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miércoles, 28 de septiembre de 2016

Nota al Fraile Alessandro



Cuando conoció al Fraile Alessandro Brustenghi, supo al momento que había algo beatífico, posiblemente angélico en él. Tenía un aspecto dulce y delicado con su vestimenta eclesiástica marrón. Cuando nos conocimos en la Basílica de Porziuncola de Santa María degli Angeli/Santa María de los Ángeles, en Assisi, el hablaba con gran empatía sobre la atormentada santa.
Al igual que San Francis, Friar Alessandro, tiene múltiples misiones y tuvo conflictos en el pasado. Su viaje en búsqueda de su voto final era una búsqueda de un alma precaria, al igual que el propio San Francis.
Durante bastante tiempo, su música y su fe buscaban el equilibrio. Afortunadamente, la publicación de Voice of Assisi muestra que finalmente no sacrificó ninguna de ellas.



Su voz es una voz pura, resquebrajada por el dolor. Las canciones son hermosas, tanto que rompen el corazón. Los ojos de Alessandro tienen un brillo permanente. Un su voz puedes oír su propia esencia, la esencia de un ser lleno de amor.
Cuando nos lleva a la celda en la que San Francis pasaba sus días, puedes entender el empuje gravitacional de San Francis, un hombre lleno de ambición y con un gran ego, quien aprendió que Dios y el amor eran el mejor camino. Un hombre que se tiró sobre un espinoso rosal para probarse a sí mismo y a Dios, solamente para descubrir que las rosas perdían sus espinas y el no salía herido.



El rosal sin espinas crece en su jardín hasta el día de hoy, día en que Alessandro me cuenta su historia. - Cuando era pequeño quería ser batería de un grupo, y pare ello sabía que tenía que empezar por estudiar música, así que comencé por tocar el órgano cuando tenía 9 o 10 años.
- Al principio solamente podía tocar la escala de solfeo, pero yo quería tocar Bach. Se lo pedí a mi profesor una y otra vez hasta que conseguí que me diese una pieza de Bach, la toqué bien y continué estudiando piano y órgano; cuando tenía 14 decidí especializarme en música y fui a una escuela experimental en donde había clases normales, pero muchas más horas de música.
- Estudiamos salmos, armónicos, composición, historia de la música y cosas habituales como latín y filosofía. Trabajábamos seis horas por la mañana y tres por la tarde y al mismo tiempo estaba en el conservatorio de música. A las 6: 00 am de la mañana comenzaba mi jornada desde mi casa (un pueblo) para llegar a Perugia. me encantaba ir al conservatorio.
- Siempre quise cantar el el coro, pero nunca he tenido una buena voz. Un profesor me dijo una vez que podía cantar, y no me lo dijo porque creyese que podía mejorar, sino porque necesitaba que los estudiantes llenasen su clase. Comencé a cantar en otra clase en octubre de 1996. Seguía teniendo la voz muy fina y, al final del año, cuando ya tenía 19, no les terminé de convencer y pensaron en decirme que lo dejase; en ese momento decidí hacerme eclesiástico.
- Me parecía muy interesante porque sentía un tipo de conversión en mi interior. Antes de la conversión, me encantaba pensar en escribir mis pensamientos. Yo creía en la filosofía, no creía en Dios. Creía en la divinidad, pero no como una persona, algo totalmente diferente al Dios cristiano. Ni siquiera había ido alguna vez a misa. Mis padres eran católicos pero no practicantes. Mi padre era funcionario y mi madre ama de casa. Me enviaron a la iglesia a que aprendiese el catecismo, pero lo dejé ahí.
- Fui a catequesis para hacer la confirmación y después no volvía a ir. En el fondo, ¿quien es Jesús? Mi fe es mi fe, mis propias convicciones. Estaba convencido de que lo material no era bueno, que lo importante era lo espiritual; así que de repente supe que este mundo no quería estar relacionado con las cosas materiales.
- A los 16 sentí un cambio, una voz, algo me estaba llamando. Me decía que era bueno experimentarlo todo en la vida, incluso aunque fuese peligroso. Me llevaba al peligro, incluso a las drogas. Quería probarlo todo, necesitaba experimentarlo. Algo en mi interior me dijo "No".



Era una época turbulenta, una crisis existencial, en ese momento Alessandro sintió una fuerza auto destructiva en su interior, deseaba cambiarlo todo en su vida, cambiar todo en lo que creía y sentía hambre de peligro, solamente peligro.
- Una voz en mi interior me preguntó si estaba seguro. Me preguntó qué sucedería si no pudiese controlar el tan deseado peligro. Era un momento de crisis absoluta, entonces pensé: está bien, Dios, si existes, envíame una señal. Así que me fui al bosque y me tumbé en la hierba. "Ya no sé que pensar, por favor, ayúdame" Era un grito de mi alma y en ese momento sentí paz y felicidad en mi interior, me sentía en comunión con toda la creación. Fue mi momento de hermandad con el sol, con la luna. Y en ese mismo momento sentí la conexión con la vida Franciscana, porque era muy similar.
- Descubrí la presencia de Dios, una presencia nueva para mí, una presencia diferente" No sólo sentí la divinidad como concepto, sino a Dios como persona. Le sentí cercano a mí. Dios está en las creaciones, en las personas, le sentí en mi interior, sentí su amor hacia todas las personas, no sólo hacia las experiencias. En ese mismo instante y repentinamente dejé de sentirme atraído por el peligro. Sentí que lo importante era el amor, sentí que Jesús me otorgaba una sola manera de agradecérselo, sentí que tenía que agradecérselo ofreciéndome como una persona consagrada.
- Me aterrorizaba la idea, sentía miedo porque yo lo que deseaba antes era ser músico. Quería tener mi propia familia, esposa, hijos. Todo esto era opuesto al deseo que acababa de surgir en mi interior. Era un conflicto.
- Entonces, vi una película sobre San Francis. El también había comenzado como comerciante y llegó igualmente a la conclusión de que no quería estar relacionado con las cosas materiales. Todo estaba en mi interior pero no obstante pensé, no soy más que un niño, pensemos en ello unos años. Quizás haya otro modo. Quizás pueda ser músico y seguir rezando y hacer algo por los demás.
Pensé en ello durante los siguientes tres años. Por aquel entonces tenía 19 años y necesitaba ayuda para saber si era una llamada real, además, era el momento en que decidí dejar de estudiar órgano de modo que pude entender mejor mi nueva vocación porque simplemente era imposible practicar cinco horas al día y estudiar para mi vocación. Era una elección difícil, pero pensé que mi música, mi órgano, no eran más que un regalo que tenía y que debía sacrificar para dárselo a Dios. Por supuesto que solamente hay que sacrificar las cosas malas y no las buenas, pero yo no lo sabía en ese momento.
No sacrificó su canto porque, en aquel entonces, el canto no era tan importante para él. Seguí cantando porque era una manera de permanecer unido a la música, pero no era demasiado bueno. De hecho, nunca me dejaron hacer un examen de canto, puesto que me decían que jamás aprobaría.
El camino hacia el cumplimiento de la vocación de Alessandro continuó siendo turbulento. Le habían dicho que no podía entrar como postulante salvo que pasase un examen de canto, y sus profesores le dijeron que no estaba a la altura de pasar un examen.
- No estaba seguro de lo que iba a hacer. Si no iba a continuar en el convento, tenía que conseguir algún tipo de título. También creía que era bueno tener disciplina. Pensé que si había comenzado a estudiar esto no me debía detener hasta conseguirlo. Así que comencé a entrenarme con ejercicios de respiración. Era como escalar una montaña, pero estudié horas y horas al día, los ejercicios de respiración eran tan fuertes que me parecía que se me iba a romper el corazón, pero ocurrió el milagro, el milagro de entrenar y el milagro de Dios.
Era su deseo irrefrenable de cumplir con su vocación lo que llevó a Alessandro a descubrir su voz. No fue su voz lo que le llevó a su vocación, la vocación le llevó a descubrir su vos; un verdadero regalo de Dios.
- Descubrí mi voz. Pasé el examen con honores. Comenzó a encantarme la ópera. Conocí un fraile que me hizo descubrir la voz de los grandes tenores. Me uní a la orden y, siendo postulante le dije a mi maestro espiritual que iba a dejar de cantar, lo que realmente quería era ser fraile para trabajar y rezar juntos. Mi maestro me dijo:" de ninguna manera, continuarás. Es un talento que te ha otorgado Dios, no lo puede rechazar".



- Así que seguí cantando, haciendo conciertos y espectáculos, y fue entonces cuando mi maestro me dijo: "ahora es cuando lo vas a dejar". Fue duro al principio pero pronto sentí fortaleza al descubrir que la música estaba en mi interior. Era otra conexión espiritual. El regalo de Dios estaba en mi interior. Cuando me desperté por la mañana escuchaba melodías en mi corazón.
- Se trataba de una prueba y, cuando mi maestro descubrió que estaba en paz con esta decisión y que era capaz de dejar de cantar, me dijo que podría seguir después de dos meses. Tuve mi primera profesión de votos y comencé a estudiar para la profesión final. Fue en ese momento cuando tuve una gran crisis de fe. No creía en mi vocación. El porqué es un misterio.
- Pedí ayuda. Me dijeron que era simplemente una tentación. De modo que pasada la crisis, en noviembre de 2001, decidí, al igual que San Francis, irme a vivir como hermitaño, en soledad. Podía trabajar con madera y no tendría que llevar hábito. En ese momento no me tentaba la idea de llevar una vida secular. No quería novia, no era ese tipo de tentación; era descubrir si lo que Dios quería de mi es es que fuese un fraile Franciscano. ¿Cómo lo iba a hacer cuando parecía que el Demonio intentaba apartarme de mi vocación?
- Yo creía en el Señor, pero quizás otro Señor. Quería sentirle en mi interior. Esperé hasta sentirme hermano de todos los hombres y hermano de los frailes, pero no fui tan valiente como para pedir el regreso. Espere durante tres años y fue como un auto castigo. Continué cantando, trabajando con la madera y restaurando instrumentos musicales.
- En ocasiones pensé en dejarlo y seguir cantando. Suelo escuchar canciones napolitanas y canciones de ópera que no son religiosas. ¿Porqué no? La gente pensaría ¿qué hace el fraile cantando una canción de amor? De acuerdo, pero ¿porqué no? No es necesario vivir lo que se canta. El cantante no es más que un canal. Soy un humano, una criatura. Tengo sentimientos pero los canalizo para comunicarme, puedo cantar cualquier cosa que quiera, cualquier cosa que sea hermosa.
Los tres años en solitario fueron largos y tortuosos. Cantaba y lloraba todos los días. Cuando estuvo preparado para volver al convento, en enero del 2005, su vos estaba notablemente llena del amor del que habla. Se había fortalecido tanto mentalmente como espiritualmente y estaba más capacitado para equilibrar su vida entre la música y Dios.
- El viaje no fue fácil, pero finalmente sentí que podía encontrar el equilibrio y hacer ambas cosas. Tras la solemne profesión (votos finales) en el 2009 pensé que quizás debiese dejar de cantar, y pedí una señal. Había una celebración de la oración nocturna y, una vez terminada la oración, vino un hombre y me dijo: "Tiene una voz fantástica. Dios le ha concedido un don magnífico. Cuando comenzó a cantar sentí algo increíble en mi interior.” - Pensé que era una señal de Dios.
Alessandro estaba de nuevo cantando en una pequeña iglesia, en el año 2012, cuando le animaron a participar en una audición con un manager. El manager se con movió y quedó sorprendido y llevó su descubrimiento a Decca Records, donde igualmente quedaron sorprendidos por el dubitativo fraile con voz milagrosa. Descubrieron que era un tenor extraordinario, con su voz cálida y aterciopelada. Se ha convertido en el primer fraile del mundo en trabajar con una gran discográfica – Universal Music Group.
- Me preocupaba que fuese un proyecto demasiado grande para mi, pero también sentí que sucedía por algo, que había algún motivo, quizás una misión, quizás a través de Dios. No me gusta mucho la fama, las cámaras ni los periodistas, y, por supuesto, el dinero serviría para ayudar a la orden de los hermanos menores.
Decidimos junto con el productor, Mike Hedges, producir un álbum con canciones populares de fe y algunas canciones especiales de San Francis. Escribió poemas con alguna música original y yo había estado estudiando cómo reconstruirla.
Mike Hedges, un productor conocido por su trabajo con U2, Manic Street Preachers y The Cure escuchó la voz de Alessandro como una fuerza de amor y belleza. El álbum que han creado - Voice From Assisi – grabado en los históricos estudios de Abbey Road, es un álbum de pasión, historia y alma,

  
 

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 Les dejo un Franciscano saludo de Paz y Bien




domingo, 25 de septiembre de 2016

DOMINGO XXVI ORDINARIO 25 de Septiembre del 2016

    “Recibiste bienes y Lázaro males; ahora él encuentra consuelo, mientras tú eres atormentado”

LA PALABRA DE DIOS

Amos 6, 1.4-7:

 “¡Ay de los que se sienten seguros en Sión!”

Así dice el Señor todopoderoso:
«¡Ay de los que se sienten seguros en Sión y ponen su confianza en el monte de Samaria!
Ustedes duermen en camas de marfil; se recuestan en lujosos sillones, comen los corderos del rebaño y los terneros del establo; canturrean al son del arpa, inventan, como David, instrumentos musicales; beben vino en elegantes copas, se ungen con perfumes exquisitos sin apenarse por la ruina de José.
Por eso irán al destierro a la cabeza de los deportados, y se acabará la orgía de los libertinos».

Salmo 145, 7-10: 

“Alaba alma mía, al Señor”

Él mantiene su fidelidad perpetuamente,
Él hace justicia a los oprimidos,
Él da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.
El Señor abre los ojos al ciego,
endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.


Primera carta de Timoteo 6,11-16: 

 “Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado”

Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza.
Pelea el buen combate de la fe.
Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste solemne confesión ante muchos testigos.
En presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que dio solemne testimonio ante Poncio Pilato con tan noble confesión: te insisto en que guardes el manda­miento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nues­tro Señor Jesucristo, que a su debido tiempo mostrará el bien­aventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver.
¡A Él sea el honor y el poder para siempre! Amén.

Evangelio según San Lucas 16,19-31: 

“Deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico”

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
— «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado junto a la puer­ta, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio desde lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él, y gritó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abraham le contestó: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo in­menso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia ustedes, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros”.
El rico insistió: “Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimo­nio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento”.
Abraham le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen”.
El rico contestó: “No, padre Abraham. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán”.
Abraham le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto”».



                                                                       Refleccion

Luego de proponer a sus discípulos la parábola del administrador infiel e invitar a usar las “riquezas injustas” para ganar amigos en el Cielo, el Señor sentencia: «No pueden servir a Dios y al Dinero» (Lc 16,13). El apego a las riquezas necesariamente conduce a un desprecio de Dios, muchas veces sutil e inconsciente.
En seguida el evangelista comenta que al escuchar aquella enseñanza algunos fariseos «se burlaban de Él» (Lc 16,14). ¿Por qué reaccionan de ese modo? Porque, según explica San Lucas, ellos «eran amigos del dinero» (allí mismo). Como son “amigos del dinero” consideran que es un disparate total la oposición que el Señor establece entre Dios y el dinero. Además, como hombres dedicados al estudio de la Ley, probablemente fundamentan su amor a las riquezas con la misma Escritura: en el libro de Moisés estaba escrito que la prosperidad material era una bendición de Dios, un premio en la vida terrena a quien observaba fielmente los mandamientos divinos (ver Lev 26,3-5). Por tanto, ¿no era absurdo afirmar que el dinero era “injusto” y que la acumulación de las riquezas lo hacía a uno enemigo de Dios? Aquellos fariseos pensaban sin duda que el Señor desvariaba al enseñar semejante oposición.
La respuesta del Señor será dura: «Ustedes son los que se la dan de justos delante de los hombres, pero Dios conoce sus corazones; porque lo que es estimable para los hombres, es abominable ante Dios» (Lc 16,15). ¿Qué es estimable para los hombres? La riqueza, así como el hacerse amigo de hombres ricos. ¿Qué es abominable para Dios? La riqueza que se convierte en un ídolo para el hombre, volviéndose “injusta”.
El Señor afianza esta enseñanza con una parábola, que habla del destino final de un rico y de un pobre que está a su puerta. Ambos son hijos de Abraham, ambos son miembros de un mismo pueblo. Mientras el judío opulento no parece encontrar mejor uso para su dinero que banquetearse regaladamente todos los días con sus amigos, su hermano está echado a la puerta de su casa anhelando saciar su hambre con las sobras de la mesa del rico. Su situación de abandono y miseria absoluta no despiertan la atención ni la compasión del rico, que preocupado tan sólo de gozar de sus riquezas permanece indiferente e insensible ante el sufrimiento de Lázaro. El contraste que plantea el Señor en su parábola es muy fuerte.
Entre ricos insensibles y pobres necesitados de todo, Dios está de parte de estos últimos. Esto queda claramente indicado en la parábola ya desde el mismo nombre que el Señor le pone al pobre: Lázaro. Este “detalle” es tremendamente significativo, más aún cuando es la única parábola en la que el Señor pone nombre a alguno de sus personajes. En la mentalidad oriental el nombre era un elemento esencial de la personalidad del portador. El nombre expresa una realidad. Lo que no tiene nombre no existe. Un hombre sin nombre es insignificante y despreciable. El hombre es lo que su nombre significa (ver 1Sam 25,25). Lázaro es la forma griega del nombre hebreo Eleazar, que significa “Dios es (su) auxilio”. Así el pobre Lázaro, despreciado e innominado para los hombres poderosos, es para Dios una persona que merece su amor, su compasión y su auxilio. En cambio, el rico que cierra sus entrañas a Lázaro carece para Él de nombre.
Este auxilio de Dios a favor del pobre quedará de manifiesto definitivamente a la hora de la muerte: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces». Mientras que Lázaro es acogido en el seno de Abraham porque encontró en Dios su auxilio, el rico se encuentra lejos del “seno de Abraham” por usar sus riquezas de un modo mezquino y egoísta, por negar compartir aunque sea las migajas de su mesa opulenta con quien hundido en la más absoluta miseria suplicaba un poco de alivio y auxilio echado a la puerta de su casa. Lázaro por la fe en Dios habrá ganado la vida eterna (ver 2ª. lectura), mientras que el rico epulón la habrá perdido. Por no escuchar rectamente a Moisés y a los profetas se encontrará en un lugar de eterno tormento. El abismo que existe entre ambos es símbolo de una situación o estado que no puede cambiar, que es eterno.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Hay que tener el coraje de anunciar siempre, Reportaje al Padre Martín Lasarte sdb en su pasaje por Montevideo.

Comparto una nota muy linda por Camilo Genta  publicada en la pagina de la Iglesia Católica De Montevideo

Digamos la verdad, no conocía nada sobre el Padre Martín Lasarte. Apenas un par de artículos, un par de fotos antes de reunirme con él y poca cosa más. Ah sí, sabía que era salesiano y que había compartido parte de su etapa de noviciado con el Cardenal Daniel Sturla. Nada más. Por eso en la mañana de aquel jueves en la entrada del Colegio Juan XXIII la espera se me hizo larga. Las recepcionistas no lo encontraban: que estaba con unos jóvenes, que lo vieron en una clase, que estaba dando una charla, en concreto nada… y los minutos pasaban. Hasta que desde una de las puertas que da al patio, una cara sonriente me sale al encuentro. Ante tal recibimiento cualquier rastro de impaciencia se disipó, y he aquí la primera nota de este sacerdote salesiano misionero: la sonrisa.
Me hizo pasar por el patio que estaba desierto en ese momento (algo extraño en un colegio salesiano pensé) buscando un salón para poder conversar tranquilos. Todo esto a una velocidad considerable y mientras nos íbamos presentando, segunda nota: no pierde el tiempo. Comenzamos hablar, prendo el grabador y largo la primera pregunta, de ahí en más casi 50 minutos de experiencias de un misionero en África, pero sobre todo de un sacerdote que entregó toda su vida a Dios. Tercera nota: toda experiencia es lugar de encuentro con Jesucristo.

El clima de familia

“Todo comienza con la familia”, así explica el Padre Martín su vocación. Una familia muy católica, ya desde sus abuelos, que le van dando sus primeras “semillas de vida cristina”. Luego de pasar por los Maristas en primaria y secundaria, el bachillerato lo realiza en el Colegio Juan XXIII, “no por grandes aspiraciones religiosas, sino porque mis hermanas venían acá”, relata. Y continúa “Un colegio de moda, chicas bonitas, motivaciones muy profundas”, bromea. Y destaca :“Pero realmente me impactó mucho el clima de familia, la personalización, la presencia de los salesianos con los jóvenes”.
Reconoce en ese acompañamiento al Padre Felix Irureta “Un hombre muy simple… El primer día que llego, ya en la puerta me saluda :“Martín, ¿cómo estás?”. Ya sabía todos los nombres, ya se había estudiado todas las caras, las fotos, todo ese tipo de detalles de presencia con los jóvenes” y además “tenía una gran profundidad espiritual ”.
Su vida como religioso no era tan clara; antes de entrar al colegio “Ni sabía lo que eran los salesianos”. Pero, nuevamente, las experiencias no son en vano “Justamente en el primer año pierdo a mi padre, pero también desde el colegio encuentro eso de Don Bosco esa paternidad de los salesianos. Son todos elementos que van marcando mucho”. Entonces, el momento decisivo: “ya en 6° año estaba haciendo ingeniería y llega un misionero Milan Zednicek que todavía está en Angola, y se hace una invitación para ir a las misiones. Ahí se despertó en mí un gran entusiasmo y comenzó todo un proceso”. El Padre Lazarte deduce que “ Tú le vas dando la mano a Dios, y Dios te va agarrando todo”, y sonríe nuevamente.

De esperas y concreciones

“En mí primero se despertó esa pasión por África y después entré en la congregación. Luego comencé con la formación”, dice el Padre Martín. Ya en la formación como salesiano “comenzamos esa experiencia linda, cuando estábamos en el noviciado con Daniel Sturla y Joselo, en el movimiento Tacurú. Después hice el tirocinio en Talleres Don Bosco, una experiencia muy linda de dos años duros, con los pupilos. De mis alumnos en los talleres ahora hay tres salesianos, una experiencia hermosa”.
Su espera cada vez se hacía más larga “yo siempre estaba esperando para irme de misión y la cosa no venía, hasta que en el periodo que debía estudiar teología me tocó hacerlo en Brasil (aunque empecé aquí en Uruguay y la terminé en Roma), precisamente para estudiar el portugués”. Tuvo que ser paciente para que “luego ya como diácono me mandaran, ahora sí, para Angola”.
Era un momento muy difícil para ese país que estaba en medio de una guerra que duró 27 años, pero el padre Lasarte cuenta cada momento, cada experiencia, como una realidad que le permite acercarse a Dios y a su vez trasmitirlo a los demás. “Me acuerdo que cuando llegué comíamos una vez por día, estábamos en Lwena, al este de Angola, una ciudad sitiada por la guerrilla. En ese momento el comunismo era muy duro. Interrogatorios en cualquier momento, porque pensaban que uno podía ser un espía sudafricano y además muchas restricciones”, rememora.

No quedarse quieto

Luego de un periodo en Roma para estudiar Sagradas Escrituras regresa a Luanda, capital de Angola, para pocos meses después volver a Lwena ya como párroco. Allí “me tocó el final de la guerra; atender los campos de desplazados internos, que la gente durante la guerra se iba junto a la ciudad para recibir ayuda humanitaria. Trabajábamos con las Naciones Unidas, con el plan Alimentar. Ya terminada la guerra teníamos también otros dos problemas: los campamentos de los ex militares de las guerrillas con sus familias (miles de personas en esos acuartelamientos) en un trabajo humanitario y pastoral”.
La zona donde trabajaba, su parroquia, tenía una extensión de 90000 kilómetros cuadrados y la población católica era apenas del 5%. Ante esa realidad “teníamos que cortar los árboles, hacer puentes en los ríos. Una experiencia muy linda de fundar comunidades rurales y en Lwena, la capital de la provincia de Moxico, muchas actividades (proyectos de saneamiento y agua, formación profesional, una red de escuelas, alfabetización, etc.)”. Como si fuese algo de todos los días, una tarea más, comenta “había que hacer una reconstrucción del país”.
De allí volvió a la capital angoleña, Luanda. Trabajó con “la pastoral juvenil, en las escuelas, enseñando en el seminario, acompañar al voluntariado (siempre teníamos unos 30 o 40 voluntarios internacionales). La pastoral salesiana en Luanda tenía mucha vitalidad, algunas parroquias tenían 5000 o 6000 chicos en la catequesis, grupos juveniles con 1600 o 2000 jóvenes”. Pero para el Padre Martín trabajar en la “pastoral universitaria y darle un sentido de transformación del país, desde el punto de vista profesional de estos jóvenes” fue muy gratificante.

Allá y acá

Le pregunto sobre los cambios, como es la sociedad angoleña respecto a la nuestra, su fe, su forma de encarar la vida. “Me acuerdo que cuando llegué, en el año 90, me paran los militares con ametralladoras que era una cosa muy común. Y uno de los militares me dice: “Padre, ¿tiene un Rosario?” Un pueblo profundamente religioso, entonces el primer choque es la religiosidad profunda de ese pueblo”. No puede evitar la comparación con nuestra realidad “una cosa que choca al llegar es cómo se habla de religión, el conductor del taxi te habla de la Iglesia a la que va como la cosa más natural. Aquí tenés que dar una vuelta “bueno, vamos a tocar el tema de la trascendencia… y no sé qué” y allá, a lo lejos, tirar alguna palabrita”.
Otro elemento es la alegría. En ese momento se descuelga con la siguiente frase “una cosa es sufrir y otra cosa es ser triste”. Y no puedo evitar reflexionar sobre la fe de este hombre, que tuvo que enterrar tanta gente, que vio a un país destruido, que seguramente lloró viendo inenarrables situaciones, y que te recibe con una sonrisa. Y no puedo evitar reflexionar sobre nuestra fe, nuestra forma de vivir nuestra cotidianidad, como mucho con una mueca. Entonces como una bofetada lo escucho decir “justamente una característica de nosotros los rioplatenses es la tristeza: el síndrome del tuvimos y eramos. La nostalgia, el pesimismo, el “y bueno…”. Te encuentras con una cultura en el sufrimiento, el hambre, la persecución, la muerte; pero con una capacidad de sonreír, llena de niños, de jóvenes, con un porcentaje enorme de gente joven. Se respira esperanza, futuro”.
También le pregunto por los desafíos terminada la guerra hace ya unos años, y el Padre Lasarte me habla de nuevos desafíos, tal vez aún peores que la guerra. “El tema de la invasión de sectas (tema que se da también en América Latina), la manipulación religiosa y claro el tema de las familias destrozadas por la guerra, que condicionan mucho el tema de la evangelización actualmente”, y a estos que ya de por sí darían para mucho se suma el consumismo. “Después que terminó la guerra, el país tenía tasas de crecimiento anual del 18%: las más altas del mundo. Entonces como en todo lugar, empieza el bienestar, uno ya empieza a pensar en otras cosas: cosas lícitas y cosas que son de estricto consumismo” nos comenta.

La misión es en todo lugar

Me quedaban pocos minutos y le pido que me cuente que experiencias de Angola nos pueden venir bien aquí: “una experiencia muy linda del catecumenado y un gran itinerario de la fe. Se hace un buen camino de catecumenado para adultos son cuatro años de preparación antes de recibir los sacramentos”. Y subraya “el Bautismo tiene que responder a la fe, y si falta la fe en una familia, en una comunidad; bueno, vamos a esperar que estén dadas las condiciones. Si no se banaliza algo que es muy precioso”.
Además el Padre Martín comentó que “otra experiencia, al menos nuestra salesiana, es el asociacionismo juvenil. Cuando los jóvenes están en el catecumenado, antes de recibir los sacramentos, tienen que estar en un grupo juvenil”. Argumentó que “lo qué pasa, es que los sacramentos de iniciación cristiana terminan siendo los sacramentos de finalización cristiana”.
Otra es la experiencia de los laicos. El Padre Lasarte afirma que ha “conocido comunidades que durante más de treinta años no conocieron sacerdotes; estaba la fe en la comunidad, estaba en las celebraciones del domingo, estaba en los bautismos. ¿Por qué? Porque estaban los catequistas, y los catequistas en África son una especie de diáconos permanentes de la comunidad, es el laico que la anima, la reúne para rezar. Es el protagonismo de los laicos en la evangelización. Lástima que se recogen pocos testimonios y se escribe poco. Pero los testimonios de santidad, de martirio, de fe” son enormes.
No se deja de asombrar de la centralidad de la familia en la realidad africana: La eclesiología africana es la Iglesia familia. Justamente en un contexto donde uno oye familia “y bueno, es un concepto cultural variable, que depende de mi opciones”. Precisamente el concepto de familia es la base de todo en África, la familia alargada más que nada”.
Por último resume. “El gran problema de la Iglesia muchas veces no es el secularismo que ataca de afuera, sino la Iglesia secularizada; el mal mayor es ese, nosotros mismos que no creemos en nuestras riquezas. Pedimos perdón por tener que anunciar el Evangelio, tenemos que dar cuarenta vueltas tartamudeando para decir algo de la Iglesia o de Dios”.
Suena el timbre del recreo, es como la señal: fin de la entrevista. Le agradezco por el tiempo, me saluda como si nos conociéramos de toda la vida, y no dudo que de alguna forma sea así. Con una sonrisa se ofrece para acompañarme hasta la entrada, pero veo que es muy requerido y enfilo solo hacia la puerta. Doy tres pasos y veo hacia atrás solo para corroborar una sospecha: el Padre Martín ya se perdió entre la multitud de jóvenes con una sonrisa, sin perder un segundo, buscando una nueva experiencia de encuentro con Jesús.

Enlace  http://icm.org.uy/coraje-anunciar-siempre/

domingo, 18 de septiembre de 2016

EVANGELIO DEL DOMINGO XXV ORDINARIO

18 de Septiembre del 2016
“No pueden servir a Dios y al dinero”

LA PALABRA DE DIOS

Profetas Amos 8, 4-7: 

“¡Escuchen esto, los que oprimen al pobre!”

Escuchen esto, los que oprimen al pobre, y tratan de eliminar a la gente humilde, diciendo: «¿Cuándo pasará la fiesta de la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?»
Disminuyen ustedes la medida, aumentan el precio, usan balanzas con trampa, compran por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo.
El Señor lo ha jurado por el honor de Jacob: nunca olvidaré lo que han hecho.

Salmo 112, 1-2.4-8: 


“Alaben al Señor, que alza de la miseria al pobre”

Alaben, siervos del Señor,
alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se inclina para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo.

Primera Carta de Timoteo 2, 1-8: 

“Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven.”

Querido hermano:
Te ruego, ante todo, que se hagan oraciones, plegarias, sú­plicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todas las autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y pacífica, religiosa y digna.
Eso es bueno y grato ante los ojos de Dios, nuestro Salva­dor, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Porque Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó en rescate por todos: éste es el testimonio dado a su debido tiem­po, del cual he sido yo constituido mensajero y apóstol ―digo la verdad, no miento―, y maestro de las naciones en la fe y en la verdad.
Por lo tanto, quiero que sean los hombres los que oren en cualquier lugar, alzando las manos limpias, sin ira ni divisiones.

Evangelio de nuestro Señor según San Lucas 16, 1-13: 

“Ningún siervo puede servir a dos señores”

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusa­ron ante su señor de malgastar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Es cierto lo que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido”.
El administrador se puso a pensar:
“¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el empleo? Para trabajar la tierra no tengo fuerzas; mendigar me da ver­güenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su señor y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?”
Éste respondió: “Cien barriles de aceite”.
Él le dijo: “Aquí está tu recibo; date prisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego le dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”
Él contestó: “Cien sacos de trigo”.
Le dijo: “Aquí está tu recibo, escribe ochenta”.
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Y es que los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Por eso les digo: Gánense amigos con el dinero injusto, para que, cuando les falte, los reciban a ustedes en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo poco, lo es también en lo mucho; el que no es honrado en lo mínimo tampoco en lo importante es honrado.
Si no fueron de confianza con el injusto dinero, ¿quién les confiará los bienes verdaderos? Y si no fueron fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?
Ningún siervo puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro o será fiel a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero».

                                                                    Refleccion 

El Evangelio de este Domingo trae la parábola de un hombre rico que despide a su administrador por haber estado haciendo un mal uso de sus bienes. Antes de marcharse, sin embargo, es instado por el dueño de la hacienda a presentarle las cuentas de su gestión.
Una cosa le preocupa a quien ha vivido regaladamente a expensas de un hombre rico, aprovechándose de sus bienes para beneficio personal: ¿qué hacer para no quedar en la miseria, si no puede ya trabajar como un joven y si mendigar le da vergüenza?  Una idea astuta le viene a la mente: granjearse la amistad y gratitud de los deudores de su antiguo señor, rebajándoles significativamente la cantidad de lo debido. Llamándolos uno por uno hace que escriban recibos con cantidades inferiores a las realmente debidas: cincuenta medidas de aceite en vez de cien, ochenta cargas de trigo en vez de cien, y así sucesivamente. Él calcula que la condonación de una parte significativa de la deuda será retribuida posteriormente por las personas favorecidas. Es una manera muy astuta de hacer uso de los bienes materiales para granjearse amigos que luego puedan ayudarlo cuando se encuentre desempleado.
Sin hacer una evaluación moral de la acción del administrador el Señor Jesús alaba su sagacidad y alienta a los “hijos de la luz”, es decir, a sus discípulos, a imitar la astucia —no los métodos deshonestos— de “los hijos de este mundo”, aquellos que viven y luchan buscando grandezas humanas, puestos importantes, éxitos mundanos, quienes para alcanzar sus propios fines son siempre tan sagaces.
El Señor Jesús pronuncia finalmente la enseñanza central de esta parábola: «Gánense amigos con el dinero injusto, para que, cuando les falte, los reciban a ustedes en las moradas eternas».
¿Por qué califica el Señor el dinero de “injusto”? San Cirilo decía al respecto: Jesús «declara injusta por naturaleza toda posesión que uno posee por sí misma, como bien propio, y no la pone en común con los necesitados». Es decir, por “dinero injusto” no sólo hay que entender la riqueza que se obtiene o aumenta por medios injustos (ver 1ª. lectura) sino también aquella riqueza a la que uno incluso habiéndola obtenido honestamente se aferra egoístamente, negándole su carácter social. Una excesiva abundancia de dinero o bienes se torna injusta cuando no se usa en favor de aquellos que viven de modo infrahumano por carecer de ellos.
El Señor invita a un cambio de conducta cuando declara que «de esta injusticia es posible hacer una obra justa y benéfica, ofreciendo alivio a alguno de esos pequeños que tienen una morada eterna ante el Padre» (San Cirilo). De este modo uno tendrá amigos «cuando [el dinero] llegue a faltar», es decir, en el momento de la muerte, cuando las riquezas ya no acompañarán más al rico ni podrán salvarlo, cuando sólo lo acompañarán sus buenas obras y la caridad que haya podido hacer con aquel dinero durante su peregrinación por este mundo. Entonces los amigos que habrá ganado lo recibirán en las moradas eternas.
Luego de exponer la parábola, el Señor enuncia una serie de sentencias sobre las riquezas. Entre otras dirá: «No pueden servir a Dios y a Mamón». Normalmente el término griego mammonas se traduce por dinero. Procede del arameo mamón, que en sentido amplio significa riqueza y posesión. En la sentencia mencionada el Señor habla de Mamón casi como si fuese una persona real, opuesta a Dios. Se convierte en su servidor el hombre codicioso, aquel que permite que su corazón se apegue a las riquezas y bienes materiales, haciendo que sirvan sólo a sus intereses personales. Un hombre así se engaña a sí mismo si cree que puede al mismo tiempo amar a Dios. La verdad es que «ningún siervo puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro o será fiel a uno y despreciará al otro». Entre Dios y Mamón, hay que elegir a quién quiere uno servir, porque no se puede estar bien con los dos al mismo tiempo.


sábado, 17 de septiembre de 2016

Año Cristiano Franciscano DÍA 18 DE SEPTIEMBRE

                                      Año Cristiano Franciscano

DÍA 18 DE SEPTIEMBRE

 


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SAN JOSÉ DE COPERTINO . Nació el año 1603 en Copertino, pueblo del sur de Italia, de familia pobre y honrada. Desde joven mostró tener muy escasas las dotes intelectuales y las habilidades manuales. Superando muchas dificultades ingresó en la Orden de los franciscanos conventuales y sólo gracias a la fuerte ayuda de Dios llegó al presbiterado. Tras su ordenación sacerdotal se entregó de lleno al sagrado ministerio, inflamado en celo de las almas. Adornado de carismas singulares, éxtasis y levitaciones, por lo que es conocido como el «Santo de los vuelos», los superiores tuvieron que cambiarlo con frecuencia de un convento a otro, huyendo del fanatismo popular. Descolló por su obediencia, humildad, paciencia y caridad para con los necesitados de Dios. Manifestó ardiente devoción a los misterios de la vida de Cristo, en especial la Eucaristía, y a la Madre de Dios. Sus biógrafos dicen que lograba transmitir su santa y franciscana alegría mediante el modo de orar, enriquecido por atractivas composiciones musicales y versos populares que entusiasmaban a sus oyentes, reavivando su devoción. Murió en Ósimo (Marcas) en 1663.- Oración: Dios de misericordia, que con admirable sabiduría has querido que tu Hijo, al ser levantado de la tierra, atrajera todas las cosas hacia él, concédenos, por intercesión de san José de Copertino, tender a la perfección que nos has propuesto en la persona de tu Hijo, y vernos libres de la malicia de este mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
BEATOS AMBROSIO MARÍA DE TORRENTE Y CUATRO COMPAÑEROS, MÁRTIRES. Todos ellos eran naturales de Torrent, provincia de Valencia en España, Terciarios Capuchinos de la Virgen de los Dolores, los dos primeros sacerdotes y los otros tres hermanos laicos. Fueron fusilados por los milicianos el 18 de septiembre de 1936 en Montserrat (Valencia), y beatificados por Juan Pablo II en 2001 entre los mártires amigonianos y otros muchos. Ambrosio (en el siglo, Salvador Chuliá Ferrandis) nació en 1866 y, siendo ya diácono, ingresó en los Terciarios Capuchinos. Tenía una amplia cultura y, por su carácter, era más proclive a obedecer que a mandar. En su ministerio destacó como consejero, director espiritual y confesor. A la hora de afrontar el martirio, demostró una gran entereza animando a sus compañeros y perdonando a sus verdugos. Valentín María de Torrente (en el siglo, Vicente Jaunzarás Gómez) nació en 1896. Entró de joven en los Terciarios Capuchinos, con los que se había educado. Ordenado de sacerdote, ejerció su ministerio preferentemente en centros de su Congregación, dedicados a la ayuda de la juventud desorientada. Era un gran pedagogo, de recia personalidad y carácter alegre. Francisco María de Torrente (en el siglo, Justo Lerma Martínez) nació en 1886, desde pequeño estuvo relacionado con los Terciarios Capuchinos y en 1905 vistió su hábito como hermano laico. En los colegios de Yuste y Madrid puso de manifiesto sus grandes dotes pedagógicas. Fue un religioso trabajador, sencillo, piadoso. Recaredo María de Torrente (en el siglo, José María López Mora) nació el año 1874, e ingresó en los amigonianos en 1889 como hermano laico. En el apostolado en diversas escuelas, demostró sus dotes naturales para la educación de la juventud desadaptada. Los últimos años de su vida se centró en el catecismo y la escuela para niños pobres, las visitas a los enfermos y los encarcelados. Modesto María de Torrente (en el siglo, Vicente Gay Zarzo) nació el año 1885. En 1903 vistió el hábito de Terciario Capuchino como hermano laico. Alternó primero los trabajos de albañilería con la atención a los jóvenes postulantes. Luego se dedicó a la enseñanza de las primeras letras a los niños y a la administración de la casa. Sus virtudes características fueron la obediencia y la laboriosidad.
* * *

Santa Ariadna


 Fue martirizada en Prymnesso de Frigia (Turquía) en una fecha desconocida de los primeros siglos de la Iglesia.
Santo Domingo Trach. Nació en Ngai-Voi (Vietnam) el año 1792, profesó en la Orden de Predicadores o Dominicos en 1825 y, una vez ordenado de sacerdote, estuvo ejerciendo su apostolado catorce años en distintos distritos y fue director espiritual del seminario. Cuando se desató la persecución religiosa, siguió trabajando en la clandestinidad, en medio de grandes peligros. Lo detuvieron y no consiguieron, a pesar de las amenazas y torturas, que apostatara ni que pisara la cruz. Lo condenaron a muerte y lo decapitaron en la ciudad de Nam Dinh (Vietnam) el 18 de septiembre de 1840.
San Eumenio. Obispo de Gortina, en la isla de Creta, en el siglo VII.
San Eustorgio. Fue obispo de Milán antes del año 355. San Atanasio elogió su confesión de la verdadera fe contra la herejía arriana.
San Ferreolo de Limoges. Fue obispo de Limoges (Francia) y murió el año 591. Libró de un inminente peligro de muerte a Marcos, refrendario del rey Childeberto, a quien el pueblo quería matar.
San Ferreolo de Vienne. Según la tradición, era tribuno romano en Vienne (Francia) y, en tiempo de persecución, se negó a detener a los cristianos. Detenido por orden del prefecto, fue cruelmente azotado y encarcelado. Consiguió escaparse, pero fue capturado por sus perseguidores y luego decapitado. Su vida se sitúa en el siglo III.
San Océano. Sufrió el martirio en Nicomedia de Bitinia (Turquía), en una fecha desconocida de la antigüedad cristiana.
Santa Ricarda. Nació hacia el año 840, hija del duque de Alsacia. Contrajo matrimonio con Carlos el Gordo, que sería rey de Francia y Alemania, y emperador en el 881. Era piadosa y bondadosa, fomentó la vida monacal, ayudó a los monasterios y fundó el de Andlau en Alsacia (Francia). Víctima de una calumnia y después viuda, se retiró al monasterio que había fundado, integrándose en la vida de comunidad y haciendo obras de misericordia a favor de los pobres. Murió el 18 de septiembre parece que del año 895.
San Senario. Obispo de Avranches (Baja Normandía, Francia) en el siglo VI.
Beato Carlos Eraña Guruceta. Nació en Aozaraza-Arachavaleta, provincia de Guipúzcoa en España, el año 1884. Ingresó en la Compañía de María (Marianistas) y en 1903 emitió sus primeros votos. Obtuvo el título de maestro y a partir de 1904 se entregó a la educción cristiana en diversos centros marianistas, y más tarde fue director. Se ganó el afecto y estima de los alumnos y de sus familias, y cuidó la formación de los jóvenes profesores marianistas. La persecución religiosa de 1936 le sorprendió en el Colegio del Pilar de Madrid. Vivió un mes en un ambiente de persecución abierta, hasta que lo detuvieron los milicianos. En la madrugada del 18 de agosto de 1936 lo fusilaron en Alarcos, cerca de Ciudad Real.
Beatos David Okelo y Gildo Irwa. Eran dos jóvenes cristianos ugandeses. David nació en 1902, hijo de padres paganos, pero se convirtió al cristianismo y se bautizó en 1916; luego se ofreció para catequista. Gildo nació en 1906, hijo de padres paganos, fue catecúmeno desde niño y se bautizó en 1916; se fue a vivir con los misioneros, que le encomendaron el ministerio de la catequesis junto con David. Los dos se desvivieron en su labor evangelizadora con los jóvenes y catecúmenos que les encomendaron los misioneros hasta que, el 18 de septiembre de 1918, los mataron con sus lanzas los paganos en la aldea de Paimol, cerca de la misión de Kalongi (Uganda). Fueron beatificados el año 2002.
Beatos Fernando García Sendra y José García Mas. Los dos eran sacerdotes seculares de la diócesis de Valencia (España). Fernando nació en Pego (Alicante) en 1905. De pequeño entró en el seminario franciscano de Benissa (Alicante), pero tuvo que volver a casa por una enfermedad. Entró más tarde en el seminario diocesano de Valencia y se ordenó de sacerdote en 1931. Era un sacerdote celoso y padre para todos, enamorado de la Eucaristía, de la Virgen y de san José. Llegada la persecución religiosa, se retiró a casa de sus padres. Lo detuvieron el 18 de septiembre de 1936 y lo fusilaron en «La Pedrera», término de Gandía (Valencia); no murió en el acto, y después lo remataron los milicianos. José nació en Pego el año 1896. También se educó en los franciscanos y fue seminarista en Benissa, hasta que la enfermedad lo devolvió a su casa. Ingresó en el seminario diocesano de Valencia y recibió la ordenación sacerdotal en 1923. Después de ejercer el ministerio en otros destinos, lo nombraron capellán de la iglesia del Ecce-Homo de Pego, máxima devoción del pueblo. Destacó en particular por su atención a los pobres y enfermos. Lo detuvieron y en la cárcel se encontró con otros sacerdotes y religiosos. Lo asesinaron junto con el beato Fernando.
Beato José Kut. Nació en Slawin (Polonia) el año 1905. En 1924 ingresó en el seminario diocesano de Poznan y se ordenó de sacerdote en 1929. Ejerció el ministerio en varias parroquias. Era un sacerdote muy celoso y responsable. Llegada la guerra, su casa fue objeto de un brutal atentado por parte de un grupo de alemanes. Como él no se retiró de la parroquia, lo arrestaron el 6 de octubre de 1941, lo torturaron y lo llevaron al campo de exterminio de Dachau (Alemania), donde murió de miseria y extenuación el 18 de septiembre de 1942.
Beato Salvador Fernández Pérez. Nació en San Pedro de Creciente (Pontevedra, España) el año 1870. En 1891 hizo la profesión religiosa en los Salesianos de Don Bosco, y en 1896 recibió la ordenación sacerdotal. De carácter jovial, entusiasta, servicial, ejerció el sagrado ministerio con celo y espíritu de sacrificio. Al comenzar la persecución religiosa en julio de 1936 fue maltratado y detenido en Madrid. Puesto en libertad, buscó refugio. El 18 de septiembre de 1936 fue reconocido como sacerdote, detenido y fusilado en la capital de España.

                                                               

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:
Dijo Jesús a la gente y a sus discípulos: «El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvara» (Mc 8,34-35).

Pensamiento franciscano:
Dice san Francisco en su Testamento: «A todos los sacerdotes quiero temer, amar y honrar como a mis señores. Y no quiero en ellos considerar pecado, porque discierno en ellos al Hijo de Dios, y son señores míos. Y lo hago por esto, porque nada veo corporalmente en este siglo del mismo altísimo Hijo de Dios, sino su santísimo Cuerpo y su santísima Sangre, que ellos reciben y ellos solos administran a los otros» (Test 8-10).

Orar con la Iglesia:
Invoquemos a Dios, el Padre de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, y presentémosle humildes y confiados nuestras súplicas.
-Padre santo, que te revelaste en el Verbo encarnado, haz que cada día conozcamos mejor a tu Hijo, Dios y hombre verdadero.
-Padre celestial, que alimentas a las aves del cielo y engalanas la hierba del campo, da a todos los hombres el pan de cada día.
-Creador de todas las cosas, que nos has encomendado el cuidado tu obra, concede a los trabajadores disfrutar dignamente del fruto de su trabajo.
-Dios de bondad, que quieres la santificación y felicidad de todos tus hijos, concede abundante paz y misericordia a cuantos sufren.
Oración: Señor, Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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CREER EN JESÚS Y SEGUIRLO

Benedicto XVI, Ángelus del día 13-IX-2009
Queridos hermanos y hermanas:
En este domingo XXIV del tiempo ordinario (Ciclo B) la Palabra de Dios nos interpela con dos cuestiones cruciales que resumiría así: «¿Quién es para ti Jesús de Nazaret?». Y a continuación: «¿Tu fe se traduce en obras o no?». El primer interrogante lo encontramos en el Evangelio de hoy, cuando Jesús pregunta a sus discípulos: «Vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8,29). La respuesta de Pedro es clara e inmediata: «Tú eres el Cristo», esto es, el Mesías, el consagrado de Dios enviado a salvar a su pueblo. Así pues, Pedro y los demás Apóstoles, a diferencia de la mayor parte de la gente, creen que Jesús no es sólo un gran maestro o un profeta, sino mucho más. Tienen fe: creen que en él está presente y actúa Dios.
Inmediatamente después de esta profesión de fe, sin embargo, cuando Jesús por primera vez anuncia abiertamente que tendrá que padecer y morir, el propio Pedro se opone a la perspectiva de sufrimiento y de muerte. Entonces Jesús tiene que reprocharle con fuerza para hacerle comprender que no basta creer que él es Dios, sino que, impulsados por la caridad, es necesario seguirlo por su mismo camino, el de la cruz (cf. Mc 8,31-33). Jesús no vino a enseñarnos una filosofía, sino a mostrarnos una senda; más aún, la senda que conduce a la vida.
Esta senda es el amor, que es la expresión de la verdadera fe. Si uno ama al prójimo con corazón puro y generoso, quiere decir que conoce verdaderamente a Dios. En cambio, si alguien dice que tiene fe, pero no ama a los hermanos, no es un verdadero creyente. Dios no habita en él. Lo afirma claramente Santiago en la segunda lectura de la misa de este domingo: «La fe, si no tiene obras, está realmente muerta» (Sant 2,17). Al respecto me agrada citar un escrito de san Juan Crisóstomo, uno de los grandes Padres de la Iglesia que el calendario litúrgico nos invita hoy a recordar. Justamente comentando el pasaje citado de la carta de Santiago, escribe: «Uno puede incluso tener una recta fe en el Padre y en el Hijo, así como en el Espíritu Santo, pero si carece de una vida recta, su fe no le servirá para la salvación. Así que cuando lees en el Evangelio: "Esta es la vida eterna: que te conozcan ti, el único Dios verdadero" (Jn 17,3), no pienses que este versículo basta para salvarnos: se necesitan una vida y un comportamiento purísimos».
Queridos amigos, mañana celebraremos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, y al día siguiente la Virgen de los Dolores. La Virgen María, que creyó en la Palabra del Señor, no perdió su fe en Dios cuando vio a su Hijo rechazado, ultrajado y crucificado. Antes bien, permaneció junto a Jesús, sufriendo y orando, hasta el final. Y vio el alba radiante de su Resurrección. Aprendamos de ella a testimoniar nuestra fe con una vida de humilde servicio, dispuestos a sufrir en carne propia por permanecer fieles al Evangelio de la caridad y de la verdad, seguros de que nada de cuanto hagamos se pierde.
En el Evangelio proclamado este domingo hemos escuchado a san Pedro hacer una especial profesión de fe en Jesús: «Tú eres el Mesías». A lo que el Señor añade que su mesianismo y su misión redentora tienen que ir unidos al sacrificio de la cruz. Os invito hermanos a acoger con un corazón bien dispuesto el misterio pascual de Cristo, que nos une íntimamente a su Persona, en el amor desinteresado a los hermanos y en el servicio humilde a nuestro prójimo.
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LA PERFECCIÓN CONSISTE EN EL AMOR DE DIOS
De las máximas de san José de Copertino
A toda persona piadosa le corresponde amar a Dios sobre todas las cosas, alabarle con sus palabras y distinguirse con el buen ejemplo. Quien desee emprender la vida de piedad o religiosa, sepa que sólo llegará a la perfección si logra el amor de Dios. Quien posee la caridad, aunque sea ignorante, se enriquece; careciendo de ella, nunca será feliz. Aprendamos del sol, que con los mismos rayos da verdor a las plantas y a la fronda de los árboles, manteniéndolos, sin embargo, a cada uno de ellos en su propia naturaleza: así la gracia de Dios, con la misma luz embellece al hombre con la perfección moral y también le enciende en el amor de caridad, haciéndole grato a sus ojos, y, sin dañar su naturaleza humana, le sublima.
Por otra parte, poseemos la voluntad, que el hombre puede ejercer a su pleno albedrío y que recibió su don gratuito del mismo Dios desde la creación, pero de la que tendrá que rendir estrecha cuenta a su Señor. Siempre que el hombre se ejercita en actos de virtud, ayudado de la divina gracia, de la que procede todo bien, tenga presente esto: que ejerciendo el pleno dominio de su libertad complace a Dios, pero, si renuncia a su voluntad para colocarse en los brazos amorosos del Señor, le agrada más y se perfecciona en mayor escala.
Como árbol fértil, que cultivado con esmero produce abundantes frutos, así también el hombre, esforzándose cuidadosamente en seguir las huellas de Cristo, cosechará obras consumadas de santidad y se enriquecerá de virtudes cristianas, que servirán a su vez de ejemplo y aliento al prójimo en el servicio de Dios. Es provechoso saber que es un signo especial de predilección, que Dios concede a los que ama, el soportar con valentía y por su amor las adversidades y contratiempos que ofrece la vida presente. Nuestro Señor Jesucristo fue el modelo perfecto, que sufrió acerbísimos dolores por nosotros, y nos dio ejemplo acabado, queriendo también asociarnos a su pasión con los nuestros. No olvides tampoco: si quieres ser oro, sólo la tribulación purifica las escorias; si hierro, también el sufrimiento desprende el orín.
Contempla las aves del cielo: para alimentarse necesitan bajar al suelo, pero se remontan pronto con vuelo veloz hacia las alturas. Del mismo modo, los siervos de Dios, cuando la necesidad les urja, que se ocupen de los asuntos de este mundo, pero a condición de que sepan elevarse cuanto antes con la mente hacia su Señor para alabarle y glorificarle. Fíjate de nuevo en las aves, las cuales también pisan tierras encenagadas, pero lo hacen con tanto cuidado que consiguen no enfangarse en ellas. De la misma forma, el hombre, que no se manche en lo que pueda inquietar el alma; manteniendo incontaminados los afectos del corazón, elévela hacia lo alto, y con santa operación glorifique al Altísimo Señor.
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«LOS SIERVOS DE DIOS
HONREN A LOS CLÉRIGOS» (I)

por Kajetan Esser, OFM
En la vida de nuestro padre san Francisco destaca fuertemente su voluntad de vivir siguiendo en todo la forma del santo evangelio. Francisco quiso vivir la forma de vida que con su palabra y su vida entera nos proclamó Cristo, el Hombre-Dios. Y lo que nos ha ido explicando Francisco en sus Admoniciones no es otra cosa que «la vida del evangelio de Jesucristo» (1 R Pról 2). En ellas nos ha indicado desde distintos puntos de vista cómo el espíritu del evangelio debe penetrar, modelar y perfeccionar nuestra vida de cada día. Lo ha hecho, además, con un carisma arrebatador.
Pero, a diferencia de muchos contemporáneos suyos que también sentían una honda preocupación religiosa, Francisco no quiso vivir esta forma de vida a su arbitrio, según su propio criterio. Dichos contemporáneos estaban, sin duda, animados por un ideal, pero la pasión y el aferramiento a sus propias ideas los puso en conflicto con la Iglesia, de la que terminaron separándose. Francisco era conocedor de tales conflictos. Sus escritos, incluido su Testamento, nos muestran nítidamente cómo previó la posibilidad de que este peligro se infiltrara entre sus frailes. Por eso procuró muchas veces, y con gran solicitud, prevenirles del mismo.
Impulsado por esta inquietud coloca, para su vida y la de sus hermanos, junto a la «forma del santo evangelio» que Dios le había revelado (Test 14), la «forma de la santa Iglesia romana». En respuesta a la llamada de Dios quiere «seguir las huellas de nuestro Señor Jesucristo» (1 R 1,1); pero también quiere seguir «las huellas venerandas» de la santa madre Iglesia (2 Cel 24). Como los cátaros de su tiempo, quiere vivir una vida según la forma evangélica; pero, a diferencia de ellos, quiere vivirla en la Iglesia y de acuerdo con la misma. La Admonición 26 es una expresión muy elocuente de esta preocupación de Francisco.
Antes que nada, indiquemos algo importante. Es evidente que Francisco no vivió después del concilio Vaticano II, sino en la baja Edad Media. Por eso, está firmemente persuadido de que la Iglesia es la madre que nos da la vida, la madre que nos instruye con la Palabra de Dios, la madre a la que debemos profesar una obediencia filial. Por eso, la madre Iglesia se le hace visible sobre todo en los acontecimientos sacramentales, en los sacerdotes, administradores de los misterios de Dios, en los «clérigos», como suele llamarlos en general. Su actitud hacia los «clérigos» preserva y pone en práctica su veneración y amor a la madre Iglesia. Su actitud hacia los «clérigos» confirma su obediencia y sumisión a la Iglesia. De ahí su obediencia al papa, así como al cardenal protector, por ser el representante del papa, su «papa» como él lo llamaba; de ahí su profundísima veneración a los obispos y sacerdotes. En estrecha unión con todos ellos y, por tanto, con la Iglesia es como Francisco quiere «observar el santo evangelio de nuestro señor Jesucristo», «siempre sumisos y sujetos a los pies de la misma santa Iglesia, firmes en la fe católica» (2 R 12,4). De esta gran preocupación suya es de lo que trata en la Admonición 26.
La «Iglesia», por tanto, no es para él algo etéreo, inconcreto y genérico, no es algo intangible y, en definitiva, inasible. Para Francisco la Iglesia se hace carne viva en los intermediarios de la salvación establecidos por Dios: los «clérigos». Por eso afirma:
Dichoso el siervo que mantiene la fe en los clérigos que viven verdaderamente según la forma de la Iglesia romana. Y ¡ay de aquellos que los desprecian! (Adm 26,1-2).