Jesús, salvador de todos, ofreció toda su persona por nuestra salvación. Con este fin, instituyó la Orden de Predicadores, realizando así un proyecto sobre el que había reflexionado profundamente desde hacía ya tiempo.
Con frecuencia exhortaba, de palabra o por carta, a los hermanos de la mencionada Orden, a que estudiaran constantemente el nuevo y el antiguo Testamento. Llevaba siempre consigo el evangelio de san Mateo y las cartas de san Pablo, y las estudiaba intensamente, de tal modo que casi las sabía de memoria.
Dos o tres veces fue elegido obispo, pero siempre rehusó, prefiriendo vivir en la pobreza, junto con sus hermanos, que poseer un obispado. Hasta el fin de su vida conservó intacta la gloria de la virginidad. Deseaba ser flagelado, despedazado y morir por la fe cristiana. De él afirmó el papa Gregorio noveno: «Conocí a un hombre tan fiel seguidor de las normas apostólicas, que no dudo que en el cielo ha sido asociado a la gloria de los mismos apóstoles».
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MENSAJE DE S. S. JUAN PABLO II A LAS CLARISAS
CON MOTIVO DEL VIII CENTENARIO DEL NACIMIENTO
DE SANTA CLARA DE ASÍS (11-VIII-1993)
4. Si Catalina de Siena es la santa llena de pasión por la sangre de Cristo; si Teresa la Grande es la mujer que va de «morada» en «morada» hasta llegar al umbral del gran Rey en el Castillo interior; y si Teresa del Niño Jesús es la que recorre con sencillez evangélica el camino, Clara es la amante apasionada del Crucificado pobre, con quien quiere identificarse totalmente.
En una de sus cartas se expresa de la siguiente manera: «Mira que él por ti se ha hecho objeto de desprecio, y sigue su ejemplo, haciéndote, por amor suyo, despreciable en este mundo. Mira… a tu Esposo, el más hermoso de entre los hijos de los hombres, que por tu salvación se hizo el más vil de los hombres, despreciado, maltratado y flagelado repetidamente en todo el cuerpo, e incluso agonizante entre los dolores más terribles en la cruz. Medita, contempla y trata de imitarlo. Si con él sufres, con él reinarás; si con él lloras, con él gozarás; si con él mueres en la cruz de la tribulación, poseerás con él las moradas celestiales en el esplendor de los santos, y tu nombre quedará escrito en el Libro de la vida…» (2CtaCl 19-22).
Clara, que ingresó en el monasterio cuando tenía apenas 18 años, muere allí a los 59, tras una vida de sufrimientos, oración constante, austeridad y penitencia. Por este deseo ardiente del Crucificado pobre nada le pesará jamás, hasta el punto de que, ya agonizante, dijo a fray Reinaldo, que la asistía «en el largo martirio de tan graves enfermedades»…: «Desde que conocí la gracia de mi Señor Jesucristo por medio de su siervo Francisco, ninguna pena me ha resultado molesta y ninguna penitencia, gravosa; ninguna enfermedad me ha resultado dura, hermano querido» (LCl 44).
5. Pero Cristo, al sufrir en la cruz, también refleja la gloria del Padre y atrae hacia sí en su Pascua a quien lo ha amado hasta compartir sus sufrimientos por amor.
La frágil joven de 18 años que, al huir de su casa la noche del domingo de Ramos del año 1212, se lanza sin titubear a esa nueva experiencia, creyendo sólo en el Evangelio que le indicó Francisco, completamente sumergida con los ojos del rostro y con los del corazón en el Cristo pobre y crucificado, experimenta esta unión que la transforma: «Coloca tus ojos -escribe a Inés de Praga- ante el espejo de la eternidad, coloca tu alma en el esplendor de la gloria, coloca tu corazón en aquel que es figura de la sustancia divina y transfórmate totalmente, por medio de la contemplación, en la imagen de su divinidad. Entonces también tú experimentarás lo que está reservado únicamente a sus amigos, y gustarás la dulzura secreta que Dios mismo ha reservado desde el inicio a los que lo aman. Sin conceder siquiera una mirada a las seducciones, que en este mundo falaz y agitado tienden lazos a los ciegos para atraer hacia ellas su corazón, con todo tu ser ama a aquel que por tu amor se entregó» (3CtaCl 12-15).
Encerrada en el monasterio de San Damián, en una vida marcada por la pobreza, el cansancio, la tribulación y la enfermedad, pero también por una comunión fraterna tan intensa que, en el lenguaje de la Forma de vida, recibe el nombre de «santa unidad», Clara siente la alegría más pura que se haya concedido experimentar a una criatura: la de vivir en Cristo la unión perfecta de las tres Personas divinas, entrando casi en el inefable circuito del amor trinitario.
6. La vida de Clara, bajo la guía de Francisco, no fue una vida eremítica, aunque fue contemplativa y de clausura. Alrededor de ella, que quería vivir como las aves del cielo y los lirios del campo, se reunió un primer núcleo de hermanas, contentas con solo Dios. Esta pequeña grey, que rápidamente fue aumentando, no alimentaba ningún temor: la fe era para ella motivo de tranquilidad y seguridad frente a todo peligro. Clara y las hermanas tenían un corazón tan grande como el mundo: como contemplativas, intercedían por toda la humanidad. Como almas sensibles a los problemas cotidianos de cada uno, sabían hacerse cargo de toda aflicción: no había ninguna preocupación, ningún sufrimiento, ninguna angustia o desesperación ajena que no hallara eco en su corazón de mujeres entregadas a la oración. Clara lloró y suplicó al Señor por la amada ciudad de Asís, asediada por las tropas de Vitale di Aversa, y logró que la ciudad fuera librada de la guerra. Oraba todos los días por los enfermos y muchas veces los curaba con el signo de la cruz. Persuadida de que sólo tiene vida apostólica quien se sumerge en el pecho desgarrado de Cristo crucificado, escribía a Inés de Praga con las palabras de san Pablo: «Te considero colaboradora de Dios mismo y apoyo de los miembros débiles y vacilantes de su Cuerpo inefable» (3CtaCl 8).
Toda la vida de Clara era una eucaristía, porque -al igual que Francisco- elevaba desde su clausura una continua acción de gracias a Dios con la oración, la alabanza, la súplica, la intercesión, el llanto, el ofrecimiento y el sacrificio. Acogía y ofrecía todo al Padre en unión con la infinita acción de gracias del Hijo unigénito, niño, crucificado, resucitado y vivo a la derecha del Padre.